El fenómeno geológico que más aparece en la prensa española son los terremotos. En 2019 se registraron 3.712, 320 de ellos en el mes de octubre (según datos del Instituto Geográfico Nacional).
Estos números pueden sonar exageradamente altos, y los mapas de terremotos compilados por el IGN parecen dramáticos a primera vista, pero España no tiene un alto riesgo sísmico. La mayoría de estos movimientos de tierra no llega a las páginas de los periódicos, ni es percibido por la población.
Sin embargo, son un buen recordatorio de que vivimos en un planeta tectónicamente activo y en continuo cambio. Además, son una fuente de información de gran valor sobre la composición y el funcionamiento del interior de la Tierra.
Hace medio siglo se asentó la que quizás es la teoría más importante en la historia de la geología: la tectónica de placas. La parte superior de la Tierra, conocida como litosfera, está dividida en piezas rígidas de tamaño variable que flotan y se desplazan sobre la astenosfera.
Hoy en día sabemos que la tectónica de placas es indispensable para la vida en la Tierra, pero seguimos sin haber descifrado los mecanismos responsables de estos movimientos.
Una de las piezas fundamentales que contribuyó al desarrollo de esta teoría fue el establecimiento de una red global de sismógrafos en los años 60. A partir de la distribución de los epicentros de los terremotos (punto más cercano de la superficie al origen subterráneo del temblor) es posible dibujar los bordes de las placas tectónicas. Además, la profundidad de los hipocentros nos da pistas del tipo de contacto entre placas.
La sismicidad a lo largo de bordes divergentes (límite entre dos placas que se separan) se caracteriza por terremotos no demasiado profundos y concentrados en bandas sísmicas estrechas. Por ejemplo, a lo largo de la dorsal Atlántica.
Esto contrasta con la sismicidad de zonas de subducción (donde una placa desciende bajo otra), distribuida en bandas más anchas y con focos a mucha profundidad. Es lo que sucede a lo largo del oeste de Sudamérica.
Todo el sur de la península, el mar de Alborán y el norte de Marruecos están en una zona sísmica que corresponde al contacto entre la placa africana y la euroasiática. La convergencia entre estas dos placas comenzó hace unos 40 millones de años, y continúa hoy en día a una velocidad de entre 4 y 10 milímetros al año.
La colisión entre estas dos placas es responsable de accidentes geográficos como la cordillera Bética y la cuenca de Alborán. Poco a poco, harán desaparecer el mar Mediterráneo. Si la placa africana continúa moviéndose hacia el norte, dentro de unos 50 millones de años habrá desaparecido y existirá una gran cadena montañosa a lo largo del sur de la Europa actual.
La actividad sísmica resultante de este borde de placas se extiende en una franja de unos 300 km de ancho que circula desde las Azores a través del golfo de Cádiz, el estrecho de Gibraltar y el norte de África.
Es un contacto complejo, a lo largo del cual existen un gran numero de fallas activas conocidas que son, en gran parte, responsables de la actividad sísmica. Un reciente estudio llevado a cabo por el CSIC describe una de estas zonas de falla localizada en el mar de Alborán.
La cordillera de los Pirineos es la segunda región con mas sismicidad de la península Ibérica. Sin embargo, a diferencia del sur de la península, no existe un limite de placas a lo largo de esta cadena montañosa.
Para entender la sismicidad de esta zona debemos explicar su historia geológica.
En el Cretácico (hace unos 120 millones de años) la península Ibérica era parte, junto con partes del sur de Europa, de la llamada microplaca Ibérica. Esta se movía de manera independiente a la Europea, y entre ambas se encontraba el océano de Valais.
En este vídeo se puede ver cómo la convergencia de la microplaca Ibérica con la Europea resulta en la desaparición de esta pequeña cuenca oceánica, y en la formación de los Pirineos. Hace 30 millones de años, la microplaca Ibérica paso a soldarse a la placa Euroasiática, y hoy en día se mueven juntas.
La litosfera de la zona de los Pirineos está debilitada por el gran número de fallas, resultado de la compleja historia geológica de esta región. La sismicidad de esta área montañosa es el resultado de la reactivación de estas fallas como respuesta a esfuerzos trasmitidos desde, por ejemplo, bordes de placa lejanos, y procesos de erosión y colapso gravitacional de los Pirineos.
Una de las premisas de la teoría de la tectónica de placas cuando se estableció hace medio siglo, era que la litosfera está formada por placas rígidas, que interactúan unas con otras a lo largo de sus bordes de contacto. Hoy sabemos que esto probablemente no es del todo cierto.
Junto con otras evidencias geológicas, la sismicidad no asociada con bordes de placa (como la que vemos en los Pirineos o en Galicia) demuestra que los interiores de las placas también se deforman a lo largo del tiempo.
Cómo y cuándo los esfuerzos generados en los bordes de placas se trasmiten a los interiores de las mismas, y si estos esfuerzos son los principales responsables de la deformacion intra-continental son preguntas sin respuesta a día de hoy.
Lucía Pérez Díaz, Postdoctoral Researcher, Fault Dynamics Research Group, Royal Holloway
Esta entrada fue modificada por última vez en 29/04/2021 14:12
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