Noticias del Cosmos, Ciencia, Aventura, Naturaleza
La atmósfera es un gran desafío para las observaciones del universo. Por culpa de los gases, parte de la luz es dispersada o absorbida. Por esto nacieron los telescopios espaciales, ubicados de tal forma que no existan casi obstáculos para mirar los billones de estrellas que esperan por ser descubiertas. Generalmente, se toman una pequeña población para estudiarlas globalmente. Esta era la tarea de la llamada V1, una estrella en la galaxia de Andrómeda recientemente observada por el Hubble que en 1923 dio una vuelta a lo que se sabía de astronomía.
En el camino de entender mejor a V1, se crearon largos mosaicos de decenas de fotografías individuales de la galaxia de Andrómeda. Gracias a la posición privilegiada del Hubble y su óptica, este logra observar estrellas cuyo brillo es muy débil para ser detectadas desde la Tierra.
Andrómeda se encuentra a 2.5 millones de años luz de la Tierra, una pequeña distancia cuando se compara con otros objetivos del Hubble a miles de millones de años luz. Su tamaño en el cielo permite diferenciar estrellas individuales. Ofreciendo la posibilidad de crear un largo panorama que nos ayuda a entender las dimensiones del universo.
Hace poco más de un siglo el universo era tan pequeño como la Vía Láctea, un gran aglomerado de innumerables estrellas con difusas nubes o nebulosas entre ellas. Donde todo lo que era observado no se encontraba a mayor distancia de unos pocos miles de años luz. En ese entonces Andrómeda no era más que una nebulosa de considerable tamaño y brillo.
La búsqueda de patrones en el universo es fundamental para expandir los límites de nuestras mediciones y entendimiento. Un ejemplo son las supernovas de tipo Ia siempre tienen una misma curva de brillo, sirviendo como mecanismo para medir grandes distancias con una precisión que ningún otro método lograría. Por otro lado, las llamadas Cefeidas son estrellas que muestran cambios de brillo de forma predecible, durante un largo tiempo sirvieron para calcular la separación entre estrellas en nuestra propia galaxia.
Edwin Hubble en una de sus noches de observación encontró una Cefeida en la nebulosa de Andrómeda, inspirado por la confianza que se tenía en usarlas como sistema de medición decidió calcular su distancia. En ese momento nuestra perspectiva del universo se expandió a niveles insospechados. Se había encontrado un objeto no solo fuera de la Vía Láctea, sino uno más grande.
90 años después del descubrimiento de Edwin Hubble, un equipo de astrónomos y cosmólogos propusieron apuntar el telescopio espacial Hubble hacia la estrella que cambió el universo. Esto a método de tributo para el legendario astrónomo.
Combinando más de doscientas observaciones, astrónomos consiguieron cuatro ciclos de pulsaciones, cada uno con una duración de aproximadamente 31 días. La curva de brillo cuenta con una suave caída, pero una fuerte pendiente hasta llegar al máximo. Implicando una buena estimación del tiempo para no perderse el momento.