Alcanzar la superficie lunar sigue siendo tremendamente complejo. Pese a las repetidas gestas del siglo pasado, encabezadas por las misiones Apolo la realidad es tozuda. Pese a que escapar del pozo gravitatorio terrestre ya no supone el problema que era en el siglo pasado, alunizar no es más fácil de lo que lo era.
En lo que va de siglo, 23 años, que no son pocos, ninguna nave destinada a la Luna se ha accidentado antes de alcanzar su órbita. Incluso Rusia superó este reto esta semana antes de dejar un nuevo cráter con su Luna 25. Debe destacarse como logro, pues, ninguna de las misiones más allá de la órbita terrestre de Roscosmos, la agencia espacial rusa, lo había logrado.
El inminente aterrizaje de la sonda india Chandrayaan 3 viene motivado por otro fracaso. El de su predecesora, Chandrayaan 2, al menos de forma parcial. Con tres componentes, un orbitador, un aterrizador y un rover, fue el fracaso de las dos últimas partes que se estrellaron, lo que llevó a esta nueva misión.
Aquel 2019 vió también el fracaso de otra nave destinada a la superficie lunar. Beresheet fue el primer intento privado de aterrizar en ella. Pese al apodo de privada la nave contó con un importante apoyo de todo el gobierno israelí. Su abultado presupuesto, 90 millones de dólares estadounidenses, tampoco le impidió morder el polvo, o mejor dicho el regolito.
Hasta este año esta misión era la primera y única privada que había enfrentado el reto de alunizar. Pero los japoneses de iSpace se lanzaron a ello también. Con una visión de negocio más pensada en la minería, es necesario demostrar la capacidad de posar los equipos de extracción en la superficie deseada. A lomos iba un pequeño rover proveniente de los Emiratos Árabes Unidos que permitió ingresar una interesante cantidad de dinero. En el último momento, la nave perdió el control y acabó estrellándose, pero ha sido la vez que más se ha acercado nadie, excepto China.
China es un caso aparte, sus misiones Chang’e se cuentan por éxitos que al resto parecen escaparse. Y eso que han aterrizado 3 naves. Desde Chang’e 3 hasta la última lanzada, la 5 han bordado el aterrizaje. La más reciente también logró devolver muestras a la Tierra de forma automática.
Sorprendentemente, ha habido una causa especialmente llamativa, la falta de combustible. Este problema denota que los presupuestos son más ajustados. Las grandes agencias espaciales tienen más posibilidades de pagar lanzadores más grandes, o de mantener unos márgenes de seguridad más amplios. Sin embargo, las empresas o agencias espaciales más modestas no.
Un problema habitual en cualquier sonda son los conflictos con el software. Esta es la causa de otros dos fallos recientes, Luna 25 y Beresheet. En el primero, probablemente el no probar debidamente las órdenes en tierra antes de enviarlas fue la causa. Aunque solo será una de las muchas piezas que han llevado a la pérdida de la ambiciosa misión rusa. Por otro lado la sonda israelí debido a un error en uno de sus sistemas de guía se reinició. En este reinicio se apagó el motor principal de frenado y no hubo tiempo de recuperar el control sobre ella.
Los motores espaciales tienen una fea costumbre de fallar, es algo en lo que se trabaja activamente pero aún sucede. Y aunque estas tasas de fallo se han reducido notablemente, Chandrayaan 2 lo pagó muy caro cuando uno de ellos se apagó en pleno descenso.
Pese a los avances en tecnología, en todas ellas, desde propulsión a computación o guia, las cosas fallan. Si lo hace un smartphone que es un producto de masas, qué le pasará a una sonda que es casi artesanal. Una de las claves del abaratamiento del espacio es su industrialización, pero esta no ha llegado a la ciencia en la Luna. Y no se espera que llegue en esta década. Las más de treinta misiones que asaltarán nuestro satélite lo hacen siendo únicas y distintas unas de otras. Aunque se espera que en algún momento se logre alcanzar una cierta tasa de vuelos y esta soporte una industrialización.
Esta entrada fue modificada por última vez en 22/08/2023 01:55
Jefe de sección Actividad Aeroespacial. Especialista en el programa espacial indio. Universidad de Oviedo.