La luna Ío del planeta Júpiter es muy conocida por su enorme actividad volcánica. Se han llegado a registrar más de sesenta erupciones simultáneamente en toda su superficie. Sin embargo, un nuevo estudio del satélite se ha centrado en estudiar su subsuelo y averiguar cómo se mueve el magma.
Datos de Juno
La única sonda que actualmente orbita el gigante gaseoso es la sonda Juno de la NASA. Sin embargo, pese a estar destinada a los confines del Sistema Solar, cosa nada habitual, el coste de esta misión estaba limitado. Estas misiones no pueden superar los mil millones de dólares, y ni siquiera agotó este límite. Por eso los científicos deben ser creativos a la hora de estudiar los datos que proporciona la misión en función de sus campos de estudio.
En este caso la investigación ha sido relativamente sencilla. Se empleó JIRAM, una cámara y espectrómetro infrarrojo para localizar los puntos calientes en la superficie. Después, mediante una serie de programas informáticos, las distintas imágenes se superpusieron para localizarlos.
Análisis del estudio
Una vez realizado este primer paso de situar y caracterizar los puntos calientes, se pueden hacer muchas comparaciones. Es decir, hay una cierta variedad de modelos teóricos que describen qué sucede bajo la superficie de un planeta o satélite. En el caso de las lunas de Júpiter el fenómeno más habitual que define su subsuelo es el calentamiento interno producido por fuerzas de marea. Y por este principio empezó el estudio.
Específicamente se exploraba la posibilidad de la existencia de un océano de magma o la profundidad de la astenosfera. Esta región del subsuelo divide la superficie sólida y el manto líquido, se encuentra en un estado de fusión parcial y su comportamiento es plástico.
Para confirmar o negar la hipótesis se requería averiguar como era el flujo de calor, de ahí el mapeo de los puntos calientes. No hay forma de averiguarlo in situ, así que seguir el rastro de los lugares por donde el magma aflora, es una imaginativa solución. El modelo indicaba que debería haber más actividad alrededor del ecuador que de los polos si hubiera un océano de magma.
Finalmente el estudio concluye afirmativamente sobre esta cuestión. Los polos tienen menos puntos calientes, estos no tienen más intensidad y aparentemente tampoco tienen más temperatura. Pero deja abierta una cuestión importante ya que no les es posible concluir si este océano está ahí. La duda surge a la hora de decidir si existe o si el calentamiento por fuerzas de marea se produce en una astenosfera poco profunda.
Pero es la única conclusión del artículo. La realización de este mapa global de puntos calientes les ha permitido descubrir que el polo sur es menos activo que el norte. Esto no se puede explicar simplemente por los flujos térmicos. Suponen que hay algún tipo de disconformidad estructural o de diferenciación en el magma. Pero los datos recabados no son útiles para dar ninguna explicación. Es una pregunta para la que se plantearán varias respuestas pues el polo norte tenía el doble de actividad que el sur.