El Transbordador Espacial, una de las mayores máquinas creadas por la humanidad, desempeñó un papel clave en la exploración espacial en la década de los ochenta. Su capacidad de despegar como un cohete y descender como un avión expandía la capacidad de los lanzadores convencionales. Un ejemplo de esto fue el despliegue de dos satélites y la recuperación de otros dos que no lograron alcanzar su órbita deseada, completando una de las misiones más complejas de la historia de la NASA.
El mercado de los satélites comerciales supone a una gran inversión para las diferentes empresas. Si bien se suele hablar de los lanzamientos exitosos o la destrucción total de la carga, hay un punto intermedio donde la nave no alcanza su órbita deseada y puede considerarse un fracaso.
Existen dos opciones, emplear el propio sistema de propulsión del satélite para ubicarlo correctamente, pero sacrificando años de operación o solamente hacer efectivo el seguro. En este caso, la empresa recibe parte del dinero, mientras la propiedad de la nave se pasa a otra empresa.
Este fue el caso de los satélites Palapa-B2 y Westar 6, lanzados a bordo de la misión STS-41-B del transbordador espacial el 3 de febrero de 1984. En ambos casos se presentó un problema en el sistema encargado de llevarlos a órbita geosíncrona, quedando varados sin posibilidad de cumplir su misión. Los operadores cobraron el seguro y la propiedad de los satélites fue transferida a la empresa Lloyd’s of London.
En un acuerdo con la NASA, se propuso emplear el transbordador espacial para perseguir en órbita, atrapar, guardar y regresar a la Tierra ambos satélites. Con el fin de poder realizar reparaciones, ser integrados en una etapa superior diferente y ser lanzados nuevamente, esperando que en el nuevo intento alcancen su destino exitosamente.
El equipo conformado por los astronautas Anna Fisher, Dale Gardner, Joe Allen, Dave Walker y Rick Hauck, sería el encargado de volar a bordo de Discovery para recuperar los satélites. La misión STS-51-A, después de un atraso de 24 horas por vientos de gran altura, despegó a las 7:15 de la mañana del 8 de noviembre de 1984.
En un vuelo relativamente tranquilo, al cabo de ocho minutos y un par encendidos de los motores auxiliares, el transbordador espacial Discovery entró en órbita de 280 por 300 kilómetros de altura. A bordo llevaba dos satélites que debía desplegar antes de recuperar los otros dos.
Anik D2 era un satélite de comunicaciones canadiense destinado a alcanzar órbita geoestacionaria para emitir televisión. Syncom IV-1 o Leasat F1, desarrollado por la NASA y posteriormente operado por el Departamento de Defensa de Estados Unidos, era parte de una constelación de satélites geosíncronos de comunicaciones.
El primero fue desplegado sin mayores inconvenientes con ayuda del brazo robótico o RMS. Sin embargo, Leasat F1 era mucho más grande que los satélites convencionales, aprovechando al máximo la amplia bahía del transbordador espacial. Fue necesario emplear un método diferente, al lanzarlo como un Frisbee, dado que resultaba complicado manipularlo de otra manera.
Ambos satélites completaron exitosamente sus maniobras orbitales y alcanzaron sin mayores inconvenientes su respectivo lugar en el anillo geoestacionario.
En el cuarto día de la misión, los astronautas tomaron un día de relativo descanso en preparación para las siguientes actividades. Además, la presión atmosférica fue reducida, como parte de la preparación para las actividades extravehiculares o EVA.
Durante los meses previos a la misión, los satélites Palapa-B2 y Westar 6 redujeron su órbita desde los 1000 hasta los 350 kilómetros de altura, facilitando las maniobras de persecución orbital por parte del transbordador espacial.
Durante el quinto día de la misión, Allen y Gardner vestirían el traje de actividad extravehicular y saldrían a la bahía de carga para apoyar la captura y asegurar el satélite Palapa-B2, mientras tanto Fisher se encargaría de controlar el brazo robótico.
Discovery se ubicó a 10 metros del satélite, el cual mostraba una pequeña rotación de una revolución por minuto. La cual debía ser contrarrestada antes de llevarlo a la bahía de carga. Además, este no contaba con puntos de apoyo para ser sujetado y estaba recubierto por delicados paneles solares y protección térmica delgada.
Fue necesario el desarrollo de una herramienta que permita sujetar el satélite. Llamada como apogee kick motor capture device y apodada como stinger, cuya forma recordaba a una púa que sería insertada y desplegada, facilitando la captura y posterior control y manipulación.
Una vez capturado, Allen usaría el MMU o mochila de propulsión para contrarrestar la rotación de la nave. Mientras Gardner fallaría en el intento de acoplar un soporte para sostener el satélite y realizar los ajustes para ser guardado en la bahía. Por ende, aunque el RMS debía ser el encargado de sostenerlo y facilitar a dos personas trabajar, Allen debía sostener por sí solo a Palapa-B2, mientras Gardner hacía el resto de las tareas. Finalmente, lograron asegurarlo exitosamente y darían fin a una EVA de seis horas.
Durante el sexto día, la tripulación tomaría un día más tranquilo, en preparación para la segunda EVA, y daría margen para ajustar los procedimientos según las experiencias de la primera captura.
En el séptimo día, Gardner con el MMU replicaría los primeros pasos de la primera captura. Mientras Allen estaba apoyado en la punta del brazo robótico, facilitando la orientación del satélite al ser sujetado y posteriormente asegurado en la bahía.
Encontrando menos problemas en la segunda, ambos satélites fueron capturados exitosamente y estaban listos para el regreso a la Tierra. En celebración, Gardner se tomaría una foto en la bahía sosteniendo un letrero de Se Vende con Palapa-B2 y Westar 6 en el fondo, convirtiéndose en una de las imágenes más representativas de la historia del transbordador espacial. Aunque polémica para la administración de la NASA, fue de ayuda para Lloyd’s of London, quien debían vender los satélites. Finalmente, al cabo de 5 horas y 43 minutos, regresarían a bordo y darían fin a la actividad extravehicular y el último vuelo del MMU.
Al cabo de 7 días, 23 horas y 44 minutos, Discovery aterrizó en el Centro Espacial Kennedy. Cuando los astronautas regresaban a los cuarteles de la NASA, fueron abordados por agentes del Departamento de Aduanas de Estados Unidos, solicitando papeleo por la importación de equipo de alta tecnología valorado en 250 millones de dólares. Además, pidieron a forma de broma los impuestos correspondientes a un 10% del precio.
A pesar del enorme potencial del transbordador espacial de desplegar y recuperar satélites, misiones de este calibre fueron realizadas muy pocas veces y totalmente descartadas después del accidente del Challenger. No obstante, lo que se consideraba como una tarea increíblemente complicada, fue completada con éxito. Los satélites serían arreglados y volarían en un futuro, alcanzado la órbita deseada bajo el mando de un operador diferente.
Esta entrada fue modificada por última vez en 03/04/2024 14:07
Jefe de sección Cosmos. Especialista del programa lunar Apollo, mecánica celeste e impresión 3D. Universidad Nacional de Colombia.