La meteorología suscita curiosidad y, en algunos casos, verdadera pasión. Sin embargo, a veces no se usan con propiedad palabras comunes como tornado, huracán o ciclogénesis explosiva.
Algunos términos como chemtrails se han popularizado y ni siquiera existen; otros pueden sonar a ciencia ficción, como Fata Morgana, Fuego de San Telmo, lluvia de sangre y nieve sandía, pero son reales.
La población quiere información sobre meteorología. Cada vez hay más demanda social sobre el conocimiento del tiempo atmosférico y, en particular, sobre los desastres naturales que suponen la pérdida de vidas humanas.
Sin embargo, sobre las observaciones atmosféricas singulares y otros fenómenos hay mayor ignorancia. La mitología, las creencias y las pseudociencias han estado muy presentes en la popularización de algunos términos.
“Las redes sociales dan alas a ciertas teorías pseudocientíficas como la de los chemtrails o las avionetas antilluvia. Por eso nos esforzamos en nuestra web, nuestro blog y nuestras redes en divulgar un conocimiento riguroso sobre el tiempo y el clima”, declara a Sinc Delia Gutiérrez Rubio, meteoróloga de la Agencia Estatal de Meteorología, AEMET.
También se han generalizado expresiones como la gota fría y la ciclogénesis explosiva, “pero su significado no se traslada bien a la gente y se acaban usando inapropiadamente”, argumenta la experta.
Gutiérrez Rubio es una de las autoras de la ‘Guía de fenómenos meteorológicos recogidos en el Sistema de Notificación de Observaciones Atmosféricas Singulares, SINOBAS’. Este trabajo aglutina los sucesos que más se repiten dentro de un proyecto de ciencia ciudadana. La web cuenta con más de mil usuarios registrados que recopilan los eventos singulares que afectan a España.
Algunos de los sucesos extraños que recogen los científicos ciudadanos en la web de SINOBA, y otros que se conocen desde antiguo y han sido difundidos por la cultura popular son estos.
Las nubes asperitas son muy llamativas, casi sobrenaturales. Son la última incorporación al Atlas Internacional de Nubes de la Organización Meteorológica Mundial. Se añadieron en 2015. Las asperitas se producen mediante la formación de estructuras onduladas en la parte inferior de la nube. Por lo general, estas formaciones surgen en un patrón caótico, pareciendo casi la superficie de un mar embravecido al ser vistas desde tierra. De ahí su nombre en latín, ya que «asperatus» significa áspero o irregular.
Asperitas (formerly known as Undulatus asperatus) appear dark and storm-like, but they almost always dissipate without a storm forming https://t.co/xpoxBnerED [these ones were photographed by Johannah McKinney Cheek over Kentucky in 2015: https://t.co/51KI3Agvdm] pic.twitter.com/mlYWJabzm7
— Massimo (@Rainmaker1973) January 9, 2022
Muchos están asociados a vientos intensos y a sucesos marítimos locales como las rissagas, los oleajes de rompiente o las variaciones transitorias del nivel del mar. Rissaga es el nombre mallorquín con el que se conoce a los meteosunamis. Este suceso tiene lugar en algunas calas y puertos de islas Baleares, y consiste en oscilaciones extraordinarias del nivel del mar que llegan a alcanzar los dos metros de amplitud en períodos de diez minutos.
Una nube rodillo o de tubo es la que gira sobre sí mismas en forma de rodillo, apareciendo normalmente en zonas costeras o de grandes lagos. Es una de las más exóticas del mundo y hacen presagiar un buen chaparrón.
Las precipitaciones súbitas torrenciales son lluvias intensas de origen convectivo que provocan inundaciones repentinas. Pueden dar lugar a riadas y desbordamientos muy imprevisibles y violentos. La precipitación engelante provoca gotas de lluvia que se congelan al llegar al suelo y cubren los objetos sobre los que se exponen.
Están asociados a tormentas fuertes. Son corrientes originadas dentro de las nubes que pueden llegar al suelo y suponen desplomes de aire frío que llegan a causar vientos localmente muy fuertes y tan destructivos como los tornados.
Estos tipos de remolinos pueden llegar a ser espectaculares. Las tolvaneras toman forma a través del polvo, arena y residuos, y se desarrollan en la capa inferior de la atmósfera, sin una conexión directa con una nube convectiva. Las tubas o ‘nubes-embudo’ tienen forma de cono o tubo y giran rápidamente, colgando de una nube convectiva. El vórtice de racha, conocido como gutsnado, es un remolino que se origina en el frente de racha de una tormenta.
Tolvanera en el sur de Gran Canaria
Olcina dedicó un estudio a las lluvias de barro o sangre, un fenómeno que tiene lugar en la Península y que se ha relatado desde épocas bíblicas. Este tipo de lluvias son propias de las condiciones climáticas de la fachada mediterránea peninsular. Se conocen como lluvias de fango o de sangre. Las precipitaciones se producen debido a la combinación de una nube de polvo sahariano en suspensión y la inestabilidad meteorológica provocada por borrascas.
La nieve sandía de color rosa, provocada por unas algas, puede verse en nuestro país en el Pico de la Veleta, en Sierra Nevada
Como indica a Sinc Mar Gómez, meteoróloga de eltiempo.es, la nieve sandía “puede verse en nuestro país en el Pico de la Veleta, en Sierra Nevada”. Se produce cuando la nieve logra adquirir estas tonalidades gracias a la función de filtro solar que tienen unas algas verdes microscópicas, conocidas como Chlamydomonas nivalis, que contienen un pigmento de color rojo llamado astaxantina. Son seres vivos muy resistentes a las bajas temperaturas, de ahí que se encuentren presentes en estas zonas.
“Este fenómeno, por muy atractivo que parezca, es un peligro porque esa decoloración de la nieve hace que absorba la radiación solar en vez de reflejarla, como normalmente ocurre, acelerando hasta un 13% el proceso de derretimiento”, apunta Gómez.
Nieve sandía /Wikipedia
También los marineros han puesto nombres a las corrientes de aire y otro tipo de sucesos relacionados con la meteorología. Estos varían según la zona en la que trabajen y, por ser sugerentes, han sido recogidos hasta en obras de ficción.
De los más conocidos por este gremio son ‘los 40 rugientes’ o vientos del sur. Temidos por los barcos que surcan las aguas entre los paralelos 40 y 50 del hemisferio sur, son famosos por complicar la navegación al crear grandes corrientes, fuertes vientos y ráfagas muy violentas.
Según revela el físico José Miguel Viñas, autor del proyecto Divulgameteo, las denominaciones de vientos bramadores, aulladores y rugientes son un reflejo de los nombres que los marinos han puesto a estos ‘corredores de la muerte’: “Si el término ‘rugientes’ nos da una idea del ruido que produce la mar agitada en combinación con el viento entre el paralelo 40 y 50 del hemisferio austral, más al sur nos encontramos con ‘los 50 furiosos’, conocidos también como ‘aulladores’. Pero, sin duda, es en el cinturón de borrascas que rodea la Antártica donde localizamos el nombre más expresivo de todos. Allí, en una de las regiones de condiciones meteorológicas más adversas de toda la Tierra, localizamos ‘los 60 bramadores’”.
En Moby Dick se puede leer una clara alusión al Fuego de San Telmo
Toma su nombre de Erasmo de Formia (San Elmo), patrón de los marineros, ya que son numerosos los que afirmaban haber sido testigos de la aparición de lenguas de fuego incandescentes sobre los mástiles de los barcos durante tormentas, acompañados de alteraciones en su brújula, como si de un fenómeno extraño se tratase. En Moby Dick se puede leer una clara alusión a ellos. Este fenómeno tiene su origen en la electricidad estática de la atmosfera y supone una descarga luminiscente sobre un objeto puntiagudo en la cual se desprenden ciertas chispas y destellos por la ionización del aire dentro del campo eléctrico originado por las tormentas.
Fata Morgana es un fenómeno cuyo nombre tiene su origen en la hermanastra del Rey Arturo (Morgan le Fay), que según la leyenda era un hada cambiante. “En meteorología es básicamente un espejismo o ilusión óptica que se debe a una inversión de temperatura”, afirma Mar Gómez, de eltiempo.es. Los objetos se ven reflejados y distorsionados de tal modo que a lo largo de la historia muchos marineros han vislumbrado barcos fantasmas o castillos flotantes.
Fata Morgana. Un ejemplo de imagen que muestra un barco que parece estar flotando sobre el horizonte / Wikipedia
Muchos otros fenómenos atmosféricos siguen sin tener explicación. “La meteorología es una ciencia sujeta a unas leyes físicas bien conocidas, al igual que nuestras limitaciones, ya que se trata de un sistema caótico”, subraya la experta de la AEMET.
“Quizás siempre serán un misterio para nosotros las tormentas. Podemos acotar cada vez más la zona donde hay riesgo, pero dudo que podamos predecir alguna vez exactamente en qué momento van a ocurrir”, concluye Gutiérrez Rubio.
Lo mismo ocurre con los ciclones tropicales o los terremotos. “Conocemos las condiciones para que se formen, pero no por qué una estructura inestable tropical puede desembocar en un huracán. La propia formación de la lluvia y de las nubes es un fenómeno que nos parece sencillo de entender y, sin embargo, no existe aún una teórica única que permita explicarlos en todos sus aspectos. Y si nos vamos a fenómenos naturales extremos, como los terremotos, seguimos sin poder predecir la formación de un movimiento sísmico”, asevera Olcina.
A menudo, la cultura tradicional de cada región acuña nombres peculiares a estos sucesos. Para el viento, por ejemplo, según las singularidades de la zona se denomina cierzo en el valle del Ebro, terralen la costa de Málaga, levante en las proximidades del Estrecho o tramontana en Cataluña y Baleares.
Asimismo, la escala internacional de intensidad de Beaufort se basa en las denominaciones populares más extendidas en cuanto a la velocidad de viento, con denominaciones como flojito, ventolina, bonacible o frescachón, aunque se suele usar más su equivalente en niveles de fuerza (ventolina equivale a fuerza 1, flojito a fuerza 2, bonacible a fuerza 4 y frescachón a fuerza 7).
“A lo largo de la historia de la humanidad se han ido dando nombres a aquellos fenómenos que afectaban a la vida cotidiana, puesto que de ellos dependía el alimento, la vivienda, las actividades económicas y los medios desplazamientos en barcos, globos… Primero se produce una ‘popularización’ de los nombres, que luego la ciencia se encarga de valorar y en su caso, validar o proponer otras denominaciones. Así ha ocurrido con los vientos y también con las nubes”, asegura Olcina.
Hasta comienzos del siglo XIX no existía una clasificación científica de las nubes. Antes la gente otorgaba calificativos a sus formas que aún perviven en los refraneros. La literatura también ha tenido gran importancia al recoger las expresiones populares otorgadas a estos eventos.
Según apunta el presidente de la AGE, en la actualidad el estudio de la climatología tiene una rama de investigación muy activa dedicada a la búsqueda de documentos, que revela pistas sobre las creencias de cada época en materia de meteorología. “La ciencia luego otorga valor y rigor a la explicación de estos sucesos, pero no sería posible sin saber lo que desde antiguo las sociedades han pensado y plasmado en sus escritos sobre ellos”, concluye.
Esta entrada fue modificada por última vez en 23/03/2022 11:43
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