Los científicos casi nunca llegan a ser conocidos sólo por hacer ciencia. La mayoría de los que impactan en la opinión pública, como Brian Cox, Richard Dawkins o Stephen Hawking, tienden a combinar la ciencia con ser autores de best-sellers. Puede que te encuentres con (Francis) Crick y (James) Watson en un quiz de bar por su descubrimiento de la estructura del ADN, pero ¿qué pasa con Alan Hodgkin y Andrew Huxley, responsables de elaborar la teoría del impulso nervioso, uno de los mayores descubrimientos de la biología del siglo XX?
Considerando que otros investigadores importantes, incluso laureados con el Nobel, siguen siendo prácticamente desconocidos, no es de extrañar que no hayas oído hablar de Griff Pugh.
Su nombre completo, Lewis Griffith Cresswell Evans Pugh, fue un pionero de lo que ahora llamamos fisiología del ejercicio. Durante los años 50, 60 y principios de los 70 estudió la fisiología humana a altitudes extremas, por ejemplo en el Himalaya, estudiando la capacidad de resistencia en aguas frías y en condiciones climáticas extremas, e investigando el rendimiento del ser humano en condiciones de calor extremo.
Pugh también era partidario de las «expediciones fisiológicas» – creía en la idea de que algunos conocimientos sobre el rendimiento humano en entornos extremos se hacían mejor «in situ«, en lugar de recrearlos en el laboratorio. Su nombre es respetado en los círculos de fisiología deportiva.
Pero, ¿por qué deberías haber oído hablar de él? Porque su trabajo hizo posible, entre otras cosas, la primera ascensión del Monte Everest por Edmund Hillary y Tenzing Norgay en mayo de 1953. Mientras que Hillary y Norgay se convirtieron en nombres populares, junto con otros como el líder de la expedición John Hunt, el recuerdo del trabajo de Pugh y su papel fundamental en la ascensión ha sido relegado a polvorientos archivos y literatura académica.
¿Cuál fue la aportación de Pugh al ascenso de 1953?
Identificar con claridad, y determinar cómo enfrentarse a los múltiples retos fisiológicos de la escalada: la falta de oxígeno en la altitud, la drástica pérdida de los líquidos corporales, la necesidad de una gran cantidad de calorías, la importancia de la recuperación después de un gran trabajo de ascensión a través de un sueño adecuado.
Pugh examinó todos estos aspectos exhaustivamente, primero en una expedición de reconocimiento al Himalaya en 1952 y luego en su laboratorio del Instituto Nacional de Investigación Médica en Hampstead, Londres. Comprobó la rapidez con la que los escaladores que llevaban cargas podían escalar con y sin oxígeno, y calculó exactamente cuánto oxígeno embotellado necesitarían. Calculó la cantidad de líquido que los escaladores necesitarían, e incluso rediseñó las estufas que se utilizarían para derretir la nieve para abastecerlos.
Ayudó a rediseñar las botas y las tiendas de los escaladores. Estableció la cantidad de calorías que se necesitarían y cómo se deberían suministrar. También comprendió que el reposo y la recuperación requerían oxígeno mientras se dormía, aunque mucho menos que cuando se escalaba.
Pugh participó también en aquella expedición de 1953, realizando pruebas fisiológicas a los escaladores, pero su trabajo clave había comenzado mucho antes.
No se puede subestimar la importancia de su trabajo para el ascenso al Everest. Muchas expediciones anteriores habían fracasado. Una expedición de élite de alpinistas suizos – alpinistas profesionales experimentados, en lugar de los «aficionados con talento» del equipo británico y de la Commonwealth – fracasó por poco en su intento de alcanzar la cumbre en 1952, posiblemente porque los alpinistas suizos se vieron debilitados por una grave deshidratación. El alpinista suizo y doctor Oswald Oelz afirmarían más tarde que si los suizos hubieran contado con la ayuda de un científico como Pugh, probablemente habrían alcanzado la cumbre.
A lo largo de su carrera, Pugh aplicó sus investigaciones para resolver problemas de la vida cotidiana. ¿Cómo y por qué algunas personas sobrevivieron largos períodos en agua helada y otras no? ¿Por qué la combinación del frío y la humedad eran letales para los senderistas que se veían sorprendidos en la montaña?
Aportó importantes conocimientos sobre estas cuestiones.
Su mayor logro científico fue la llamada expedición Silver Hut, una incursión experimental meticulosamente planeada en el Himalaya en 1960-61. Fue co-dirigida con Hillary y surgió de las preguntas sin respuesta planteadas por la expedición al Everest sobre cómo se alteraban las funciones del cuerpo en la altitud y por la aclimatación. Un equipo de científicos, muchos de ellos posteriormente eminentes en fisiología y medicina de altura, vivieron y trabajaron durante meses a una altura cercana a los 6.000 metros, una hazaña que no se repetiría en muchos años. La expedición sigue siendo una referencia esencial en la materia, citada reiteradamente más de 60 años después con muchos hallazgos aún vigentes.
Como científico, el don de Pugh era reconocer claramente un problema y tomar la medida cuando fuera necesaria – el trabajo de laboratorio podía contribuir, pero debía combinarse con las medidas de campo. Las técnicas experimentales básicas que usaba estaban bien ensayadas. Destaca por su enfoque analítico, su capacidad para adaptar el material y su habilidad para organizar el trabajo (aunque en todos los demás aspectos era famoso por su poca organización).
Otra particularidad de la trabajo de Pugh fue darse cuenta de que los individuos con una habilidad o talento especial eran una fuente importante de datos clarificadores. Estudió a los nadadores que cruzan el canal y a otros nadadores de larga distancia para aprender sobre la supervivencia en aguas frías y publicó un trabajo sobre un trotamundos del Himalaya que podía mantener su temperatura corporal incluso cuando dormía a casi 6.000 metros de altura sin necesidad de llevar ropa específica.
La poca visibilidad del «personaje» de Pugh obedece en gran medida a la manera en la que se narró la Expedición al Everest, como un triunfo del alma humana (y más específicamente la imperial británica). Con los relatos contemporáneos de la expedición escritos por los escaladores, no es de extrañar que se haya restado importancia a la ciencia en favor del drama humano y su dimensión heroica.
Hunt siempre prefirió describir el trabajo científico y técnico que sustentó la ascensión como un esfuerzo de equipo, lo que ciertamente fue, pero borró en gran medida el papel clave de Pugh. El propio Pugh también contribuyó a esta impresión al no escribir nunca un relato de carácter divulgativo sobre su obra. Antes de la ascensión al Everest en 1953, solo se había escalado uno de los catorce «ochomiles», solo cinco años después ya se habían hollado doce, todos con oxígeno embotellado, y por escaladores que seguían el plan de Pugh.
Mientras que la notoriedad de Pugh se ha mantenido alta en los círculos científicos, su perfil en el mundo ha ganado un nuevo impulso gracias a una brillante biografía, escrita por su hija Harriet Tuckey y publicada el año pasado. Cuenta la parte científica y humana de su padre, «una persona complicada» de la que estuvo alejada durante su vida, profundiza en su trabajo y entrevista a los que trabajaron a su lado. El libro ha ganado varios premios, y fue nominado para el Libro de Deportes Británico del año.
Es bienvenido el interés de la sociedad por Pugh, así como el reconocimiento del papel de la ciencia para hacer posibles las expediciones en las que participó.
Traducción : AstroAventura
Fuente bajo licencia CC: The Conversation
Esta entrada fue modificada por última vez en 29/04/2021 14:14
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