Muchas personas pueden preguntarse por qué la NASA no pasa a estar controlada por SpaceX o por qué no se le dota del presupuesto de esta a la compañía de Musk, si tan eficientes han demostrado ser.
SpaceX y la NASA no son comparables. La primera es una operadora de lanzadores, satélites de telecomunicaciones y en cierta medida de cápsulas espaciales. Siendo el único fabricante de cohetes reutilizables del mundo hasta este mismo mes de mayo de 2022 cuando se les ha unido el pequeño Electron de Rocket Lab. Esto es una ínfima parte de lo que hace la NASA. Desde que se fundará en 1958 la agencia espacial ha desarrollado un total de cinco cohetes, incluyendo el modelo de pruebas Ares 1-X que nunca voló en su configuración final y al SLS que está en sus test finales.
Desde 2002 SpaceX ha desarrollado cuatro cohetes diferentes, incluyendo a la Starship que está a la espera de ciertas instalaciones, así como la aprobación medioambiental para realizar una prueba orbital.
Como se ve, la NASA desarrolla únicamente aquellos que necesita para cumplir su máxima de llevar a la humanidad más lejos y avanzar en el conocimiento del cosmos. De hecho, la NASA ha desarrollado más aviones que cohetes y ahora se halla embarcada en la construcción de dos distintos: el X-57 Maxwell, un avión eléctrico diseñado para desarrollar esta forma de volar y el X-59 QueSST, diseñado para probar técnicas que disminuyan el boom sónico (el término empleado para hablar de la detonación que se produce cuando un avión rompe la barrera del sonido). En la actualidad es uno de los mayores impedimentos para el vuelo supersónico comercial al estar prohibido en la mayoría de países en su espacio aéreo por los problemas ocasionados por el boom sónico.
Pero es que además la NASA no solo trabaja la aeronáutica o los lanzadores espaciales si no que su labor más conocida es la de enviar sondas a otros fuera de este planeta, algo que lleva haciendo de forma ininterrumpida desde sus orígenes alcanzando cada vez más destinos.
Es una compañía privada, en su fin no está ayudar a la humanidad si no lucrarse económicamente por prestar un servicio. Aún así hay muchas formas de prestar esta ayuda. Por ejemplo, Rocket Lab salió hace dos años con una propuesta de misión a Venus, pagada por ellos mismos. Blue Origin, por más odio que reciba por parte de la comunidad tiene un importante programa de educación y concienciación sobre la necesidad de la exploración espacial en colegios de Estados Unidos. United Launch Alliance tiene un importante programa de becas universitarias y ofrece de forma anual una importante bolsa de plazas para prácticas en la empresa, además, en numerosas ocasiones los agraciados con las prácticas acaban teniendo un contrato para continuar en la empresa una vez las terminan.
SpaceX ha entregado de forma, aparentemente solidaria, varios centenares de sistemas Starlink pero realmente no sería sorprendente que estos sistemas hayan sido costeados por los paquetes de ayuda financiados por el gobierno estadounidense.
Fuera de eso nada.
Pero algo habrá hecho por el avance de la humanidad en el espacio, ¿no? Es innegable que la aparición de SpaceX en el panorama de lanzadores medios y pesados ha supuesto un cambio radical de las cosas, ha empujado los costes hacía abajo como nadie en el resto del mundo lo había hecho y está claro que eso es beneficioso.
Si la Starship cumple lo que promete, sabiendo que estamos lejos de los objetivos marcados, supondrá un cambio de paradigma equiparable al que supuso en su momento la invención de la turbo bomba por Berner Von Braun. O incluso superior.
Este proyecto se convertiría en el primer vehículo con capacidad para transportar más de siete personas a órbita a la vez y traerlas de vuelta, según Elon Musk hasta un máximo de cien personas. La primera nave espacial tripulada capaz de aterrizar en Marte y volver despegando de allí. Capacidad de llevar más de cien toneladas a la órbita baja terrestre y a prácticamente cualquier destino gracias a la primera nave con capacidad (por diseño) de ser repostada en órbita, característica que también posee la Estación Espacial Internacional, pero a una escala ínfima en comparación, (tratándose de transferencias de algunos cientos de kilos en la EEI contra cientos de miles de toneladas en el caso de Starship).
Además, se trataría del primer cohete 100 % reutilizable de la historia. Sin embargo, aún tiene que pasar por muchas pruebas para alcanzar las expectativas que se han puesto sobre él.
Aún así construir un cohete revolucionario no aporta nada per se a la exploración espacial, ni siquiera a la tripulada. La EEI, le cuesta a la NASA entre 3 mil y 4 mil millones de dólares al año. De ahí, una rotación completa de cuatro astronautas, su lanzamiento con SpaceX le cuesta a la NASA 220 millones, a dos rotaciones anules, 440 millones de dólares. Lanzar a los astronautas es tan solo un 15 % del coste operativo de la EEI.
Esta compañía privada es la fabricante de numerosas piezas, una en especial muy famosa, el Canadarm (en realidad debido a una serie de problemas financieros ahora la fabricante del Canadarm es otra compañía, pero es simplemente una escisión de Maxar).
Esta compañía lleva muchos años en el negocio de la fabricación de satélites, aunque es mas famosa por sus espectaculares imágenes. En la actualidad, igual que en el mercado de lanzadores, en el de plataformas de observación de la Tierra hay mucha competencia y es Maxar quien lleva la ventaja gracias a su antigüedad. Pero el mercado manda y en su proceso de diversificación han logrado ahorrar a la NASA varios cientos de millones en la fabricación del módulo Power and Propulsion Element (Elemento de Propulsión y Energía) de la futura estación Gateway.
Ahí, utilizando técnicas empleadas en la fabricación de satélites en masa es donde la NASA puede empezar a ahorrar mucho dinero, el usar motores comerciales, por ejemplo, ahorra un enorme proceso de certificación y pruebas, porque ya han sido realizadas previamente o, aunque haya que realizar nuevos test siempre será más rápido que fabricar un nuevo motor que requiere de una serie de ensayos mucho más exhaustivos. Además, la fabricación en serie permite ahorrar costes. Y pese a que no sea posible fabricar sondas de esta manera, usar componentes que sí que lo sean reduce el precio final.
El problema para que SpaceX se convierta, absorba o sustituya a la NASA es que en el camino al espacio lo que importa es el destino no el cohete empleado para llegar.
Esta entrada fue modificada por última vez en 04/08/2022 08:27
Jefe de sección Actividad Aeroespacial. Especialista en el programa espacial indio. Universidad de Oviedo.