China es partícipe en la nueva carrera espacial. La última década ha mostrado su poder tecnológico e industrial para llevar a cabo una serie de misiones para conocer mejor nuestro satélite y preparar el camino para futuras misiones tripuladas. La más reciente de ellas, Chang’e 5, y las muestras que trajo a la Tierra permitieron a los investigadores ofrecer una mejor perspectiva sobre la historia de la Luna.
Las sondas chinas Chang’e, nombrada así por la diosa que habita la Luna en la mitología china, son parte del programa que busca entender mejor nuestro satélite y permitir poner a prueba las tecnologías necesarias para visitarla con tripulaciones. Por esto mismo, cada misión ha sido compleja que la anterior, siendo la más reciente Chang’e 5. Donde por primera vez desde 1976 se logró traer muestras del regolito lunar a la Tierra, permitiendo a los investigadores estudiarlas con la nueva tecnología desarrollada en las últimas décadas.
Chang’e 5 aterrizó exitosamente el primero de diciembre de 2020 cerca del Mons Rümker, un antiguo volcán en el Océano de las Tormentas. Empleando un brazo robótico recolectó un total de 1 731 gramos de regolito lunar de la superficie y a una profundidad de 1 metro empleando un taladro.
Mientras las misiones Apolo y Luna exploraron zonas ecuatoriales en lado visible de la Luna, Chang’e 5 alcanzó una latitud mayor de 43 grados norte, una zona alejada en las exploradas previamente. Esto para tener una mejor perspectiva de la historia de la Luna, así como su previa actividad volcánica y afectaciones por meteoritos. La edad del lugar se estima en alrededor de 1.9 mil millones de años, así como una considerable presencia de óxido de titanio.
Una de las partes más valiosas del análisis de muestras, en comparación a información recolectada por orbitadores, es la capacidad de estudiar el material en una menor escala. Por ejemplo, la distribución de tamaño de las partículas ofrece información sobre sus propiedades físicas. El regolito recolectado muestra un tamaño medio de grano, concentrado en los 50 micrómetros, similar al encontrado por Apolo y Luna. Asimismo, la relativa uniformidad y filtrado confirma la edad estimada.
Un factor importante y preocupante era la posible contaminación del regolito por los gases expulsados por el motor de descenso. Dado que estos pueden alterar la distribución de tamaños de granos y provocar falsos positivos en la madurez medida del material.
Los clastos, o depósitos, muestran en su superficie una gran variedad de vidrios. Los cuales se dividen en dos clasificaciones. La primera cuenta con formas redondas y con tonalidades oscuras o verdosas. Mientras la otra es irregular y llena de fracturas. Donde ambos tipos son unidos entre sí como una soldadura por el gran calor liberado en los impactos de micrometeoritos. Además, la poca variación en isótopos de varias capas evidencia que la cristalización ocurrió en diferentes etapas de enfriamiento de un mismo flujo de lava.
Una de las mayores revelaciones fue el contenido de agua, que al ser extrapolado evidencia la posible existencia de grandes depósitos de este preciado líquido que pueden ser extraídos y aprovechados.
Futuras sondas como Chang’e 6, por parte de China, y las misiones Artemisa, de Estados Unidos, esperan apoyar con mayor cantidad de muestras para contribuir al entendimiento de la Luna. Las cuales nos ofrecen al tiempo la posibilidad de redescubrir la historia de nuestro propio planeta, y dar pistas claves para cuidarla.
Referencia: Chen Y., Hu S., Li J., (2023). Chang’e-5 lunar samples shed new light on the Moon. The Innovation Geoscience
Esta entrada fue modificada por última vez en 03/04/2024 14:09
Jefe de sección Cosmos. Especialista del programa lunar Apollo, mecánica celeste e impresión 3D. Universidad Nacional de Colombia.