Disco de oro de las Voyager, el único legado de la humanidad

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Algún día, dentro de muchos años —tal vez miles de millones de años, nadie lo sabe— seres extraterrestres podrían sorprenderse al encontrar una vieja nave procedente de la Tierra. Situada improbablemente lejos de su planeta de origen, la antigua sonda está helada como el espacio que la rodea, su fuente de energía nuclear hace mucho que se ha agotado, una antena blanca e icónica apunta silenciosa hacia el vacío, sin enviar dato alguno a la especie que la construyó. Pero aun así la sonda Voyager (Viajero, en idioma español) podría hablar a quienes la encuentren.

Hay un Disco de Oro adherido a un lado de la sonda y si un extraterrestre (ET) logra descifrar su contenido se sorprenderá de nuevo, porque Voyager tiene una historia para contar —y es una historia de amor.

Regresemos la cinta hasta el año 1977.

El presidente de Estados Unidos era Jimmy Carter, la película más taquillera era La Guerra de las Galaxias (Star Wars, en idioma inglés), y la NASA estaba preparando el lanzamiento de las dos sondas Voyager, las cuales viajarían a los planetas exteriores del sistema solar. Así como las sondas Pioneer 10 y 11 (Pionero, en idioma español) que les precedieron, las sondas Voyager 1 y 2 volarían entre los planetas gigantes gaseosos y, después de un frenesí de recolección de datos, serían lanzadas como con una honda hacia afuera del sistema solar. Estas naves espaciales estaban destinadas a convertirse en embajadores interestelares. Menos de 9 meses antes de su lanzamiento, el personal de la NASA pidió a Carl Sagan que preparara “algún mensaje para una posible civilización extraterrestre”.

Más tarde, un miembro del pequeño equipo de Sagan describiría el proceso como un “simulacro de incendio”, en el que se arriesgaba nada menos que el llamado Primer Contacto.

“Las posibilidades de que una civilización extraterrestre encuentre a las sondas Voyager en el inmenso vacío del espacio son muy pequeñas —algunos dirían que infinitesimales— pero nosotros tomamos el trabajo muy en serio”, recuerda Ann Druyan, quien era miembro del equipo. “Desde el momento en el que Carl describió el proyecto a Tim Ferris y a mí, lo percibimos como mítico”.

Las sondas Voyager llevarían una selección de la mejor música de la Tierra, una galería de fotos de nuestro planeta y de sus habitantes y un ensayo sobre sonidos terrestres, tanto naturales como tecnológicos, con soporte de audio.

Pero, ¿cómo se podría guardar esta información? Una tecnología popular en la década de 1970 eran las cintas de 8 pistas. Esas no funcionarían. En primer lugar, ¿qué pensarían de nosotros los extraterrestres? Más aún, las cintas magnéticas son susceptibles de degradarse por la radiación espacial y los campos magnéticos. Un mensaje guardado en un medio de ese tipo se echaría a perder mucho tiempo antes de que lo encontraran.

El radioastrónomo Frank Drake, quien se convirtió en un miembro clave del equipo de Sagan, sugirió un disco fonográfico. Los extraterrestres tendrían buenas posibilidades de averiguar cómo reproducir ese tipo de tecnología de la vieja escuela y, además, los discos fonográficos son resistentes. Según uno de los cálculos, las marcas en un disco fonográfico de metal adecuadamente resguardado podrían durar cientos de millones de años en el espacio interestelar, erosionadas principalmente por una muy leve llovizna de impactos de micrometeoroides. Un disco de cobre cubierto de oro satisfaría los requisitos térmicos y magnéticos de las sondas Voyager.

Golden Record (Golden Record, 550px)
Haga clic para ver un video (en idioma inglés) sobre las sondas Voyager y su Disco de Oro.

“Finalmente decidimos diseñar el disco para que sonara a 16 2/3 revoluciones por minuto”, escribió Sagan. Eso es la mitad de la velocidad de un disco convencional de 33 1/3. “Habría algunas pérdidas respecto de la fidelidad pero no pérdidas extremadamente severas, creemos, en especial si quienes encuentren el disco son tan listos como para haberlo hallado en primera instancia”.

Escoger el contenido del disco fue un proceso embriagante y agotador. Aun con la velocidad de reproducción disminuida, había apenas suficiente espacio para unos 90 minutos de música y poco más de cien imágenes.

“Recuerdo que nos sentábamos alrededor de la mesa de la cocina para tomar estas enormes decisiones acerca de qué poner y qué dejar afuera”, recuerda Druyan. “No podíamos sino darnos cuenta de la enorme responsabilidad que teníamos al crear un arca de Noé que duraría cientos de millones de años”.

En su libro Murmullos de la Tierra (“Murmurs of Earth”, en idioma inglés), Sagan y sus colaboradores describen el proceso de la toma de decisiones. Era más que nada un reto intelectual —por ejemplo, cómo abarcar la enorme variedad geográfica, histórica y cultural de la música de nuestro mundo en 90 minutos o menos. Entre la música occidental, se escogieron la 5ta. sinfonía de Beethoven y Johnny B. Goode, de Chuck Berry; un grupo de canciones selectas de Jefferson Starship quedaron descartadas. Algunos retos fueron de índole legal: la canción Here Comes the Sun, de The Beatles, no pudo ser enviada porque a pesar de que los miembros del famoso Cuarteto de Liverpool (los “Fab Four”, como también los denominan en idioma inglés) aprobaron por unanimidad que su música fuese enviada a las estrellas, no eran dueños de los derechos de autor de su propia canción. Otros retos fueron burocráticos. En una de las muchas anécdotas que ilustran la condición humana en todo el contenido del Disco de Oro, Sagan describe el tortuoso proceso de obtener permiso para que un grupo de delegados de la Organización de las Naciones Unidas (ONU, por su sigla en idioma español) dijeran simplemente “Hola”. Al final, eso no se pudo lograr, y Sagan acudió entonces a los departamentos de idiomas extranjeros de la Universidad de Cornell, donde profesores y alumnos se mostraron ansiosos por colaborar. De este modo, se pudo armar un conjunto representativo de saludos cortos, comenzando por el idioma sumerio, uno de los más antiguos que conocemos, y terminando con el saludo de un niño estadounidense de cinco años: “Saludos de parte de los niños del planeta Tierra”.

Cuando todo estuvo dicho y hecho, las naves espaciales Voyager despegaron con 118 fotografías, 90 minutos de música, saludos en 55 idiomas humanos y un lenguaje de ballenas, un ensayo con soporte de audio que contenía desde pozos de lodo burbujeantes hasta perros ladrando y el estruendoso despegue de un cohete Saturno V, un extraordinariamente poético saludo del Secretario General de las Naciones Unidas y las ondas cerebrales de una joven mujer enamorada.

De todas las selecciones hechas para el disco, la última podría ser la que despierte más curiosidad en los extraterrestres. Ciertamente, tiene ese efecto en los seres humanos que la escuchan.

¿Cómo toparse con una mujer joven y enamorada y grabar sus ondas cerebrales para un mensaje interestelar? Ayuda el hecho de que la mujer sea miembro del equipo de grabación: Ann Druyan.

Golden Record (Ann's Brain Waves, 550px)
Una muestra de las ondas cerebrales de Ann Druyan, grabadas el 3 de junio de 1977.

“Me surgió esta idea”, recuerda Druyan, “de que pusiéramos el electroencefalograma (EEG) de alguien en el disco. Sabemos que los patrones de los EEG registran algunos cambios en el pensamiento. ¿Podría ser posible, me pregunté, que alguna tecnología avanzada, dentro de millones de años, pudiese descifrar los pensamientos humanos?”

Sagan y los demás aprobaron la idea, y pidieron a Druyan que fuese la voluntaria para someterse al estudio de las ondas cerebrales.

“Contacté al Dr. Julius Korein, del Centro Médico de la Universidad de Nueva York (New York University Medical Center, en idioma inglés) y, con la ayuda de Tim Ferris, hicimos una sesión de grabaciones de una hora de duración de lo más profundo de mi ser”.

El EEG fue programado para el 3 de junio de 1977. Druyan preparó un libreto para guiar sus pensamientos —”un itinerario mental de las ideas e individuos de la historia cuya memoria esperaba poder perpetuar”. Pero ella no pudo prepararse para lo que sucedería dos días antes de la grabación programada.

“El 1 de junio de 1977, Carl y yo mantuvimos una maravillosa e importante conversación telefónica”, recuerda. Sin que hubiese una cita o siquiera un solo momento romántico previo, los dos se habían enamorado durante los alocados apurones por terminar el Disco de Oro. “Decidimos casarnos. Para ambos, fue simplemente un momento de esos en los que se exclama: ¡Eureka! —la idea de que podríamos haber hallado la pareja perfecta. Fue un descubrimiento que se ha reafirmado de incontables maneras desde entonces”.

Los ecos de aquel momento reverberaron en su mente durante la grabación. Su mente consciente pudo haber estado recitando cultura y filosofía, pero su subconsciente zumbaba con la euforia de la Gran Idea del Amor Verdadero. La hora de grabación fue comprimida a un solo minuto que suena, apropiadamente, como una tira de petardos en explosión.

“Mis sentimientos de mujer de 27 años, locamente enamorada, están en ese disco”, dice Druyan. “Es para siempre. Será verdadero dentro de 100 millones de años. Para mí, las sondas Voyager son una especie de alegría tan poderosa que me aleja del miedo a morir”.

Si los extraterrestres alguna vez encuentran las sondas Voyager y descifran su contenido, estarán brevemente en contacto con docenas de músicos, artistas, ballenas, perros, grillos, ingenieros y gente trabajadora común. Pero al único ser humano que tendrán oportunidad de conocer verdaderamente es a esa joven mujer —lo cual no es una mala elección.

Se ha hecho notar que quienes más probabilidades tienen de encontrar a las sondas Voyager… somos nosotros mismos. Finalmente, la tecnología permitirá a los seres humanos alcanzar y recuperar las distantes sondas. En ese caso, serán simples cápsulas del tiempo del año 1977.

El escritor Arthur C. Clarke reconoció esta posibilidad y sugirió añadir una nota al Disco de Oro. “Por favor déjenme en paz; permítanme continuar mi viaje hacia las estrellas”.

Porque las sondas Voyager tienen una historia para contar.

Créditos y Contactos
Autor: Dr. Tony Phillips
Funcionaria Responsable de NASA: Ruth Netting
Editor de Producción: Dr. Tony Phillips
Traducción al Español: Carlos Román
Editora en Español: Angela Atadía de Borghetti
Formato: Carlos Román


Más información

Misión Interestelar de las Sondas Voyager (Voyager Interstellar Mission, en idioma inglés) —Portal

Proyecto Voyager: Imágenes y videos

1. El equipo que armó el Disco de Oro fue dirigido por Carl Sagan e incluyó a: Frank Drake, Ann Druyan, Timothy Ferris, Jon Lomberg y Linda Salzman Sagan.

2. El libro Murmullos de la Tierra, escrito por Sagan y sus colaboradores, está agotado, pero se lo puede encontrar a través de vendedores de libros en Internet.

3. El Disco de Oro de las sondas Voyager puede conseguirse en formato de disco compacto, bajo el título: Murmullos de la Tierra. Así como el libro del mismo nombre, el disco compacto también está agotado, pero se lo puede encontrar a través de vendedores particulares en Internet. El autor (TP) recomienda escuchar el disco una vez sin leer la lista de contenido que figura en la tapa trasera. La poca familiaridad con algunas de las pistas puede hacernos sentir por un momento como extraterrestres en nuestro propio planeta.

4. No olvidemos a las naves Pioneer: Las sondas Pioneer 10 y 11 llevaron el primer mensaje a las estrellas. “Fijado a uno de los soportes metálicos de las antenas de cada sonda, hay una placa de 15 x 23 centímetros (6 x 9 pulgadas), hecha de aluminio y recubierta de oro, en la cual hay un dibujo grabado que describe algo sobre la época y la localización de la civilización humana cerca de la década de 1970, representado en un lenguaje científico que otras civilizaciones tecnológicas podrían llegar a entender. La placa también contiene un bosquejo de dos representantes de la especie humana saludando al cosmos con esperanza”, escribió Sagan en Murmullos de la Tierra. Las sondas Voyager eran naves espaciales más veloces y en algún momento superarán a las Pioneer (que ya habían sido lanzadas a principios de la década de 1970). El equipo de Sagan deseaba que el mensaje de las sondas Voyager fuera también un adelanto considerable, y no solamente unos pocos y simples bosquejos y un saludo corto.