Hace ahora algo más de un año dábamos a conocer al pie del acantilado del Asperillo, en la costa del Espacio Natural de Doñana (Huelva), una gran superficie donde, junto con numerosas huellas de animales, aparecieron otras humanas. Se trataba de huellas de homínidos.
Hasta ese momento, la única referencia temporal que permitía encuadrar la edad del yacimiento era la datación de una de las dunas que cubría la superficie. Esta la situaba en unos 106 000 años (Pleistoceno superior). Como ocurre en la mayoría de las huellas de homínidos encontradas en todo el mundo, la atribución taxonómica se basó únicamente en el contexto cronológico. Por esta razón, los neandertales se convirtieron en los principales sospechosos.
No obstante, y a lo largo del desarrollo normal de la investigación, se procedió a muestrear tanto la propia superficie donde aparecían las pisadas, nunca antes datada, como las dunas situadas por encima. La sorpresa surgió cuando la duna que cubría la superficie daba valores en torno a los 275 000 años. Y lo más sorprendente, la edad de la superficie con las huellas de homínidos resultó ser de unos 295 800 años (Pleistoceno medio).
Esta nueva cronología cambia radicalmente muchas de las hipótesis planteadas inicialmente.
Un cambio climático drástico
La nueva datación situaba a las huellas en un nuevo contexto geográfico y ambiental. Hace 300 000 años, el continente europeo se preparaba para asistir a un cambio climático drástico. Las condiciones relativamente cálidas pasaban a otras mucho más frías, precursoras de una glaciación. En esos momentos, el nivel del mar en el continente europeo estaba de media unos 60 metros por debajo del nivel actual, lo que implica que la línea de costa onubense estaría entre 20 y 25 kilómetros mar adentro de su actual posición.
En otras palabras, la llanura costera era muy extensa y, probablemente, de origen fluvio-deltaico. Es probable que estubiera cubierta por agua durante las estaciones húmedas y total o parcialmente expuesta durante las estaciones secas.
Es en este ambiente lacustre somero e incluso hipersalino donde se formaron suelos poligonales cubiertos por tapetes microbianos que fueron pisoteados tanto por los homínidos como por el resto de fauna. En la actualidad este tipo de redes de tapetes poligonales se encuentran en extensas zonas de marismas, tanto en climas desérticos cálidos como tropicales.
En las áreas no inundadas de esta amplia llanura costera se encontrarían zonas vegetadas más o menos extensas. Alrededor de ellas se extendería un importante desarrollo de los sistemas de dunas que se desplazarían hacia la tierra desde la costa.
¿Nuevos sospechosos?
El contexto ambiental y el paisaje han cambiado respecto a la interpretación inicial. ¿Han cambiado también los productores de estas huellas? La respuesta hay que buscarla en el registro paleontológico.
Durante el Pleistoceno medio los fósiles de homíninos se atribuyen al linaje neandertal: Homo neanderthalensis y Homo heidelbergensis. No obstante, sus restos siguen siendo muy escasos, fragmentarios y dispersos geográficamente. Y lo que es peor, las huellas son aún más escasas que los restos óseos en todo el Pleistoceno medio europeo. Solo cuatro yacimientos han proporcionado huellas de este periodo: Terra Amata (380 000 años), Roccamonfina (345 000 años, atribuidas a Homo heidelbergensis), Biache-Vaast (236 000 años, Homo neanderthalensis) y Theopetra (130 000 años, Homo neanderthalensis).
Por otra parte, hay que considerar que la morfología de la huella no solo es el resultado de la anatomía del pie, sino también de otros factores como las características biomecánicas, el tipo de sustrato y los procesos que dieron lugar al fósil. Por ello, las huellas estudiadas deben estar bien conservadas y reflejar varios rasgos anatómicos (arco de impresión de los dedos), lo que rara vez ocurre en sustratos sueltos como el de Matalascañas, donde la variación morfológica es muy importante.
Para apoyar una asignación taxonómica fiable habría que comparar sus características anatómicas con el registro esquelético conocido para el Pleistoceno medio.
Casi todos los fósiles de pies conocidos para ese periodo proceden del yacimiento de la Sima de Los Huesos (Atapuerca, España) y están asociados a individuos relacionados con los neandertales. Incluso una atribución más precisa parece complicada, ya que hay muchos debates sobre la evolución de este linaje, pero también sobre la definición taxonómica de Homo heidelbergensis.
Se han propuesto diferentes modelos para la evolución del linaje neandertal, pero esta cuestión está aún lejos de ser resuelta, dada la escasez del registro fósil y el nuevo y más complicado panorama evolutivo proporcionado por los últimos estudios de ADN antiguo. Además, no todos los rasgos anatómicos evolucionaron al mismo ritmo y probablemente se produjeron polimorfismos en diferentes rasgos con distintos porcentajes de aparición.
A pesar de estas incertidumbres, el yacimiento de Doñana se muestra como un registro crucial para entender las ocupaciones humanas en Europa durante el Pleistoceno.
Eduardo Mayoral Alfaro, Catedrático de Paleontología, Universidad de Huelva; Ana Santos, Assistant lecturer, Universidad de Oviedo; Antonio Rodríguez Ramírez, profesor titular del departamento de Geodinámica y Paleontología, Universidad de Huelva; Asier Gomez-Olivencia, Paleontologist. Ramón y Cajal Research Fellow at the Department of Geology, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea; Ignacio Díaz-Martínez, , Universidad Nacional de Rio Negro; Jérémy Duveau, Chercheur associé, Muséum national d’histoire naturelle (MNHN); Jorge Rivera Silva, Doctor en Ciencias Físicas. Servicio de Radioisótopos, Centro de Investigación CITIUS, Universidad de Sevilla; Juan Antonio Morales, Catedrático de Estratigrafía, Universidad de Huelva y Ricardo Díaz-Delgado, Laboratorio de SIG y Teledetección (LAST-EBD), Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.