Entre los años 1990 y 2000 se produjo una debacle en las poblaciones de buitres en Asia (principalmente en India y Pakistán) que inmediatamente suscitó la preocupación de científicos y conservacionistas. Las poblaciones de tres especies de buitres (Gyps bengalensis, Gyps indicus y Gyps tenuirostris) declinaron en un 95 %. Especies tan abundantes como el buitre dorsiblanco bengalí, con poblaciones estimadas en 80 millones de ejemplares en la década de los 80, casi llegaron al borde de la extinción en solo 20 años.
Determinar las causas que, en menos de una década, habían provocado la práctica extinción de estas tres especies de buitres era una cuestión prioritaria para los científicos. Pero no fue hasta 2004 cuando un grupo de investigadores desvelaron en Nature el causante de la repentina regresión poblacional: el diclofenaco. Este antiinflamatorio no esteroideo (AINE) se utilizaba extensamente en animales domésticos en Asia.
El fármaco ocasionaba un fallo renal en los buitres que ingerían los cadáveres tratados con este medicamento pocas horas después de ser administrado. Morían por gota visceral.
La desaparición de las poblaciones de buitres y, por tanto, de los importantes servicios ecosistémicos que estas especies proporcionan pronto comenzaron a notarse. La acumulación de carroña no consumida provocó la proliferación de perros asilvestrados, ratas… que conllevaron efectos colaterales como el incremento de casos de rabia.
Un estudio realizado en la India cuantificó económicamente el impacto que tuvo la desaparición de las poblaciones de buitres. De acuerdo con los investigadores, los costes anuales de remuneración a médicos y compensación laboral asociada con casos rabia humana transmitida por mordeduras de perros salvajes, implicaban un coste anual de 2,43 mil millones de dólares.
Por otro lado, la comunidad Parsi que proporciona sus muertos a los buitres a través de las denominadas Torres del Silencio se encontró con el problema de que no había buitres suficientes para hacer desaparecer a los cadáveres que se hacinaban en esas ubicaciones. El problema tuvo por tanto, una vertiente ecológica, sanitaria y cultural.
Tras las evidencias aportadas por la comunidad científica, en 2006 se prohibía el diclofenaco en India, Pakistán y Nepal y 4 años más tarde, en 2010, en Bangladesh. La solución era simple porque la prohibición de este medicamento podía ser rápidamente sustituida por otro producto (meloxicam) con las mismas propiedades, pero sin efectos nocivos para las aves. Y efectivamente, en algunos años comenzaron a recuperarse lentamente sus poblaciones.
Pese a todos estos antecedentes, en 2013 se autorizó en España la comercialización del diclofenaco. El asombro de la comunidad científica nacional e internacional, así como los colectivos ecologistas y conservacionistas fue mayúsculo.
Recordemos que España alberga más del 90 % de las poblaciones de buitres de la Unión Europea. Las cuatro especies de aves carroñeras presentes en la península ibérica son el buitre leonado (Gyps fulvus), quebrantahuesos (Gypaetus barbatus), alimoche (Neophron percnopterus) y buitre negro (Aegypius monachus).
Estos animales proporcionan importantes servicios ecosistémicos. Por ejemplo, con respecto a los servicios reguladores (consumo de carroñas), solamente la fracción reproductora de aves carroñeras en España puede llegar a consumir más de 8 000 toneladas de biomasa animal anualmente. Esto puede suponer un ahorro económico estimado en 1,5 millones de euros.
Por otro lado, si se prescinde de los servicios naturales y gratuitos proporcionados por los buitres, solamente el transporte que supone la recogida de cadáveres implica la emisión de 77 000 toneladas de CO₂ en la atmósfera y unos pagos anuales en concepto de seguros para Administraciones y ganaderos que ascienden a 47 millones de euros.
En septiembre de 2020 apareció en Cataluña un buitre negro muerto en el nido. El análisis químico de sus tejidos y los hallazgos postmortem obtenidos en el Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos IREC (CSIC-UCLM-JCCM) determinaron que murió por exposición al diclofenaco.
Anteriormente, cuatro buitres leonados fueron envenenados con flunixin (otro antiinflamatorio) y el seguimiento de los cadáveres de animales disponibles para los buitres en España mostró que algunos cadáveres contenían residuos de tres AINE veterinarios, incluidos el diclofenaco y el flunixin, ambos conocidos por ser tóxicos para los buitres.
Es evidente que las regulaciones destinadas a controlar el método de eliminación de los cadáveres no protegen a los buitres de la exposición a drogas tóxicas. La primera noticia de una muerte por diclofenaco confirma aún más la amenaza que representa este fármaco si permanece en uso veterinario, ya que el cadáver fue localizado gracias al emisor GPS que llevaba. Esto implica que otras muertes pueden no ser detectadas por la dificultad que supone localizar un cadáver en el campo, lo que podría suponer la punta del iceberg de más casos que han pasado desapercibidos hasta la fecha.
Por todos estos motivos, científicos de instituciones europeas hemos publicado una carta en la revista Science para pedir la prohibición del uso veterinario del diclofenaco en Europa.
Según un estudio publicado en 2016, el uso de diclofenaco en el ganado en España podría provocar una tasa de mortalidad anual adicional del 0,9 % al 7,7 % en los buitres leonados, lo que podría suponer una horquilla de 715–6 389 buitres muertos por año.
Las autoridades reguladoras de la UE y España (y otros países europeos) argumentaron que el diclofenaco no entraría en el suministro de alimento para buitres. Existen estrictas restricciones sobre el aprovisionamiento de los puntos de alimentación y comederos para los buitres con cadáveres de animales que hayan recibido medicamentos veterinarios antes de morir.
No obstante, se ha demostrado que, aunque solo un 1 % de las carroñas disponibles estuvieran contaminadas con diclofenaco, podría repetirse un escenario como el ocurrido en Asia. Por tanto, no es necesaria mucha disponibilidad de cadáveres tratados con diclofenaco para tener un impacto importante en su dinámica poblacional.
El buitre negro intoxicado con diclofenaco es la primera especie de buitre no perteneciente al género Gyps¡ que se ha documentado en la literatura científica. Hasta ahora solo se había encontrado en las tres especies de buitres asiáticas y en dos águilas esteparias Aquila nipalensis encontradas muertas en India. Ambas aves tenían residuos de este medicamento en sus tejidos y los mismos signos clínicos de insuficiencia renal observados en buitres del género Gyps intoxicados por diclofenaco.
En la Conferencia de las Partes del Convenio de Especies Migratorias se incluyó al diclofenaco de uso veterinario entre los productos tóxicos que tendrían que prohibirse mundialmente. Existiendo alternativas no nocivas para los buitres como el meloxicam, la solución al problema resulta sencilla. Es tiempo de actuar y no esperar a que ocurran más muertes.
Antoni Margalida, Científico titular, Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC - CSIC - UCLM)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Esta entrada fue modificada por última vez en 25/03/2022 10:00
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