El pez león es una criatura impresionante, hipnotizadora y vistosa que surca lentamente los arrecifes de coral sin ser consciente de su belleza natural. Sin embargo, los devastación que causa en su habitat está diezmando la biodiversidad marina.
El pez león es originario de las cálidas aguas del Pacífico sur y el Índico. Allí se alimenta de gran variedad de presas entre las que se incluyen peces pequeños, moluscos e invertebrados, que atrapa escupiendo chorros de agua para desorientar a sus víctimas antes de comérselas.
La característica más notable del pez león es la cresta de espinas que recorre su espalda y sus aletas, que se abren como un abanico. Estas espinas tienen rayas marrones y blancas, una llamativa coloración de alerta que indica que son muy venenosas, incluso para los humanos, aunque no para sus predadores naturales, como las morenas y los tiburones.
En su hábitat natural, los peces león forman parte de un ecosistema marino que ha evolucionado para funcionar en armonía. Cada una de las especies que lo habitan juega un papel vital. Entonces, ¿cómo se ha convertido el pez león en responsable de los estragos que produce en los océanos?
Desafortunadamente, ha establecido poblaciones fuera de su hábitat natural, como en el sureste de EE. UU., en el Caribe y, más recientemente, en el Mediterráneo. Ha invadido estos mares acosando vorazmente a las especies autóctonas, lo que ha supuesto un incremento notable de peces león en zonas muy amplias.
El primer pez león fue localizado cerca de Florida en 1985, y ya en 2001 se había establecido a lo largo de la costa este de EE. UU., con densidades de más de 100 ejemplares por hectárea. Actualmente, excede en número a los peces autóctonos en muchos lugares, y en partes del Atlántico occidental son cuatro veces más abundantes que en sus zonas de origen.
No se sabe con exactitud cómo las primeras poblaciones de peces león colonizaron otras aguas, pero las teorías van desde la liberación intencionada con fines comerciales hasta la liberación no intencionada provocada por el huracán Andrew, que arrastró al mar ejemplares cautivos en acuarios, o llevados entre las aguas de lastre de las embarcaciones.
Tras llegar a nuevas aguas, el pez león se reproduce a un ritmo asombrosamente alarmante. Es capaz de desovar cada dos o tres días durante todo el año. Los huevos los liberan en aguas abiertas, donde eclosionan y flotan en el plancton antes de asentarse en los arrecifes.
Esto significa que hay millones de potenciales crías circulando con las corrientes marinas, lo que para el pez león supone un alto potencial de diseminación a lo largo y ancho de los mares.
Además de su voraz apetito –su estómago puede expandirse hasta 30 veces su tamaño–, las presas autóctonas no están familiarizadas con el nuevo depredador, que convierte el nuevo entorno en un campo de caza ideal. Con la llegada del pez león, los depredadores autóctonos ven cómo disminuyen sus presas, lo que supone un importante desequilibrio del ecosistema.
El pez león tampoco tiene predadores naturales fuera de su zona de origen que mantendrían controlada su población. Y sigue siendo una incógnita la existencia de predadores que se alimenten de sus huevos o que consuman sus crías.
El único “depredador” que queda, por tanto, es el ser humano y la necesidad de cazarlos selectivamente se está convirtiendo en una prioridad urgente. Ha habido muchas llamadas de atención, tanto desde grupos conservacionistas como desde la industria piscícola, que consideran que la caza selectiva de estas especies invasoras es el único modo efectivo para reducir expansión.
Hay muchas formas de hacerlo. Primero, hay buceadores deportivos que están tratando de mantener las poblaciones bajo control a través de la pesca selectiva. Sin embargo, el veneno natural del pez león hace que los buceadores deban estar especialmente entrenados. Para ello se han creado asociaciones, como la Orden Fraternal de Cazadores del Pez León (FOOLS, por sus siglas en inglés), para ayudar a los buceadores a reducir de forma segura la poblaciones de peces león.
Algunos buceadores están experimentando el uso de trampas para eliminar de forma segura y rápida gran cantidad de ejemplares. En el Caribe, la solución ha venido de investigadores de “Robots al Servicio del entorno” (RSE), que han creado el “Lionfish Terminator”.
Este robot exterminador ha sido desarrollado en un intento de pescar selectivamente, de manera remota, los peces león. Aunque todavía falta mucho para su implantación en los océanos, podría ser una solución para restaurar el equilibrio de los ecosistemas.
Otra forma de controlar el número de peces león es consumirlos. En poco tiempo se han convertido en plato estrella en los menús de algunos restaurantes y también han encontrado su hueco en los lineales de los supermercados. Afortunadamente, esta moda ayudará a reducir las cifras drásticamente, aunque podría ser una solución insuficiente y tardía.
Con el tiempo, como ocurre con todas las especies invasoras, el pez león encontrará su espacio funcional y el equilibrio del ecosistema se restaurará. Pero la invasión actual en el Mediterráneo se ha extendido como una onda a través de la dinámica natural de depredadores y presas, con graves consecuencias para la industria pesquera local y el turismo.
No podemos esperar sentados a que la armonía se restablezca. Necesitamos devolver el equilibrio a los diversos ecosistemas marinos y erradicar esta amenaza, visualmente atractiva, antes de que sea tarde.
Louise Gentle, Senior Lecturer in Behavioural Ecology, Nottingham Trent University y Nicholas Ray, Senior Lecturer, Nottingham Trent University
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Esta entrada fue modificada por última vez en 19/01/2020 15:42