El 7 de noviembre de 2019 nos dejó Margarita Salas, una de las grandes científicas de la historia. Esta bioquímica asturiana también era una amante de la divulgación científica y estaba obsesionada por acercar la ciencia a la sociedad. No es fácil encontrar científicos de su nivel que, además de investigar y dar clase, impartan conferencias en institutos y colegios. Aún recuerdo cuando abandonó por unas horas su laboratorio del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa de Madrid para dar una conferencia en un pequeño bar de Granada ante muy poca gente. Que una investigadora de su nivel tuviese estos gestos muestra su grandeza.
Entre las principales contribuciones científicas de Margarita Salas destaca la determinación de la direccionalidad de la lectura de la información genética, labor que desarrolló durante su etapa en el laboratorio del Premio Nobel Severo Ochoa, y el descubrimiento y caracterización de una de las proteínas más importantes que existen, la ADN polimerasa del fago Phi29, un virus que infecta a la bacteria Bacillus subtilis y que es inocuo para el ser humano. Centrémonos en este último hallazgo.
El equipo dirigido por Margarita Salas descubrió que este pequeño virus producía una proteína con unas características extraordinarias: permitía que pequeñas cantidades de ADN, que no eran suficientes para realizar un análisis genético, se amplificaran hasta hacerse posible su estudio.
Esa proteína, la ADN polimerasa del fago Phi29, se emplea actualmente en todo el mundo para la amplificación de ADN en laboratorios de genética, medicina forense y policía científica. Aquella proteína se patentó, y esa patente ha sido la más rentable de la historia de la ciencia española: solo entre 2003 y 2009 supuso más del 50 % de los beneficios por patentes del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y generó varios millones de euros de beneficios.
La aplicación práctica del fago Phi29, junto a su importante repercusión económica, muestra cómo los resultados prácticos en muchas ocasiones no son previsibles a priori. Margarita fue siempre una firme defensora de la investigación básica, aquella que busca satisfacer la curiosidad del científico sin más objetivo que el afán de saber y conocer cada vez más acerca del mundo que nos rodea. Nuestra mejor científica consideraba que sin la investigación básica jamás existiría la investigación aplicada, la que utilizando los conocimientos adquiridos durante el desarrollo de la investigación básica es capaz de llevarlos a la práctica y desarrollar procedimientos o sistemas que sirvan de provecho a la humanidad.
La frase que mejor resume la relación entre la investigación básica y la aplicada la pronunció otro de los grandes, Ramón y Cajal, Premio Nobel de Medicina en 1906:
«Cultivemos la ciencia por sí misma, sin considerar por el momento las aplicaciones. Estas llegan siempre, a veces tardan años, a veces siglos».
Un arma contra la COVID-19
Es muy posible que en este momento se estén preguntado qué tiene que ver Margarita Salas y la investigación básica con la COVID-19. Muchísimo. Se acaba de poner en marcha en España un proyecto de investigación que busca aplicar la ADN polimerasa del fago Phi29, el gran descubrimiento de Margarita y de Luis Blanco Dávila, para lograr un método de detección de la enfermedad.
Las propiedades de amplificación de ADN de esta enzima que les he descrito anteriormente y la mejora de la propia enzima son la base del proyecto en el que participan científicos del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa y del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas.
El objetivo del estudio es desarrollar un dispositivo portátil (similar a un test de embarazo) que permita completar el diagnóstico de un elevado número de muestras en menos de una hora. Esto permitiría la detección masiva de contagiados por coronavirus, lo que facilitaría frenar la propagación.
Una gran ventaja de este nuevo método es su extrema sensibilidad, lo que permitirá confirmar la enfermedad en pacientes asintomáticos. La gran capacidad de la ADN polimerasa del fago Phi29 para amplificar material genético partiendo de muy poca muestra servirá para detectar su presencia incluso en aquellos casos con una carga viral pequeña, como puedan ser los pacientes que no presenten síntomas.
Además, al ser un dispositivo portátil se podrá diagnosticar incluso en los propios centros de atención primaria, residencias de ancianos u otros lugares especialmente sensibles. Esto evitaría el envío de muestras a los laboratorios capacitados y facilitaría la logística y evitaría nuevos contagios.
La última ventaja de este método de detección de la COVID-19 reside en que, a diferencias de otras técnicas, y gracias a las características de la ADN polimerasa del fago Phi29, se puede usar a temperatura ambiente sin necesidad de utilizar equipamiento especializado o personal técnico. Esto permitirá aumentar el número de pruebas realizadas. Incluso podrá detectarse para detectar la presencia del virus en superficies.
¿Y para cuándo estará disponible la primera versión de este prometedor dispositivo? Los investigadores implicados esperan que esté lista para el próximo otoño. En una primera fase estudiarán la sensibilidad de la técnica para la detección del virus, incluidas muestras clínicas de pacientes. En una segunda fase harán una optimización del sistema para su posterior aplicación en la clínica. Es posible que ustedes piensen que otoño es demasiado tarde, pero nada más lejos de la realidad. Muchos científicos prevén un rebrote de la enfermedad para esa época, por lo que sería clave contar para ese momento con este dispositivo.
Estoy seguro de que si Margarita Salas siguiera entre nosotros se sentiría orgullosa por dos motivos. El primero, por comprobar que su trabajo podría contribuir, si todo sale según lo previsto, a combatir la COVID-19. Suya es una parte muy importante del posible éxito de este nuevo método rápido, sencillo, fiable y aplicable in situ para mejorar la detección del ARN del coronavirus SARS-CoV-2. El segundo motivo de orgullo para Margarita sería contemplar que su gran pasión, la investigación básica, vuelve a ser clave para el futuro de la humanidad. Jamás lo olvidemos.
Una versión de este artículo fue publicada en el blog del autor, Scientia.
José Manuel López Nicolás, Vicerrector de Transferencia y Divulgación Científica. Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular. Universidad de Murcia., Universidad de Murcia
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.