La Red de Parques Nacionales española ofrece un refugio excepcional para la conservación de las especies y hábitats más vulnerables. Sin embargo, su capacidad de proteger la biodiversidad del cambio climático es difícil de anticipar. Este no solo podría forzar la salida de especies nativas fuera de los límites protegidos, sino también facilitar la entrada de especies exóticas invasoras.
En conjunto, el cambio climático y las especies exóticas invasoras representan graves amenazas para la conservación de la biodiversidad. Pero, ¿qué son estas especies y por qué nos importan?
Se trata de plantas, animales u otros organismos introducidos por medio de actividades humanas que causan daños sobre la biodiversidad, los servicios del ecosistema y el bienestar humano. Este deterioro permite diferenciarlas de las especies exóticas, una mayoría sin impactos negativos.
Las especies exóticas invasoras conducen a la extinción local de las nativas a través de la depredación, la competencia por el alimento, la modificación de hábitats, la hibridación con especies nativas y la transmisión de parásitos y enfermedades. Son consideradas una de las principales causas de extinción de especies y degradación de ecosistemas en el mundo.
Sí. Los Parques Nacionales de España no son inmunes al avance de las invasiones biológicas. Nosotros hemos identificado algunas de las que suponen un mayor riesgo para la Red de Parques Nacionales según la probabilidad de introducción, establecimiento, impacto sobre los ecosistemas nativos y capacidad de erradicación una vez introducida.
Estas son tres especies de planta: el rabo de gato, la hierba de la Pampa y el panizo.
1. El rabo de gato. Fue introducido en los años 40 en las islas Canarias desde el norte de África, a través del comercio hortícola. Sus semillas se dispersan por el viento, el agua, los animales y las actividades humanas. Es un colonizador muy agresivo y adaptado al fuego, que se restablece rápidamente después de la quema.
El rabo de gato aumenta la biomasa combustible, lo que incrementa la intensidad y propagación de incendios. Esto daña de manera importante a las especies nativas menos adaptadas al fuego. La larga vida de sus semillas dificulta su control.
Podemos encontrar esta planta en tres de los Parques Nacionales canarios: Caldera de Tabueriente, Teide y Garajonay. El riesgo de invasión es alto en Timanfaya y Doñana.
2. La hierba de la Pampa. Se introdujo para uso ornamental, pero se dispersa con el viento. Puede alcanzar densidades elevadas y excluir a la mayor parte de la flora autóctona. Esto impide el reclutamiento de especies nativas y aumenta la posibilidad y virulencia de los incendios.
Aunque se puede eliminar por medios físicos y químicos, en la práctica se considera muy difícil de erradicar del todo.
Podemos encontrarla en el Parque Nacional de las islas Atlánticas y alrededores de Doñana, Monfragüe y Picos de Europa. Bajo escenarios de cambio climático, el riesgo de invasión es también alto en el archipiélago de Cabrera y Teide.
3. El Panizo. Apareció en Europa como mala hierba y está extendido en zonas húmedas cercanas a ríos y campos de cultivo. Se trata de una especie capaz de transformar la hidrología y ciclos de nutrientes, y es tóxica para los herbívoros.
Su control en zonas húmedas es difícil porque resiste muchos herbicidas.
Podemos encontrarlo en el Parque Nacional de Doñana, Sierra Nevada y en las islas Atlánticas. El riesgo de invasión es elevado en Cabañeros, Tablas de Daimiel y Picos de Europa.
El cambio climático también hace ascender en este ranking al jacinto de agua, la perca americana, el tabaco moruno y el pez gato. El avispón asiático ha causado alarma en los últimos meses, ya se encuentra en el Parque Nacional de Picos de Europa y en las afueras de islas Atlánticas, pero su probabilidad de introducción en otros Parques es baja.
El proyecto BioCambio, realizado con el apoyo de la Fundación Biodiversidad y del Ministerio para la Transición Ecológica, busca anticipar los riesgos asociados al cambio global en la Red de Parques Nacionales. Su objetivo es servir de ayuda en la gestión de las especies exóticas invasoras ya presentes y como herramienta de prevención.
Las áreas protegidas juegan un importante papel en la mitigación y adaptación al cambio climático, pues contribuyen a mantener la integridad de los ecosistemas y tienen un efecto amortiguador sobre el clima local.
En este sentido, las medidas de adaptación al cambio global deben abordar la amenaza de las invasiones biológicas desde tres frentes:
Prevenir la llegada de especies exóticas y asegurar que las respuestas al cambio climático no creen nuevos problemas. Por ejemplo, es necesario controlar que las canalizaciones para abastecer de agua a zonas con escasez no propagan especies exóticas acuáticas. También se debe garantizar que las plantas utilizadas como sumideros de carbono y biocombustibles no sean invasivas.
Responder inmediatamente ante la aparición de nuevas amenazas. Es fundamental contar con protocolos de actuación claros. Una actuación rápida y contundente es la mayor garantía para frenar el avance de las especies exóticas invasoras en espacios protegidos, y reduce los costes de gestión.
Mitigar el efecto de las especies exóticas ya presentes para adaptar las comunidades nativas. El cambio climático aumenta la susceptibilidad de las especies nativas a las invasoras. También al revés: los ecosistemas amenazados por invasiones son más vulnerables al cambio climático. Por ejemplo, la presión de pastoreo de herbívoros invasores como el arruí reduce la resistencia de las plantas nativas a la sequía. Algunas especies nativas se replegarán en refugios para sobrevivir al cambio climático, por lo que identificar y proteger tales refugios frente a las invasiones biológicas es vital.
Belinda Gallardo, Investigadora postdoctoral especializada en invasiones biológicas, Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Esta entrada fue modificada por última vez en 29/04/2021 14:14
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