A principios del siglo XIX comenzaron las campañas de vacunación. Todo gracias a los experimentos de Edward Jenner con la vacuna contra la viruela, originada a partir de las secreciones de las lesiones que producía en las vacas la variante bovina de esta enfermedad.
Las críticas fueron inmediatas. Muchas personas se opusieron a la vacunación porque tenían miedo de sus efectos adversos. Algunas, por motivos religiosos: consideraban que la vacuna era anticristiana porque provenía de un animal. Otras, pensaban que la vacunación obligatoria violaba su libertad personal de libre elección de tratamientos médicos.
Dos siglos después, y tras décadas de esfuerzos, la Organización Mundial de la Salud declaró la viruela en 1980 como oficialmente erradicada. El mundo se había librado de una enfermedad que había matado a millones de personas a lo largo de su historia y dejado a incontables con secuelas.
A pesar del innegable éxito de la vacunación, estos miedos persistieron. A mediados de la década de 1970 estalló una controversia internacional sobre la seguridad de la vacuna contra la difteria, el tétanos y la tos ferina. Todo a raíz de un informe que afirmaba que 36 niños habrían tenido secuelas neurológicas tras su aplicación.
Por ello, la Comisión Conjunta de Vacunación e Inmunización, un comité consultivo de expertos independiente en el Reino Unido, lanzó el Estudio Nacional de Encefalopatía Infantil. Este demostró que el riesgo era prácticamente inexistente. Sin embargo, esta controversia provocó en Reino Unido la disminución de las tasas de vacunación y se produjeron tres grandes epidemias de tos ferina durante ese lapso de tiempo.
En 1988, la 41ª Asamblea Mundial de la Salud, a la que asistieron delegados de 166 Estados Miembros, adoptó una resolución sobre la erradicación mundial de la poliomielitis. Esta marcó la creación de la Iniciativa de Erradicación Mundial de la Poliomielitis. Desde entonces, los casos de esta enfermedad han disminuido en más de un 99 %. En 1988 se calculaba que había 350 000 casos en más de 125 países endémicos, en comparación con los 22 notificados en 2017.
Sin embargo, actualmente la transmisión de la poliomelitis continúa siendo endémica en Afganistán y Pakistán. En estos dos países existen grupos terroristas ligados al integrismo religioso que amenazan y asesinan a los trabajadores de la salud encargados de la vacunación. En los últimos años ha habido más muertes de trabajadores encargados de vacunar a la población que defunciones por la propia enfermedad.
Además, las teorías conspirativas sobre la vacunación y sus efectos adversos están ampliamente extendidas entre la población de estos países. En Pakistán, algunas familias piensan que la vacuna contra la polio es un método secreto de esterilización para frenar el crecimiento de la población musulmana o que la vacuna contiene sustancias derivadas de cerdo.
Miedo en el hemisferio norte
Hoy en día el miedo a la vacunación también afecta a países occidentales. A raíz de un articulo fraudulento que apoyaba la tesis, ya desacreditada, de que podría existir una relación directa entre la administración de la vacuna contra el sarampión, la rubeola y la parotiditis y la aparición del autismo y ciertas enfermedades intestinales, una parte de la población de los países desarrollados desconfía de su aplicación.
En los primeros seis meses de 2018 más de 41.000 personas en la Región Europea de la OMS han contraído sarampión, más del doble que en todo el 2017, de las cuales al menos 37 han muerto. En la Región de las Américas, la primera en el mundo en eliminar el sarampión en el año 2016, tras un esfuerzo de 22 años de vacunación masiva, siguen registrándose brotes.
Parece que, aunque la época ha cambiado, las emociones y las creencias profundamente arraigadas que subyacen en la oposición a la vacunación parecen mantenerse relativamente constantes desde que Edward Jenner introdujo la vacuna contra la viruela por primera vez, a pesar de que los datos acerca de su seguridad y eficacia son incontestables.
Jacobo Mendioroz, Departamento de Medicina Preventiva y Epidemiología, Hospital Universitario Vall d'Hebrón, Generalitat de Catalunya
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.