A comienzos de 2024, un espeleólogo que utilizaba Google Earth para explorar la llanura de Nullarbor, ubicada en el sur de Australia, detectó una peculiar formación: una extensa cicatriz que marcaba el paisaje árido. Este hallazgo, aparentemente fortuito, dio inicio a una investigación que pondría al descubierto un fenómeno natural de gran magnitud y, hasta entonces, desconocido.
La cicatriz, visible desde el espacio, medía 11 kilómetros de largo y hasta 250 metros de ancho. Se trataba de una línea ondulante que corría principalmente de oeste a este, con una notable forma de «V» en un punto. Este intrigante rastro captó la atención de científicos de la Universidad Curtin, en Perth, bajo la dirección del geocientífico Matej Lipar, quienes se propusieron desentrañar su origen.
Tras analizar detalladamente imágenes satelitales históricas y datos climáticos, los expertos llegaron a una conclusión inesperada: la cicatriz era la huella de un tornado de gran potencia que había pasado desapercibido. Este descubrimiento destacó la intensidad de los fenómenos meteorológicos que pueden ocurrir en regiones remotas y poco estudiadas.
Lipar, en un artículo publicado en The Conversation, subrayó: «Sin las capacidades tecnológicas actuales, este impactante ejemplo de la fuerza de la naturaleza habría pasado desapercibido».
Mediante un estudio de las marcas cicloidales presentes en la cicatriz, el equipo evaluó la intensidad, la dirección y la velocidad de los vientos. Determinaron que el tornado tuvo lugar entre el 16 y el 18 de noviembre de 2022, en un período donde un frente frío y un sistema de baja presión afectaron la zona. A pesar de su fuerza, no se registraron daños ni testimonios directos debido al aislamiento y la baja densidad de población de Nullarbor.
Dieciocho meses después del evento, los investigadores visitaron el lugar y confirmaron que la cicatriz aún era claramente visible tanto desde el aire como a nivel del suelo. Allí identificaron unas formaciones específicas llamadas «marcas cicloidales», patrones en forma de bucles oscuros causados por los vórtices de succión del tornado, lo que evidenció su naturaleza excepcional.
El análisis sugirió que este tornado alcanzó una categoría F2 o F3 en la escala Fujita, con vientos superiores a los 200 km/h. Según los cálculos, duró entre 7 y 13 minutos, avanzando hacia el este en línea con el desplazamiento del frente frío.
Sin embargo, algunos expertos han expresado reservas. John Allen, meteorólogo de la Universidad Central de Michigan, comentó a la Australian Broadcasting Corporation que los tornados de estas categorías son inusuales en Australia y suelen estar asociados a tormentas más duraderas e intensas. A pesar de ello, reconoció que las marcas cicloidales son una prueba innegable de que un tornado afectó la región.
Hasta ahora, solo se han registrado tres tornados en la llanura de Nullarbor, todos ellos en el mes de noviembre. No obstante, los investigadores creen que estos eventos podrían ser más frecuentes, pero permanecen indocumentados debido al aislamiento geográfico de la zona.
Este caso resalta el valor de las imágenes satelitales para identificar y analizar fenómenos naturales en áreas remotas y deshabitadas. Según Lipar, combinar estas herramientas con tecnologías como el aprendizaje automático podría ayudar a descubrir eventos similares que han pasado desapercibidos.
En su estudio, publicado en el Journal of Southern Hemisphere Earth Systems Science, Lipar enfatizó: «Este hallazgo nos recuerda que la naturaleza puede sorprendernos en cualquier momento y lugar, incluso en la era de los avances tecnológicos». También refuerza la idea de que aún quedan muchos secretos por desvelar en el mundo natural.
Esta entrada fue modificada por última vez en 09/12/2024 21:20
Ciencia, naturaleza, aventura. Acompáñanos en el mundo curioso.