A estas alturas, ya está muy extendida la teoría sobre la formación de la Luna. Un planeta, del tamaño de Marte, impactó contra la Tierra primigenia hace 4 600 millones de años. En ese momento, nuestro planeta aún no se había enfriado, y la colisión mandó grandes cantidades de material a la órbita, que se acumularon y formaron el único gran satélite del planeta.
Pero hay una cuestión, al mezclarse, al final, el material original de uno y otro mundo es el mismo. Esto se comprobó con las primeras muestras que durante la década de 1960 se trajeron a la Tierra en las misiones Apollo y Luna.
Los estadounidenses lograron traer una cantidad mucho mayor de muestras que las misiones robóticas soviéticas. Pero coincidían en lo que se había obtenido, rocas ígneas en su casi totalidad. También hay algunas excepciones muy reseñables, por ejemplo rocas metamórficas generadas por el impacto de asteroides.
Dentro de las rocas ígneas hay una gran variedad de ellas, en función de su lugar de consolidación. Plutónicas si es en el interior de las cámaras magmáticas, subvolcánicas si es cerca de la superficie y volcánicas si es en la superficie. También afecta a su clasificación la cantidad de silicio o el contexto geodinámico del lugar donde cristaliza el magma.
Las partes más claras de la Luna nos dan una pista muy nítida de la roca mayoritaria, la anortosita. Esta es una roca plutónica, con un contenido casi total de material félsico ( minerales claros). De los cuales más del 90% es plagioclasa. Por otro lado, las zonas más oscuras de la Luna, como los mares , suelen estar compuestas por basaltos.
Estas rocas son mucho más oscuras, con más contenido en hierro y magnesio. Además, solidifican en superficie, eso es lo que permite la aparición de los túneles de lava.
Chang’e 6 aterrizó en un cráter llamado Apollo, en la cara oculta de la Luna. El nombre y el de algunos de los cráteres interiores del mismo vienen del programa de la NASA que llevó al hombre a la Luna. Se sabe por las observaciones desde la órbita que hay presencia de coladas de lava, lo que indicaría actividad volcánica posterior al impacto que lo provocó.
El menor albedo de las zonas con lava, equiparable al de los mares lunares, hace presumible la presencia de basalto en la zona. El albedo es la cantidad de luz que refleja una superficie, y es muy útil en estudios planetarios. Por otro lado, la gran edad que tiene el cráter, como demuestran los bordes erosionados hace previsible la aparición de rocas metamórficas también.
En definitiva, ¿qué se encontrarán los científicos en Chang’e 6? Rocas ígneas, con abundante material félsico, pequeñas, pero reseñables concentraciones de silicio, en torno al 10 o 20% de todo lo que se traiga. Pero también minerales metamórficos, formados a muy altas presiones y temperaturas, por ejemplo podrían encontrarse esquistos. Otro mineral que buscarán serán zircones, pues con ellos, se puede datar la roca y no solo aproximarla en base a cráteres que es cómo se hace en la Luna
Pero la respuesta final no la tendremos hasta que no se estudie en detalle en los laboratorios de todo el mundo donde se enviarán las muestras.
Esta entrada fue modificada por última vez en 27/06/2024 13:24
Jefe de sección Actividad Aeroespacial. Especialista en el programa espacial indio. Universidad de Oviedo.