Existen muchos temas en ciencia para los que aún carecemos de explicación sobre su origen y naturaleza. Uno de ellos, que inquieta, conmueve y entusiasma a la población y a los científicos –diría que casi en la misma medida–, es desentrañar qué hay detrás de los Fenómenos Aéreos No Identificados (FANI). Es decir, los antiguos OVNIS.
Durante los últimos meses se ha producido una auténtica revolución sobre los Fenómenos Aéreos No Identificados, más conocidos internacionalmente como UAP (Unidentified Aerial Phenomena), acompañada de una vorágine mediática, científica y política de alta intensidad.
Se ha generado también una gran desinformación, que requiere definir con precisión cuál es la situación actual. Solo la ciencia puede darnos las respuestas que necesitamos, o al menos acercarnos a ellas de manera rigurosa.
La actualidad acerca de este tema viene marcada por dos importantes acontecimientos que han conllevado diversas acciones:
1) Las declaraciones bajo juramento en el Congreso de EE UU de tres testigos: el expiloto Ryan Graves, el comandante retirado de la Marina David Fravor y el exoficial de inteligencia y exdirector de análisis de estos casos, que ha estado ligado al Departamento de Defensa de EE UU, David Grusch.
En sus declaraciones afirmaron tener conocimiento sobre este tipo de avistamientos. Uno de los participantes sostenía, sorprendentemente, que el Gobierno de EE UU cuenta con un programa para recuperar restos de objetos de posible origen “no humano” y que incluso se han encontrado “restos biológicos”.
En ningún caso aportaron evidencias y las afirmaciones se sustentan únicamente en la credibilidad personal y profesional de los testigos, y en lo expresado bajo juramento.
2) Iniciativas institucionales, principalmente la apertura de webs específicas y respectivos informes en la NASA y la oficina denominada “All-domain Anomaly Resolution Office” (AARO), perteneciente a Defensa del Pentágono.
A finales de 2022, la NASA reunió un equipo de investigación independiente y multidisciplinar sobre estos fenómenos. Está constituido por 16 expertos en distintos temas (astronauta, oceanógrafa, científico planetario, profesores, astrónomos, astrofísicos, periodista científico, experto en computación, etc).
Este equipo emitió un informe que ha generado varias respuestas. Unos lo valoran como importante y motivador, por su relevancia como punto de partida de las futuras investigaciones. Para otros resulta decepcionante y carente de contexto, al no presentar novedades resolutivas sobre el tema.
Tras el informe, se designó un director para la investigación específica de estos fenómenos, Mark McInerney. McInerney es experto en ciencias de la atmósfera y ha sido la persona de enlace de la NASA con el Departamento de Defensa sobre las actividades relacionadas con estos fenómenos para la agencia.
La Oficina del Director de la Inteligencia Nacional de EE UU clasificó los FANI o UAP en cinco categorías. En su hipótesis más exótica, los Fenómenos Aéreos No Identificados responden concretamente a la categoría “otros”.
El resto de categorías ya tienen una explicación clara e inequívoca atribuible a:
1) Objetos y manifestaciones en la atmósfera, de tipo globos, vehículos no tripulados de tipo recreativo, aves, bolsas de plástico etc.
2) Fenómenos atmosféricos naturales, tales como cristales de hielo, humedad, y fluctuaciones térmicas que pueden quedar registradas en algunos sistemas de radar e infrarrojo.
3) Programas de desarrollo industrial de diferentes entidades.
4) Sistemas de potenciales adversarios extranjeros, tales como tecnologías desplegadas por China, Rusia u otras naciones o entidades no gubernamentales.
La quinta categoría, definida como “otros”, engloba un número relativamente escaso de eventos: los que carecen de explicación. En esta categoría se centra fundamentalmente su actual investigación y el interés de encontrar una respuesta sobre su origen y naturaleza.
¿Qué son estos Fenómenos Aéreos No Identificados? ¿Se trata de algo natural desconocido hasta el momento? ¿Pueden ser tecnologías avanzadas, tal vez militares, de otros países? ¿Está la respuesta en algo mucho más exótico y enigmático? ¿Podrían estar relacionados con una inteligencia no-humana?
Estos interrogantes, y este modo de abordarlos, se utilizan y aparecen incluso en documentos oficiales de EE UU, en los que se solicita una ley de Divulgación de Fenómenos Anómalos.
En un interesante artículo publicado en LESSWRONG se debaten y explican algunas de las implicaciones y consideraciones contenidas en dichos textos. Habrá que ver cómo evolucionan con el tiempo estos aspectos legales, que, más que en el marco de la ciencia, entran dentro de la política y la seguridad.
Todo lo ocurrido en estos últimos meses da para escribir varios libros, e incluso el guión de una película. Personalmente, me quedo con varios hechos que sintetizan la situación actual del tema:
1) Los Fenómenos Aéreos No Identificados son reales, y sus evidencias no son solo observacionales, realizadas por pilotos expertos, sino que su existencia y maniobras han quedado registrados en radares y distintos tipos de sensores.
2) Sus patrones y fenomenología en cuanto a morfologías, dinámica, etc, se repiten, con documentos acreditados, ya públicos y desclasificados, desde hace decenios.
3) Su estudio es sustancial, no solo desde el punto de vista científico, sino también por el posible riesgo que pudieran suponer para la seguridad aérea.
4) Es importante investigarlos seriamente y con transparencia, evitando el estigma que llevan asociados desde el punto de vista seudocientífico, para abordarlos científicamente con la máxima rigurosidad. Algo que la NASA ha indicado en varias ocasiones.
5) El informe del comité de la NASA indica que no se ha encontrado evidencia de su origen extraterrestre. A renglón seguido se apunta que no se sabe lo que son. En las propias palabras de Bill Nelson:
“El equipo de estudio independiente de la NASA no encontró ninguna prueba de que los UAP tengan un origen extraterrestre. Pero no sabemos qué son estos UAP.”
6) Se apunta igualmente que se necesitan muchos más y mejores datos para poder llevar a cabo los análisis y los procedimientos científicos, con instrumentos que requieren una calibración homogénea y estandarizada a nivel global.
7) Se solicita también la colaboración ciudadana para aportar datos que puedan ser analizados por los expertos.
Un artículo sobre estos casos, publicado en 2022 en los desaparecidos SciLog de Investigación y Ciencia y recuperado en la web de la Red Española de Planetología y Astrobiología (REDESPA), abordaba, desde el punto de vista de la astrobiología, qué podría representar su estudio, incidiendo en todo lo publicado hasta la fecha en las principales bases de datos científicas.
A fecha de hoy, ya existen publicaciones científicas acerca de estos fenómenos en congresos, como en la European Geoscience Union (EGU), y en revistas de impacto desde distintas perspectivas y áreas de investigación, tanto en Nature como en Language & Communication, abordando cómo se perciben estos fenómenos en el ámbito de las ciencias sociales y humanidades.
También aparecen en Journal of Astronomical Instrumentation y SSRN, desde la instrumentación y las metodologías de detección, incluso con participación de astrobiólogos españoles.
Afortunadamente, el desarrollo de las iniciativas recientes y los interesantes estudios científicos que se están publicando ayudan a soslayar, sin complejos, el estigma que viene caracterizando a estos fenómenos.
Si desde la ciencia relegamos su investigación, estamos contribuyendo indirectamente a que este tema se aborde desde las seudociencias.
Como sugería recientemente en una entrevista, los Fenómenos Aéreos No Identificados son una realidad abierta a la ciencia y el desarrollo de su investigación conllevará, seguramente, el diseño de una hoja de ruta científica.
De esta manera, al igual que ocurrió en los inicios de la astrobiología, o en el de muchos otros interesantes asuntos científicos de los que se carece de evidencias, se podrán abordar sus posibles implicaciones, aproximándonos a los Fenómenos Aéreos No Identificados con la máxima rigurosidad, tanto conceptual como metodológica.
Jesús Martínez-Frías, Investigador Científico. Experto en Meteoritos, Geología Planetaria y Astrobiología. Miembro de los equipos de ciencia de las misiones NASA-MSL (Curiosity) y NASA-Mars2020 (Perseverance)., Instituto de Geociencias (IGEO - CSIC - UCM)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Esta entrada fue modificada por última vez en 06/12/2023 22:30
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