La paradoja del Everest: unos pagan por riesgo y otros arriesgan para cobrar

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En el Everest, los escaladores pagan para correr riesgos mientras que los sherpas corren riesgos para que se les pague.

La temporada de escalada en el Monte Everest debió entrar en su época de mayor actividad: la “ventana de buen tiempo” de mayo. Pero todo se ha detenido en la montaña más alta del mundo después la crisis sanitaria provocada por la pandemia de la COVID-19.

 

Este parón puede ser un buen momento para reflexionar sobre la diferencia entre la riqueza de los escaladores, que pagan para correr riesgos, y los sherpas, que se arriesgan para ganar su sueldo, entre ellos, un abismo económico tan grande como las montañas de la región.

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El turismo de aventura ha crecido significativamente a lo largo de los años. Aquellos que buscan deportes extremos, como el rafting en aguas bravas, el puenting, el paracaidismo o la escalada, a menudo ven el riesgo como uno de los incentivos principales. De hecho, la emoción de arriesgarse se ve a menudo como un componente integral de los deportes extremos.

El montañismo como actividad turística tiene una serie de factores de estímulo que atraen a la gente. La emoción asociada a sus riesgos inherentes puede ser tanto un factor de estímulo (con la vida del siglo XXI trayendo su cuota de aburrimiento a aquellos en busca de una emoción), como puede ser una atracción, cuando desafíos como el Himalaya llaman la atención. Los sherpas, sin embargo, viven una vida bastante diferente y no es el aburrimiento lo que les lleva a la montaña, sino la posibilidad de obtener los mayores ingresos que ofrece el asumir el riesgo que tanto atrae a los extranjeros.

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Pero viajar a zonas remotas como Nepal puede tener un efecto devastador tanto en el medio ambiente como en la cultura.

Tantas tragedias ponen de relieve lo peligroso que es el montañismo como deporte, no sólo para los escaladores, por ejemplo, tomando como referencia la Cascada de Hielo del Khumbu, se registran 30 muertos extranjeros desde 1963, en ese mismo punto, probablemente el más peligroso para atacar el Everest por su vertiente sur, han muerto 35 sherpas. Tremendo dato.

Los escaladores pagan entre 30.000 y 90.000 dólares para escalar el Everest. Esto constituye una importante inyección a la economía nepalí: se estima que su valor para la economía es de entre 10 y 20 millones de dólares anuales, de los cuales el gobierno recibe directamente 10.000 dólares por cada licencia expedida.

El sherpa medio gana sólo 5.000 dólares al año durante los tres meses de la temporada. Aunque es un pequeño porcentaje de los costos del turismo, sigue siendo siete veces más que el ingreso medio nacional.

 

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Son los sherpas quienes permiten a los escaladores extranjeros, a menudo inexpertos, ascender a la montaña más alta del mundo. De las 250 personas de todas las nacionalidades que han muerto en el Everest, más de un tercio de ellos han sido Sherpas nepalíes. Estas desgarradoras estadísticas no tienen en cuenta a los muchos más que están discapacitados debido a enfermedades o lesiones relacionadas con la altitud.

Por cada escalador que se enfrenta al Everest hay un Sherpa de apoyo. Pero los sherpas están ahí para ganarse la vida, haciendo múltiples viajes arriba y abajo de la montaña – no lo hacen por la emoción.

 

Es evidente que hay una gran diferencia entre el enfoque de los turistas que buscan emociones en el Everest y el de los sherpas que hacen todo esto posible. Todas estas muertes y accidentes ponen de relieve los enormes riesgos que los Sherpas toman y la necesidad de que las cosas cambien en términos de la protección y la indemnización que reciben por hacerlo.