Los estudios universitarios son, en muchas ocasiones, un campo de batalla. Con esta afirmación, tal vez sobreactuada, quiero aludir a los múltiples filtros y debates que cualquier titulación oficial universitaria debe superar para ser ofertada.
Los estudios LGBTIQ+ no son una excepción. ¿Son necesarios estudios específicos al respecto? ¿Por qué no incluirlos como un tema dentro de otros estudios, por ejemplo, los estudios de género? ¿Estamos haciendo falsas promesas a las personas interesadas en cursarlos? ¿Conseguiríamos algo novedoso ofertando titulaciones específicas en estudios LGBTIQ+?
En estos debates, por tanto, el eje fundamental consiste en la justificación de la titulación, es decir, la defensa de su oportunidad y necesidad.
En el caso de un título de máster oficial, las preguntas son muchas y de gran calado ¿Por qué es necesaria la titulación? ¿Qué hueco viene a llenar? ¿Tendrá efectos positivos en la empleabilidad de los estudiantes que la realicen? ¿Existe una demanda empresarial de titulados con ese grado de especialización? ¿Tiene el respaldo de una tradición investigadora en la universidad que propone el título?
En este caso, además, es preciso considerar el impacto social de la titulación, su capacidad para participar en la generación de procesos de cambio y transformación a través de la formación de profesionales con un alto grado de especialización en el área.
En el caso de los estudios LGBTIQ+, todos esos debates son necesarios. Avanzo que la respuesta a todos ellos debe ser positiva.
La primera respuesta afirmativa se refiere a la necesidad de profesionales especializados. Es la primera porque es la más fácil de responder: cada vez son más las empresas que tienen en cuenta la diversidad en la orientación sexual y de género de su plantilla en la gestión de los recursos humanos. Más aún, muchas grandes empresas en España cuentan con una oficina LGBTIQ+ específica o están trabajando en su creación. ¿Por qué? Por muchos motivos: porque es preciso evitar cualquier tipo de discriminación en el interior de la empresa, porque las firmas cada vez más asumen su responsabilidad social, porque es absurdo desperdiciar talento que pueden aprovechar empresas competidoras.
Hay que tener en cuenta que un porcentaje difícil de precisar de la población, pero significativo, pertenece al colectivo LGBTIQ+. Algunos estudios estiman que en España ese porcentaje se sitúa en torno al 7 %, si bien es posible que los estudios por encuesta subestimen esta pertenencia. De hecho, diversas investigaciones establecen el porcentaje en torno al 10 %.
Esta realidad implica que en las sociedades democráticas los ciudadanos y las ciudadanas LGBTIQ+ forman parte natural de todos sus ámbitos, incluidas las familias, los círculos de amistad, todas las profesiones, el mercado de trabajo y la gestión y dirección de las empresas y organizaciones.
Seguramente, los líderes empresariales (y también los líderes en el ámbito de las administraciones públicas y otras entidades) comprenden que la discriminación en dichos ámbitos consiste en tirar piedras contra su propio tejado y, en muchos casos, tal vez en el 10 % de los casos, comprenden en primera persona los procesos y la incidencia de la LGBTIQ-fobia y la discriminación.
Las empresas, por tanto, han comprendido la importancia que puede tener una especialización en este ámbito en la gestión de sus entidades.
Las universidades tienen la obligación de detectar este tipo de procesos y poner en marcha el diseño de titulaciones que puedan dar respuesta a la demanda empresarial.
La realidad es que la empleabilidad de un conjunto amplio de profesionales pertenecientes a diversos campos (sociología, economía y empresariales, psicología, humanidades, trabajo social, educación, ciencias jurídicas, gestión y administración pública, historia…) puede verse mejorada porque existe una demanda en el mercado de trabajo de profesionales que, a su titulación de origen, añadan formación especializada en los estudios LGBTIQ+. Los estudios de máster son el ámbito más adecuado para realizar esta labor.
Además, la investigación que se inscribe en los estudios LGBTIQ+ está ganando protagonismo. El ámbito académico universitario se sustenta en la docencia, pero también, y de manera protagonista, en la investigación.
En este sentido, las publicaciones de impacto en revistas científicas especializadas son cada vez más numerosas, y el número de personal docente e investigador que se ha especializado en estudios LGBTIQ+ es también cada vez más relevante.
Es cierto que los estudios de género son el origen de esta línea de investigación, pero no es menos cierto que desde hace un par de décadas los estudios LGBTIQ+ se han diferenciado, de facto, de dicha línea y cada vez más constituyen una contribución a la comprensión de la diversidad sexogenérica. La masa crítica existe.
En estas condiciones, las universidades españolas están totalmente legitimadas para realizar una oferta específica de formación especializada en estudios LGBTIQ+; una oferta que llene el hueco -el vacío- existente en España y en gran medida, en Europa, de la misma forma que universidades de gran prestigio en Estados Unidos llenaron en los años noventa el hueco que allí existía.
Llenar ese vacío no solo se justifica por la pertinencia académica y laboral de la especialización. Dejamos para el final la responsabilidad social de las universidades, no por su carácter residual, sino por su importancia vital, con la esperanza de que el lector mantenga en su memoria este aspecto: la oferta de una titulación especializada en estudios LGBTIQ+ es en sí misma una declaración de la necesidad social de eliminar cualquier tipo de discriminación, exclusión o segregación basadas en la diversidad sexogenérica.
A corto plazo, contribuir a que las personas que quieran manejar las categorías bolleras y maricones se vean obligadas a hacerlo en el terreno íntimo de sus pensamientos, sabiendo que su expresión abierta en nuestras organizaciones públicas y privadas será objeto de censura.
A largo plazo, conseguir que las mentalidades dejen de utilizar esas categorías de pensamiento para comprender las relaciones sociales.
La formación especializada en estudios LGBTIQ+ contribuirá a este empeño de la misma forma que la formación especializada en equidad entre hombres mujeres contribuye a reducir las conductas sexistas.
Se trata de formar profesionales y líderes cuya acción cotidiana en su ámbito genere un estilo de gestión de la diversidad que redunde en beneficios para las organizaciones y para la sociedad en general.
No debiera llamar la atención la existencia de una oferta de estudios LGBTIQ+, sino más bien lo contario: lo llamativo hasta este momento es la ausencia de dicha oferta. No en vano, numerosas comunidades autónomas han generado leyes específicas para prevenir la LGBTIQ-fobia y llevar a las entidades y administraciones públicas a modificar sus sistemas de gestión para hacerlos compatibles con la diversidad en el ámbito de las identidades de género.
El sistema educativo tiene la responsabilidad y la obligación legal de crear entornos respetuosos con la identidad de las personas en todos sus sentidos.
En el ámbito universitario ya son numerosas las casas de estudio que han puesto en marcha estructuras de gestión para conseguir este cambio.
En el ámbito privado, las empresas se están alineando claramente con el objetivo de gestionar adecuadamente la diversidad y, en concreto, de gestionar adecuadamente la diversidad sexual y de género.
Existen ya iniciativas que ponen en contacto universidad y empresa y en las cuales las universidades y las empresas colaboran para diseñar dispositivos adecuados para dicha gestión. Dicho de otra forma, el mercado de trabajo comienza a reclamar ya profesionales con una formación especializada.
Teniendo en cuenta todo esto, la tentación del que escribe estas líneas consiste en borrar el título de estas reflexiones y sustituirlo por uno que diga: ¿Por qué los estudios LGBTIQ+ han tardado tanto en impartirse en las universidades españolas?
Esteban Sánchez Moreno, Profesor Titular de Sociología, Universidad Complutense de Madrid
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Esta entrada fue modificada por última vez en 17/05/2021 13:58