El 29 de agosto es el Día Internacional contra los Ensayos Nucleares. Desde 1945 a 1996 se realizaron más de 2 000 pruebas. Nunca hemos estado más cerca del fin del mundo.
En el ocaso de la Segunda Guerra Mundial, la humanidad fue testigo de uno de los avances más aterradores de la ciencia y la tecnología. El 6 y el 9 de agosto de 1945 se detonaron con éxito las primeras bombas nucleares dirigidas a las poblaciones de Hiroshima y Nagasaki, en Japón. Para muchos, este acontecimiento marcó el fin de la más cruenta guerra en la historia. También supuso el pistoletazo de salida de una carrera armamentística, tecnológica y nuclear internacional que se ha prolongado hasta nuestros días.
En ese sombrío intervalo de tiempo, entre 1945 y 1996, más de dos mil dispositivos nucleares fueron detonados por varios estados en todo el mundo.
El artista japonés Isao Hashimoto ha reunido en un mapa cronológico las 2 053 explosiones, comenzando con la detonación con nombre propio, Trinity, del Proyecto Manhattan de EE. UU. cerca de Los Álamos, y concluyendo con las pruebas nucleares de Pakistán en mayo de 1998.
El mapa deja fuera las dos supuestas pruebas nucleares de Corea del Norte en la última década (cuya legitimidad no está 100 % clara). La luz parpadeante, el sonido y los números en el mapa mundial muestran cuándo, dónde y cuántos experimentos ha realizado cada país.
Se estima que el rendimiento total de todos los ensayos nucleares llevados a cabo entre 1945 y 1980 es de 510 megatones, lo que equivale a unas 29 000 bombas como la de Hiroshima. Las repercusiones de estos ensayos, realizados en su mayoría en un contexto de la Guerra Fría, pueden haber llegado hasta nuestros días.
La operación Plumbbob es una de las más controvertidas de la carrera nuclear estadounidense. Entre mayo y octubre de 1957, se realizaron 29 detonaciones nucleares en el sitio de pruebas de Nevada (EE. UU.).
El objetivo de estas pruebas no solo era la mejora de los dispositivos armamentísticos, también estudiar los efectos de una detonación nuclear, con la consecuente radiación, en los seres vivos.
En los cuatro meses y medio que duró la operación, se emplearon alrededor de 1 200 cerdos vivos en diversas pruebas, que consistieron principalmente en colocar a los animales a distintas distancias del epicentro de la explosión. Todos los cerdos murieron o bien al instante o bien poco después de las detonaciones debido a las quemaduras y al daño interno causado por la radiación.
Si el episodio del ganado porcino resulta ya aterrador, es igualmente impactante oír hablar acerca de los 18 000 soldados estadounidenses que participaron en las pruebas de la operación Plumbbob. Con su participación, se buscaba estudiar los efectos físicos y psicológicos de una detonación nuclear en el campo de batalla.
Las pruebas que involucraron seres humanos no implicaron niveles de radiación tan altos como en las que participaron los cerdos. Sin embargo, nos dejaron imágenes tan controvertidas como la del vídeo que sigue a este párrafo, en las que cinco soldados y un operario de cámara observaron cómo un misil nuclear de dos kilotones explotaba tres kilómetros por encima de sus cabezas. Los cinco soldados se ofrecieron voluntarios para la prueba. Solo el cámara, George Yoshitake, fue obligado a participar.
La operación Plumbbob formó parte del gran entramado propagandístico estadounidense en su pugna por situarse a la cabeza en la carrera armamentística contra los soviéticos. Hoy, documentos desclasificados han revelado que las pruebas llevadas a cabo durante la operación liberaron niveles muy altos de yodo radiactivo (I-131) a la atmósfera.
Un estudio de 2016 determinó que los 3 000 soldados que asistieron a la detonación de la bomba Smoky mostraron altos ratios de cáncer de tiroides y leucemia en los años siguientes a la operación. El impacto de las emisiones radiactivas producidas durante la operación sobre la población civil de la época es, sin embargo, mucho más difícil de calcular.
EE. UU. no es el único país implicado en la polémica de los ensayos nucleares. El otro polo de la Guerra Fría, la Unión Soviética, también realizó una cantidad ingente de pruebas nucleares de dudosa ética.
Entre 1949 y 1989, los soviéticos detonaron 456 dispositivos nucleares en el sitio de pruebas de Semipalatinsk, una amplia región al noreste de la entonces República Socialista Soviética de Kazajistán. Muchas de estas detonaciones fueron de una magnitud mucho mayor que las estadounidenses de la operación Plumbbob. Llegaron a alcanzar cientos de kilotones.
Semipalatinsk estaba en su mayoría deshabitada, pero la salud de sus escasos pobladores sufrió efectos devastadores en los años siguientes a las pruebas. Según un artículo de James Lerager, al menos 60 000 personas que vivían en un radio de 80 kilómetros murieron debido a diversos tipos de cáncer, inducidos por la radiación devenida de las pruebas. Otros estudios indican que las personas afectadas por las emisiones radiactivas en la región entre 1949 y 1956 mostraron un 80 % más de mutaciones genéticas.
Se estima que al menos 200 000 personas vieron su salud afectada como consecuencia de las pruebas llevadas a cabo en Semipalatinsk.
“The sun is in the east
Even though the day is done.
Two suns in the sunset
Could be the human race is run”.
Con estas palabras describía Roger Waters, vocalista de Pink Floyd, el posible resultado de una guerra nuclear en plena Guerra Fría en su tema Two suns in the sunset. Un amanecer con dos soles: uno de ellos, mortal. Casi cuatro décadas después, sin embargo, un solo sol ha seguido apareciendo cada mañana por el este.
Fue en el sitio de pruebas de Semipalatinsk donde, en septiembre de 2006, varios estados de la antigua Unión Soviética, entre ellos Kazajistán, firmaron el Tratado de la Zona Libre de Armas Nucleares de Asia Central. Este es tan solo uno de los muchos tratados y acuerdos internacionales destinados a evitar la proliferación de armas y ensayos nucleares, que suponen una amenaza directa para la vida en la Tierra.
El Día Internacional contra los Ensayos nucleares recuerda la importancia de recalcar el impacto que estas pruebas tuvieron –y siguen teniendo– sobre la vida humana. El fin del mundo se puso a prueba una vez. Sin una conciencia determinada y una ética aplicada a los avances científicos y tecnológicos, estaremos condenados a cometer los mismos errores que pusieron nuestra existencia en vilo durante la carrera nuclear de la Guerra Fría.
Urko Gorriñobeaskoa, Investigador predoctoral. Historia y Filosofía de la Ciencia, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Esta entrada fue modificada por última vez en 01/09/2022 21:59
Ciencia, naturaleza, aventura. Acompáñanos en el mundo curioso.