A mediados del siglo II a.e.c. el astrónomo y matemático Hiparco observaba el cielo desde su observatorio de la isla de Rodas. Medía la posición de las estrellas con una esfera armilar que él mismo había perfeccionado. Su objetivo era elaborar un catálogo de estrellas lo mas preciso y amplio posible. De cada estrella registraba su posición mediante dos coordenadas (similares a la longitud y la latitud geográficas), y su magnitud (brillo aparente). Así, con la minuciosidad de los sabios, Hiparco creó el primer mapa conocido del cielo nocturno. Aquel mapa de estrellas se perdió, pero no para siempre.
Al medir la posición de Spica (Alfa Virginis), la estrella más brillante de la constelación de Virgo, se percató de que se había desplazado unos 2º de latitud respecto a la posición registrada por Timocares y otros astrónomos hacía casi dos siglos. Quizás pensó que era un error de medida, pero la misma desviación sistemática se daba en otras estrellas, como Regulus (Alfa Leonis) en la constelación de Leo.
Este hecho cuestionaba la idea de que las estrellas eran puntos de luz fijos sobre una esfera (mas tarde conocida como la octava esfera), con la Tierra en el centro. La explicación que encontró Hiparco es que la esfera de las estrellas no está anclada, sino que se mueve muy lentamente como si fuera una peonza. El eje de la peonza forma un ángulo respecto de la vertical (oblicuidad de la eclíptica) que Hiparco estimó en 23°40’, con un error menor a 3’ del que tenía en esa época, que es de una precisión sorprendente.
Sin este movimiento, al cabo de un año solar o año trópico las estrellas estarían exactamente en el mismo sitio, pero, como no es así las estrellas se desplazan en un ciclo que dura aproximadamente 26 000 años.
Pensemos en la estrella Polar. Ahora marca (casualmente) aproximadamente el Norte, pero eso no será así siempre. Dentro de unos milenios el Norte lo marcará Vega. Ese movimiento se conoce como precesión de los equinoccios.
Hiparco dedujo que si tenemos la posición de una estrella y queremos saber su posición pasada o futura en un periodo largo de tiempo, hemos de hacer una corrección en longitud de un poco menos de 1⁰ por siglo.
De esta forma Hiparco daba el criterio a seguir para que su catálogo se pudiera utilizar en cualquier momento del pasado y del futuro.
El catálogo de Hiparco contenía unas 850 estrellas. El problema es que no se conserva. De hecho, sobre él solo nos han llegado los comentarios a un poema astronómico de Arato. Pero por referencias secundarias sabemos que Hiparco inventó la hora y la trigonometría.
Más de 200 años después de Hiparco, otro gigante de la Astronomía y de las Matemáticas, Claudio Ptolomeo, escribió en Alejandría (norte de Egipto) uno de los libros mas influyentes de la historia, conocido como el Almagesto.
El Almagesto incluye un catálogo de 1 022 estrellas, conocido como catálogo de Ptolomeo. Algunos astrónomos sospecharon que la posición de la mayoría de ellas habían sido copiadas del catalogo de Hiparco, y quizás hoy tengamos una prueba que nos permita responder si es cierto.
Las gemelas Agnes Smith Lewis y Margaret Dunlop Gibson, especialistas en estudios bíblicos, habían adquirido en diversas compras, realizadas entre 1895 y 1906, lo que se conoce como Codex Climaci Rescriptus (CCR) que contiene una traducción siriaca de la Κλίμαξ θείας ανόδου (‘Escalera del divino ascenso’ o Scala Paradisi) de Juan Clímacos. Y el espectacular hallazgo es que se trata de un palimpsesto, es decir, contiene un texto oculto, en este caso textos bíblicos escritos en una variedad del arameo.
Recientemente (octubre 2022) se ha descubierto que bajo ese texto oculto en arameo subyace otro en griego. Así lo ha revelado una análisis de imágenes multiespectrales (Journal for the History of Astronomy). Y la sorpresa ha sido que corresponde parcialmente al desaparecido catálogo de estrellas de Hiparco.
Los autores del artículo han combinado estos datos con lo poco que se conservaba del catalogo en el Aratos y lo han comparado con el catálogo de Ptolomeo. Para ello han tenido en cuenta que Hiparco utilizaba coordenadas ecuatoriales y Ptolomeo coordenadas eclipticas y que el Catálogo de Hiparco refleja la posición de las estrellas el año 129 a.e.c. y la del de Ptolomeo corresponde al año 138 e.c.
En la tabla se muestran algunos resultados. Se comparan la ascensión recta y la codeclinación de Hiparco con el Almagesto (Alm) de Ptolomeo.
Las diferencias son muy pequeñas. Los datos de Hiparco parecen más precisos que los de Ptolomeo, y todos parecen estar dentro de un error menor a 1⁰, que es menos del diámetro de dos lunas llenas.
Para obtener esta precisión, además de medir los ángulos se tiene que estimar la hora. En ese época la forma de medir el tiempo era muy imprecisa y faltaban 1 800 años para la invención del telescopio (1609). La conclusión a la que llegan los autores del artículo es que Ptolomeo compuso su catálogo de estrellas combinando varias fuentes, incluido el catálogo de Hiparco, sus propias observaciones y, probablemente, las de otros autores.
El catálogo de Ptolomeo formaba parte de su libro Sintaxis matemática (αθηματικὴ Σύνταξις), que se tradujo del original griego al árabe en el siglo IX con el título Al-Majisti (El más grande) o Almagesto. Fue mejorado en el mundo árabe, fundamentalmente por el astrónomo persa al-Ṣūfī (903–986), o Azophi en forma latinizada. A él y a otros astrónomos árabes les debemos el nombre de muchas de las estrellas con nombre propio que hoy conocemos. Fue prácticamente desconocido en Europa hasta que Gerardo de Cremona lo traduce del árabe al latín en Toledo (c. 1175).
J. Guillermo Sánchez León, Modelización matemática. IUFFyM, Universidad de Salamanca
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Esta entrada fue modificada por última vez en 22/02/2023 21:59
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