Aventura

¿Dopaje o innovación? Una expedición usará xenón para escalar el Everest en menos tiempo

Escalar el Monte Everest, la montaña más alta del mundo, ha sido siempre un desafío que requiere meses de preparación y aclimatación. Sin embargo, una nueva expedición liderada por el alpinista austriaco Lukas Furtenbach podría cambiar esta dinámica drásticamente. Su concepto promete reducir la duración de la escalada a tan solo una semana. ¿Es realmente posible? ¿Y es seguro?

Ruta por el Campo Base del Everest, Khumjung, Nepal. Crédito: Mari Partyka

El xenón, un elemento raro en la atmósfera terrestre, está presente en el aire que respiramos pero en cantidades extremadamente pequeñas, apenas 87 partes por mil millones. Este gas noble se extrae mediante procesos complejos, lo que lo convierte en uno de los gases más caros. A pesar de su rareza y costo, el xenón tiene propiedades fascinantes que podrían revolucionar la forma en que se enfrenta la altitud extrema.

Cuatro clientes británicos de la empresa de aventuras Furtenbach Adventures están listos para probar este innovador método. Tras someterse a una preaclimatación en casa utilizando cámaras de hipoxia, inhalarán una mezcla de xenón y oxígeno bajo supervisión médica en Katmandú, Nepal. Posteriormente, serán trasladados en helicóptero al campamento base del Everest, situado a unos 5300 metros sobre el nivel del mar. Desde allí, con la ayuda de sus sherpas y portando botellas de oxígeno, intentarán alcanzar la cumbre y regresar en tan solo siete días.

Preparación y riesgos

La idea de acortar la escalada del Everest no es nueva. Furtenbach ya había experimentado con “expediciones flash” que reducían la duración del viaje a tres semanas, frente a las seis a diez semanas habituales. Pero esta nueva técnica promete llevar la eficiencia aún más lejos.

El proceso comienza mucho antes de llegar a Nepal. Los participantes utilizan cámaras de hipoxia en sus casas para simular condiciones de baja presión de oxígeno. Esto permite que sus cuerpos empiecen a adaptarse gradualmente a las condiciones de gran altitud sin necesidad de pasar largos periodos en la montaña.

Furtenbach afirma que el uso de xenón es completamente seguro. Según él, el gas ha sido utilizado como anestésico desde los años 50 y cuenta con estudios médicos exhaustivos que demuestran su seguridad. Además, cuenta que estimula la producción de eritropoyetina, una hormona que incrementa la cantidad de glóbulos rojos, esencial para soportar la hipoxia en grandes altitudes.

Cola de aspirantes a alcanzar la cumbre del Everest durante el ascenso. Pixabay

Voces críticas

Sin embargo, no todos comparten la confianza de Furtenbach. Algunos expertos advierten sobre los posibles riesgos asociados al rápido aumento de glóbulos rojos inducido por el xenón. Ulf Gieseler, un cardiólogo e internista de Heidelberg, alerta sobre el espesamiento de la sangre que podría resultar en trombosis o embolias pulmonares. Para Gieseler, experimentar con técnicas no probadas en la montaña es imprudente y peligroso.

Otro punto de controversia es si el uso de xenón constituye dopaje. La Agencia Mundial Antidopaje (AMA) incluyó el xenón en su lista de sustancias prohibidas en 2014. Sin embargo, Furtenbach argumenta que su uso busca mejorar el rendimiento deportivo y prevenir enfermedades relacionadas con la altitud, como el mal de altura y los edemas pulmonares y cerebrales. Por tanto, según él, no puede considerarse dopaje en el contexto de una expedición al Everest.

La expedición de Furtenbach plantea preguntas importantes sobre los límites de la tecnología y la ética en la escalada de montañas extremas.

 

Esta entrada fue modificada por última vez en 29/01/2025 16:03

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Redaccion

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