La misión Juno de la NASA ha dado un paso crucial para resolver el enigma de Ío, la luna más volcánica del Sistema Solar. Un nuevo estudio revela que sus volcanes no están alimentados por un océano global de magma, sino por cámaras de esta localizadas bajo la superficie. Este hallazgo redefine lo que se sabe sobre el interior de este objeto celeste único y tiene implicaciones significativas para la comprensión de otras lunas y planetas.
Ío: el gigante volcánico del Sistema Solar
Ío, con un tamaño comparable al de la luna terrestre, orbita a una distancia extrema de Júpiter. Su cercanía al gigante gaseoso y su órbita elíptica generan una interacción gravitacional intensa, conocida como flexión de mareas. Este fenómeno provoca fricción interna, generando calor suficiente para derretir partes de su interior y alimentar más de 400 volcanes activos. Estas estructuras no solo expulsan lava de manera constante, sino que también producen enormes penachos de material volcánico que cubren su superficie.
Desde su descubrimiento en 1610 por Galileo Galilei, Ío ha fascinado a los científicos. Sin embargo, no fue hasta 1979 que se confirmó su intensa actividad volcánica, gracias a una imagen capturada por la misión Voyager 1 de la NASA.
Hallazgos revolucionarios de la misión Juno
Durante dos sobrevuelos cercanos en diciembre de 2023 y febrero de 2024, la sonda espacial Juno pasó a solo 1500 kilómetros de la superficie de Io. Utilizando datos de alta precisión obtenidos a través de la Red de Espacio Profundo de la NASA, los científicos midieron las alteraciones gravitacionales de la luna sobre la nave, lo que permitió modelar su estructura interna.
El análisis reveló que, aunque las fuerzas de marea generan calor interno significativo, Ío no posee un océano global de magma, como se había postulado previamente. En cambio, los volcanes son alimentados por cámaras de magma independientes, distribuidas de manera localizada bajo la superficie.
“Este descubrimiento nos obliga a reconsiderar cómo funcionan las fuerzas de marea en cuerpos planetarios,” explicó Ryan Park, coautor del estudio publicado en Nature. “Además, arroja luz sobre procesos similares en otras lunas como Europa y Encelado, e incluso en exoplanetas y supertierras.”
El hallazgo no solo redefine el conocimiento sobre Ío, sino que también influye en el estudio de otros mundos con actividad geológica extrema. Lunas como Europa, que tiene un océano bajo su superficie helada, podrían mostrar patrones de deformación similares, ayudando a los científicos a comprender mejor la dinámica interna de estos cuerpos.
Próximos pasos para Juno
La misión Juno continúa recopilando datos valiosos en el sistema joviano. Su próximo sobrevuelo de Júpiter está programado para el 27 de diciembre de 2024. Desde que llegó al planeta en 2016, la nave ha recorrido más de 1000 millones de kilómetros, proporcionando información sin precedentes sobre Júpiter, sus lunas y su entorno.
La investigación de Ío representa un avance significativo en la exploración del Sistema Solar, demostrando cómo las misiones de largo alcance como Juno pueden desentrañar los secretos más profundos de nuestros vecinos planetarios.