Si buscamos “alimentos afrodisíacos” en Internet saldrán cientos de miles de entradas sobre el tema. Entre los alimentos a los que se atribuye esta “estimulante” propiedad están el chocolate, las fresas, las ostras o incluso el ajo. ¿Qué hay de cierto? ¿Se trata de otro más de tantos bulos?
Parece que sí. Basta echarle un vistazo a PubMed, una gran base de datos donde están recopiladas todas las publicaciones de investigación en materia de salud. Al buscar “alimentos afrodisíacos”, los resultados son decepcionantes. No hay artículos que demuestren que podemos mejorar nuestra capacidad sexual ni nuestro deseo con los alimentos por mero placer.
Podríamos poner punto y final aquí a este artículo; sin embargo, seguirían los bulos sobre los alimentos afrodisíacos. Así que, veamos qué dice la investigación exactamente.
Desde hace siglos el chocolate tiene la fama de aumentar la libido e incluso de aumentar la fertilidad. Dos artículos de investigación han puesto a prueba esta reputación.
Concretamente, un pequeño estudio realizado en el norte de Italia con 153 mujeres en 2006 analizó el efecto del chocolate sobre el Índice de Función Sexual Femenina. No se encontraron diferencias entre aquellas mujeres que comían chocolate y las que no. Es decir, el chocolate no tenía efecto afrodisíaco.
Otro estudio reciente (2021) realizado en California incluyó a 723 hombres y mujeres mayores de 20 años. Paradójicamente, las mujeres que comían chocolate con más frecuencia indicaron sentir menor interés sexual. Y lo mismo sucedía con hombres menores de 55 años.
En cuanto a las fresas, no hay estudios de sus efectos sobre la función sexual. Por el contrario, algo hay acerca de las ostras, aunque ninguno en humanos.
Concretamente, los estudios en ratones macho con diferentes preparaciones de ostras (carne, péptidos) han mostrado aumento de la testosterona en sangre y mejora de algunos parámetros de deseo y excitación sexual. Así que, por el momento, sigue sin estar demostrado que una cena a base de ostras garantice una noche de pasión entre humanos.
En cuanto al ajo, estudios en roedores macho muestran variaciones en los niveles de testosterona; sin embargo, esta aumenta o disminuye dependiendo del estudio.
Así podríamos continuar de forma indefinida buscando cada uno de los muchos alimentos a los que se les atribuye una propiedad afrodisíaca. El resultado sería similar: ningún alimento ha demostrado efectos afrodisíacos en humanos.
En cuanto a los nutrientes, solo del zinc se ha corroborado que contribuye a la fertilidad y reproducción normales, y al mantenimiento de niveles normales de testosterona. En definitiva, sigue sin ser lo que esperábamos.
En la actividad sexual de hombres y mujeres está implicada toda una colección de neurotransmisores y hormonas. Entre ellos, dopamina, noradrenalina, serotonina, testosterona, estrógenos, oxitocina y cortisol.
La disfunción sexual afecta a varios millones de personas en España. Se estima que un tercio de las mujeres premenopáusicas padecen alguna forma de esta. En cuanto a los hombres, son entre 1,5 y 2 millones los afectados por la disfunción eréctil. Cáncer, diabetes, medicación, hipertensión, problemas cardiovasculares o depresión son algunas de sus causas en ambos sexos.
La aprobación del medicamento llamado Viagra (sildenafil) para su uso en humanos en 1998 supuso un antes y un después en el tratamiento de las disfunciones sexuales. Después le siguieron Cialis (tadalafilo) y Levitra (vardenafilo). Hubo que esperar hasta 2015 a que se aprobara en Estados Unidos el equivalente para mujeres, Addyi (flibanserina). Y en 2019 le siguió Vyleesi (bremelanotide).
También se están investigando los efectos de extractos de plantas como tratamiento para la disfunción sexual. Algunas de estas plantas son el ginseng, el tongkat ali, abrojo (Tribulus Terrestris), maca y muira puama. Sin embargo, una revisión reciente evaluó estas y otros cinco “afrodisiacos” y solo la L-arginina ha demostrado mejorar la función eréctil.
Para quienes sufren algún tipo de disfunción sexual, conseguir placer supone un hito para el que necesitan medicación. La investigación en este campo se dedica a ayudarles a superar esta limitación. Por lo tanto, es comprensible que no se le preste atención al aumento del placer de personas sin ningún tipo de disfunción sexual. Tal vez incluso sea una frivolidad pretenderlo.
Ana Belén Ropero Lara, Profesora Titular de Nutrición y Bromatología - Directora del proyecto BADALI, web de Nutrición. Instituto de Bioingeniería, Universidad Miguel Hernández
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Esta entrada fue modificada por última vez en 21/01/2022 12:44
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