Permitámonos un momento de descanso, pongámonos cómodos y viajemos con la mente a la Amazonia. Nos encontramos en la selva peruana rodeados de chacruna u otros arbustos del género Psychotria viridis. Bajo nuestros pies se siente el crujido de las hojas de Diplopterys cabrerana. Sobre nuestras cabezas sobrevuelan las lianas de bejuco (Banisteriopsis caapi).
Los habitantes del lugar hablan un idioma que no conocemos, el quechua. Pero repiten una palabra que sí nos resulta familiar, ayahuasca, una bebida utilizada por muchas comunidades indígenas con fines medicinales.
Su significado es claro: aya (espíritu, muerto) y waskha (liana, soga). La “liana de los muertos” que conecta ambos mundos, ya que la soga permite que el espíritu abandone el cuerpo sin necesidad de morir. Sin embargo, recibe otros muchos nombres, como yagé, caapi, mariri, natema, pildé o “vino de los espíritus”.
La ayahuasca es un té cuyo ingrediente principal es la liana (Banisteriopsis), una planta que aporta altas concentraciones de unas sustancias llamadas beta-carbolinas, que inhiben a las enzimas estomacales.
La corteza o tallos triturados de la liana se hierven junto con las hojas de Psychotria o las de Diploterys. Son precisamente esas hojas las que contienen una sustancia alucinógena llamada dimetiltriptamina o DMT.
Al consumir ayahuasca, las beta-carbolinas protegen a la DMT de ser degradada en el estómago, de manera que pueda llegar al cerebro y ejercer su acción en el sistema nervioso central. Esta combinación de plantas en una única infusión es un logro increíble del conocimiento etnofarmacológico de las culturas indígenas amazónicas. Y surge de la combinación de la acción protectora de las beta-carbolinas frente a las enzimas del estómago, junto con el efecto psicoactivo de la DMT.
Además del uso ceremonial que le han dado a la ayahuasca, las tribus indígenas amazónicas también han utilizado esta bebida durante siglos con fines medicinales. Sin embargo, su uso en investigación biomédica no se ha producido hasta el desarrollo de la medicina nuclear y la mejora de técnicas neurofisiológicas.
La avances en investigación científica han permitido identificar, en personas consumidoras de ayahuasca, las estructuras cerebrales sobre las que actúa este brebaje y los cambios en la actividad neuronal que se producen tras su consumo. Al actuar sobre zonas clave de la corteza de asociación (encargada del pensamiento, la conducta emocional, la percepción), la ayahuasca modifica el flujo de información en el cerebro induciendo cambios en la cognición. Por esta razón, la singularidad de la ayahuasca es su capacidad de proporcionar una nueva perspectiva de la realidad.
Los resultados obtenidos de diferentes estudios muestran un posible efecto terapéutico a la hora de regular las emociones y las capacidades de atención. Concretamente, podría ser una herramienta muy valiosa en el tratamiento de las adiciones, en personas con tendencias suicidas o en pacientes que sufren trastornos psiquiátricos basados en un desorden emocional, como la depresión.
Desde hace algunos años, un grupo de científicos españoles ha centrado sus investigaciones en averiguar el posible uso de la ayahuasca como agente neurogénico.
Pero, antes de seguir, ¿qué es la neurogénesis? Es el proceso por el cual se forman nuevas neuronas en el cerebro a partir de células madre. Su actividad es especialmente intensa durante el desarrollo embrionario, pero cuando crecemos su acción decae.
Aún así, nuestro cerebro adulto tiene toda la maquinaria celular necesaria para la formación de nuevas neuronas, pero no la utiliza de manera regular. Si lo hiciera, podríamos curar patologías como el alzhéimer o el párkinson, que se caracterizan por la muerte de determinadas neuronas.
El posible uso de la ayahuasca como agente neurogénico pretende “despertar” a las células madre neurales en el adulto y “convencerlas” de que formen nuevas células nerviosas. Eso permitiría reponer las neuronas que mueren como consecuencia de las enfermedades neurodegenerativas.
El primer estudio que realizaron fue un análisis del efecto neurogénico de las beta-carbolinas que hay en la liana B. caapi, con la que se prepara la infusión. Sus resultados revelaron que dichas sustancias son capaces de activar a las células madre neurales, estimulando la producción de nuevas neuronas.
Otro estudio reciente demuestra que la DMT contenida en las hojas que se usan para la preparación de ayahuasca también induce la producción de nuevas neuronas en ratones. Este hecho se traduce en una mejora en las capacidades cognitivas de los animales tal y como reflejan los estudios de comportamiento.
Uno de los inconvenientes del uso terapéutico de la DMT es su efecto alucinógeno, el cual se produce cuando esta sustancia se une a receptores cerebrales de tipo serotoninérgico. Lo realmente interesante de este estudio es que demuestra que la DMT estimula la formación de nuevas neuronas a través de un receptor distinto al serotoninérgico. De esta manera se evitarían las alucinaciones.
Esto facilita enormemente su futuro uso en terapia, permitiendo que “el vino de los espíritus” pueda ser consumido sin efectos secundarios por los humanos.
José A. Morales García, Profesor e Investigador Científico en Neurociencias., Universidad Complutense de Madrid
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Esta entrada fue modificada por última vez en 08/01/2022 09:37
Ciencia, naturaleza, aventura. Acompáñanos en el mundo curioso.