La gran cordillera que va del Himalaya a España que no te han explicado nunca

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El nacimiento de las montañas tiene orígenes muy antiguos, imposibles de explicar con un único evento localizado en el tiempo. Los movimientos de las placas tectónicas, responsables de las cordilleras más notables del planeta, siguen actuando hoy en día, elevando cumbres y moldeando continentes, incluso tras superar los 8000 metros de altitud en sus puntos más elevados.

Extensión aproximada del cinturón orogénico alpino. Fuente: Jo Weber

La cordillera más grande y alta del mundo

Todo comienza en el cruce entre China, India y el Tíbet. Allí, el choque titánico entre las placas Indoaustraliana y Euroasiática dio lugar al Himalaya, la cadena montañosa más alta del mundo. Aquí se alzan cumbres como el Everest (8848 m), el Kangchenjunga (8586 m), el Lhotse (8516 m), el Makalu (8485 m), el Cho Oyu (8188 m), el Dhaulagiri (8167 m), el Manaslu (8163 m) y el Annapurna (8091 m).

Hacia el este y el sur, la orogenia alpina se extiende hasta Indonesia, donde finalmente el Cinturón de Fuego del Pacífico establece el límite oriental de esta colosal cadena, dando paso a una intensa actividad volcánica.

La actividad tectónica en esta región se combina con una intensa actividad glaciar, responsable de esculpir los valles profundos y las formas abruptas que caracterizan al Himalaya. Glaciares como el Khumbu (en la base del Everest) o el Gangotri (en el nacimiento del Ganges) nacen en las alturas y, al moverse lentamente valle abajo, han ido desgastando, modelando y separando algunas de las cumbres más imponentes del planeta.

Junto al Himalaya, de manera casi continua hacia el noroeste, surge el Karakórum, una región aún más salvaje y glacial. Allí se encuentran gigantes como el K2 (8611 m), el Broad Peak (8051 m), el Gasherbrum I (8080 m), el Gasherbrum II (8035 m), el Masherbrum (7821 m) y el Chogolisa (7665 m).

En el Karakórum, la actividad glaciar es incluso más extrema que en el Himalaya. Glaciares colosales como el Baltoro (con casi 60 kilómetros de longitud) o el Biafo (de 63 kilómetros) modelan valles gigantescos y desgarran las laderas rocosas, creando torres verticales y agujas afiladas. La combinación de glaciaciones antiguas, el movimiento actual del hielo y una tectónica todavía muy activa explica por qué las montañas del Karakórum presentan perfiles tan dramáticos y salvajes.

Hacia el oeste, la cadena montañosa continúa en el Hindú Kush, donde el Tirich Mir (7708 m) se eleva como su pico más alto. Esta región, situada entre Afganistán y Pakistán, marca una transición entre el extremo oriental de Asia y el interior montañoso del continente.

Más adelante, el cinturón orogénico se prolonga en los montes Zagros (Irán e Irak). Aunque sus alturas no alcanzan las cifras himaláyicas, destacan cumbres como el Zard Kuh (4221 m) y el Kuh-e-Dena (4409 m). Al sur de los Zagros, el macizo del Hajar (en Omán) alberga el Jebel Shams (3009 m), el techo de la península arábiga.

Imagen del aclamado lago Morskie Oko situado en la frontera entre Polonia y Eslovenia. Crédito Martín Morala Andrés/Astroaventura

Europa también es parte de esta gran cordillera

Al adentrarse en el Cáucaso, las montañas parecen surgir abruptamente. Sin embargo, su origen sigue ligado al empuje tectónico. Allí se levanta el Elbrús (5642 m), considerado el pico más alto de Europa, junto a otras grandes montañas como el Dykh-Tau (5205 m) y el Shkhara (5193 m).

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Más al oeste, en Turquía, los montes Tauros ofrecen impresionantes paisajes montañosos, donde el Demirkazık (3756 m) destaca entre las alturas más emblemáticas.

La cadena continúa en los Balcanes, donde sobresale el Musala (2925 m) en Bulgaria, el techo de la península balcánica. Después se prolonga hacia los Cárpatos (Centroeuropa), hogar de cumbres como el Gerlachovský štít (2655 m) en Eslovaquia.

Siguiendo el trazado hacia el oeste, emergen los imponentes Alpes, con montañas como el Mont Blanc (4806 m) (Francia e Italia), el Dufourspitze (4634 m) en Suiza, el Dom (4545 m) y el Weisshorn (4506 m). Los Alpes, al igual que el Himalaya y el Karakórum, también fueron fuertemente modelados por glaciares durante el último máximo glacial, aunque a menor altitud.

La cadena se proyecta hacia los Pirineos, que dividen Francia y España. Allí destacan el Aneto (3404 m), el Posets (3375 m) y el Monte Perdido (3355 m).

 

Alpes austriacos en Salzburgo
Imagen de los Alpes austriacos desde Salzburgo. Crédito: Martín Morala Andrés/AstroAventura

Casi a continuación se alza la Cordillera Cantábrica, donde el Torre de Cerredo (2648 m) marca el punto culminante. Aunque esta cordillera tiene un origen más antiguo (orogenia varisca), fue parcialmente rejuvenecida durante la orogenia alpina.

Al sur de España, en el Sistema Bético, se encuentran montañas como el Mulhacén (3482 m) y el Veleta (3398 m) en Sierra Nevada. Parte de este sistema emerge también en las Islas Baleares, formadas por la misma actividad tectónica.

Más hacia el sur, en el norte de África, la cordillera del Atlas se eleva con cumbres como el Toubkal (4167 m), el pico más alto del Magreb.

Toda esta inmensa cadena montañosa surgió a partir de la gran colisión de continentes que comenzó hace aproximadamente 65 millones de años, tras la extinción de los dinosaurios. La colisión entre las placas Indoaustraliana y Euroasiática sigue activa hoy en día (a razón de unos 25 mm anuales), generando una energía colosal responsable de terremotos, formación de nuevas montañas y profundos cambios geológicos en la superficie terrestre.

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