Esta chispa inesperada en la historia de la Tierra pudo dar lugar al origen de la vida

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Durante décadas, los científicos han intentado descifrar el mayor enigma de todos: ¿cómo empezó la vida en la Tierra? Desde la famosa hipótesis de la “sopa primordial” hasta las investigaciones modernas sobre ambientes extremos, muchas teorías han intentado explicar ese primer momento en que la materia inerte se convirtió en materia viva. Sin embargo, un nuevo estudio liderado por el químico Richard Zare, de la Universidad de Stanford, ha dado un giro radical a este relato. La clave podría estar en algo tan cotidiano como gotas de agua colisionando y generando chispas invisibles: los micro relámpagos.

Una nueva chispa en la teoría del origen

La teoría clásica más famosa sobre el origen de los compuestos orgánicos es la del experimento de Miller-Urey, realizado en 1952. En aquel experimento, los científicos simularon la atmósfera primitiva de la Tierra (una mezcla de metano, amoníaco, vapor de agua y nitrógeno) y la sometieron a descargas eléctricas que imitaban los rayos. El resultado fue espectacular: se formaron aminoácidos y otras moléculas necesarias para la vida.

Pero esta teoría tiene un problema: los rayos no eran tan frecuentes en los océanos o la atmósfera primitiva como para explicar el inicio de la vida a gran escala. Ahí es donde entra en juego el nuevo enfoque de este equipo.

Mediante un experimento sorprendente, rociaron gotas de agua sobre una mezcla de gases similares a los que existían en la Tierra primitiva (metano, dióxido de carbono, amoníaco y nitrógeno), sin aplicar ninguna fuente externa de energía. Lo que observaron fue que las propias gotas generaban pequeñas cargas eléctricas al chocar entre sí, un fenómeno conocido como el efecto Lenard.

Y aquí viene la parte más fascinante: cuando gotas con cargas opuestas se acercaban a distancias nanométricas, se generaban destellos minúsculos de electricidad: los micro relámpagos. Estas chispas, invisibles al ojo humano pero observadas con cámaras de alta velocidad, eran capaces de inducir reacciones químicas entre los gases, formando compuestos orgánicos complejos.

Micro relámpagos: química en miniatura

Los micro relámpagos generaban una energía de unos 12 electronvoltios, suficiente para arrancar electrones a las moléculas de gas y permitir su reacción. Así se formaron moléculas esenciales como el ácido cianhídrico, la glicina (un aminoácido) y el uracilo (un componente del ARN).

La profesora Verónica Vaída, de la Universidad de Colorado Boulder, afirmó: “Es sorprendente que los micro relámpagos puedan iniciar reacciones químicas a partir del nitrógeno. Las observaciones son convincentes y revelan un nuevo papel del agua en el origen de la vida”.

Este mecanismo podría haber estado ocurriendo continuamente en las costas primitivas de la Tierra, donde las olas y cascadas provocaban estas descargas diminutas una y otra vez, generando una gran variedad de moléculas orgánicas en espacios protegidos como grietas de rocas.

Y no solo eso. Zare apunta que las zonas donde se alternaban ciclos de humedad y sequedad (como zonas costeras o charcas estacionales) habrían favorecido la polimerización de estas moléculas cortas en cadenas más largas, un paso fundamental hacia la vida.

Implicaciones para la búsqueda de vida en otros planetas

Este descubrimiento reescribe parte de la historia de nuestro planeta y tiene enormes implicaciones para la astrobiología. La búsqueda de vida extraterrestre suele centrarse en encontrar agua líquida, pero quizás no sea suficiente.

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Según Vaida, deberíamos buscar también ambientes donde puedan formarse gotas de agua y colisionar, como atmósferas húmedas, géiseres o incluso nubes de vapor en lunas como Europa o Encélado. Si los micro relámpagos pueden ocurrir en esos entornos, las mismas reacciones químicas que dieron lugar a la vida en la Tierra podrían estar ocurriendo allí ahora mismo.

El estudio, publicado en la revista Science Advances bajo el DOI: 10.1126/sciadv.adt8979, sugiere que la vida podría surgir de forma mucho más común de lo que pensábamos, gracias a mecanismos eléctricos simples y naturales en entornos con agua.

La investigación de Zare y su equipo ofrece una explicación más plausible para el inicio de la vida en nuestro planeta dándonos una nueva herramienta para buscarla más allá de él. Quizás la chispa de la vida no venga de los cielos, sino de algo tan cotidiano como dos gotas de agua chocando.

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