Las auroras boreales y australes, también conocidas como las luces del norte y del sur, son uno de los fenómenos naturales más impresionantes y misteriosos que nuestro planeta tiene para ofrecer. Sin embargo, detrás de su belleza deslumbrante se esconde una compleja interacción de partículas cargadas, campos magnéticos y la atmósfera terrestre.
Las auroras se deben a la presencia de partículas cargadas eléctricamente, eyectadas desde el sol en lo que se conoce como el viento solar. Estas interactúan con los gases de las capas superiores de la atmósfera terrestre, generando espectaculares efectos de luz y color. Pero, ¿cómo llegan a la atmósfera terrestre y qué las hace brillar con tanto esplendor?
El campo magnético de la Tierra juega un papel crucial en esta narrativa cósmica. La velocidad del viento solar a menudo se asocia con los agujeros coronales en el Sol, que permiten que las partículas cargadas escapen por las líneas abiertas del campo magnético. A medida que estas partículas se acercan a la Tierra, la magnetosfera, una capa de la atmósfera que actúa como escudo protector, entra en acción. Este escudo desvía la mayoría de las partículas, formando los cinturones de Van Allen, una serie de regiones donde las partículas se acumulan alrededor de la Tierra.
La verdadera magia comienza cuando estas partículas cargadas interactúan con los átomos y moléculas en la atmósfera. Durante estas colisiones, los electrones de los átomos de nitrógeno y oxígeno ascienden a un estado energético superior, «excitado». Cuando estos electrones regresan a sus niveles de energía normales, emiten en forma de fotones de luz con distintas longitudes de onda, creando así los colores característicos de las auroras.
Dependen de la especie atómica que es excitada por las partículas del viento solar y del nivel de energía que alcanzan. El oxígeno atómico es responsable de los colores verde y amarillo que predominan en la mayoría de las auroras polares, mientras que el nitrógeno produce una luz azulada. Las moléculas de nitrógeno, por su parte, suelen ser responsables de la coloración roja y púrpura de los bordes más bajos de las auroras y de las partes más externas curvadas.
Auroras en latitudes medias: un regalo extraordinario
Las auroras se han asociado principalmente con regiones polares, donde son más comunes y espectaculares. La AEMET destaca que estos deslumbrantes fenómenos no se limitan a las zonas más septentrionales y australes de la Tierra. Durante una tormenta geomagnética fuerte, como la que se produjo recientemente, muchas más partículas de plasma, contenidas en el viento solar, rodean la Tierra y modifican el campo magnético terrestre.
Si esta modificación es lo suficientemente intensa, puede generar auroras visibles en latitudes medias, lo que permite a una audiencia más amplia disfrutar de este espectáculo celestial.
Este fenómeno natural sigue siendo una fuente constante de asombro y un recordatorio de la complejidad de la interacción entre la Tierra y el Sol. A medida que continuamos explorando la ciencia detrás de las auroras, no podemos evitar maravillarnos ante la belleza que estas luces en el cielo nos regalan, una hermosa lección de física y química en acción.
Ya sea en el Ártico o en latitudes medias, las auroras nos recuerdan la magnífica danza cósmica que ocurre sobre nuestras cabezas cada vez que el Sol y la Tierra interactúan en este eterno y mágico espectáculo de luces en el cielo nocturno.
Esta entrada fue modificada por última vez en 06/11/2023 13:43
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