Es todo un emblema, un majestuoso icono incrustado en el corazón de los Alpes. Una descomunal mole de granito que parece desafiar todas las reglas de la geología y de la geometría, asombrando vivamente al visitante cuando la contempla.
El resultado es una impresionante montaña de 4.478 metros de altitud en forma de pirámide, con sus cuatro caras orientadas hacia los cuatro puntos cardinales. Un capricho de la naturaleza esbozado casi con escuadra y cartabón. Es el monte Matterhorn, en alemán, o Cervino, en italiano, como quizá se le conoce más y mejor.
La doble denominación se debe a que el monte más explorado e inmortalizado de los Alpes se encuentra justo en la frontera entre Suiza e Italia. Por el lado suizo está a solo cinco kilómetros al sur de la pequeña y modélica ciudad de Zermatt, en el cantón de Valais.
Por el lado italiano se encuentra a escasa distancia de una de las estaciones de esquí más renombradas del país transalpino: Breuil-Cervinia, en la región del Valle de Aosta, situada a poco más de dos mil metros de altura.
El marco natural en el que se enclava el Cervino no tiene parangón. Un valle rodeado de altas montañas dominadas por enormes glaciares, rocas magmáticas, y kilómetros y kilómetros de magníficas pistas con nieve pura y blanca para esquiar. De esta forma es posible trasladarse desde Zermatt hasta Breuil-Cervinia usando remontes y esquís. Esto si nos acercamos a tan idílico escenario en invierno.
Si lo hacemos en verano los amantes del senderismo se encontrarán en estado de gracia al disponer de caminos y senderos por los que atravesar prados alpinos, terrazas naturales, pequeños lagos, bosques y hasta algún glaciar. Y para amantes de la escalada, el Cervino tampoco defraudará.
No es recomendable el asalto a la cumbre (en realidad son dos) a través de cualquiera de las cuatro caras debido a lo escarpadas que son y el consiguiente riesgo de desprendimiento de rocas e incluso hielo. Lo más apropiado y seguro es la ascensión a través de las aristas, siendo la del noreste, conocida como Hörnli, la vía más indicada.
Además el acceso desde Zermatt a la base de la arista, usando el teleférico, facilita sin duda la labor para el posterior ascenso. En este punto tampoco está de más advertir que asesorarse con guías de montaña locales cuando nos aventuremos por estos lares, sea la época que sea, siempre es buena idea.
“El más noble escollo de Europa”, como definiera al monte Cervino el poeta británico John Ruskin, es uno de esos lugares llenos de embrujo y magnetismo.
Cuando lo tienes delante de tus ojos es posible que el tiempo haga intentos por detenerse, como queriendo facilitar la tarea de absorber y asimilar toda su belleza y majestuosidad.
Fuente bajo licencia CC: La Mochila de Marco Polo
Esta entrada fue modificada por última vez en 29/04/2021 14:14
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