Seguro que ha escuchado alguna vez la célebre frase de que solo usamos el 10 % de nuestro cerebro. De hecho, un tercio de mis alumnos de Psicobiología lo cree, y otro gran porcentaje “no sabe, no contesta”. Es uno de los bulos más extendidos en el ámbito de la neuropsicología. Y cuando nos topamos con él, pensamos: “¿Y qué pasaría si usásemos el 100 %? ¿Seríamos entonces como Einstein?”.
La trama de la película Lucy (2014), protagonizada por Scarlett Johansson y Morgan Freeman, se basa precisamente en esta idea: si de alguna manera se pudiera aprovechar el 90 % restante de nuestra capacidad, se desbloquearían poderes sobrehumanos. No continúo para no hacer spoiler.
En este artículo me propongo desmentir este neuromito e infundir tranquilidad: usamos todo nuestro cerebro, pero obviamente no todo a la vez.
Porque, efectivamente, empleamos el 100 % de un órgano que supone solo 2 % del peso corporal y que precisa el 20 % de la energía consumida. Sería algo así como decir que, para correr, alguien utiliza solo el 10 % de los músculos de sus piernas. Usa absolutamente todos, aunque no a su máxima capacidad.
Un órgano misterioso
Sería más acertado afirmar que, en realidad, conocemos una décima parte de nuestro órgano pensante; o, más bien, de cómo funciona. Desde el ámbito de las neurociencias solemos decir que hablamos de un cerebro desde otro cerebro, lo que inevitablemente propiciará fallos de interpretación.
Además, si usáramos solo el 10 % del cerebro, ¿el otro 90 % qué haría? ¿Estaría congelado? Gracias a la evolución, la mayoría de nuestras funciones están muy bien desarrolladas, y esa eficiencia nos permite realizarlas la mayoría del tiempo.
Este mito es, pues, una falacia sin base científica apoyada en ciertas doctrinas esotéricas como la cienciología, que dan cabida a supuestos poderes psíquicos aún latentes o a una inteligencia desmedida.
Entonces, ¿de dónde salió ese bulo? Muchos creen que fue Albert Einstein quien lo propuso. Sin embargo, sorprendentemente, no existe ni un solo registro de tal afirmación.
También se ha asignado la autoría al filósofo y psicólogo estadounidense William James, al interpretarse de manera tergiversada un fragmento de su artículo The energies of men (Las energías del hombre, 1907). Allí, James decía que “hacemos uso solamente de una pequeña parte de nuestros posibles recursos mentales y físicos”.
Más tarde, Dale Carnegie, autor de uno de los primeros grandes best-sellers de autoayuda, Cómo ganar amigos e influir sobre las personas (1936), menciona explícitamente el porcentaje en el prólogo.
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Arsenal de pruebas en contra
Otra posible explicación al malentendido puede buscarse en la propia configuración de nuestro cerebro. Las neuronas componen aproximadamente el 10 % de células nerviosas, mientras que el resto son células gliales que les dan soporte. Por eso se pensó que solo usaríamos una décima parte de nuestra capacidad cerebral.
Sin embargo, hay claras evidencias que contradicen esta suposición. Veamos algunas de ellas:
Estudios de daños cerebrales nos demuestran que si solo usáramos el 10 %, entonces dichas lesiones no afectarían al rendimiento del órgano.
La evolución ha propiciado que cada vez consumamos más energía a nivel cerebral, por lo que no podemos usar solo una décima parte de su capacidad.
Si el 90 % estuviera apagado, los estudios metabólicos que permiten visualizar las zonas activas del cerebro obtendrían imágenes en blanco, algo que no ocurre.
En los afectados por ciertas enfermedades neuronales, las células no funcionales no deberían regenerarse. Por lo tanto, al hacer la autopsia de los fallecidos, según el falso argumento deberíamos comprobar que no habría degeneración, pues la gran mayoría del órgano se mantendría inactivo.
Albert Camus dijo que “los mitos tienen más poder que la realidad”. Debemos tener cuidado con los neuromitos, que nos alejan de la realidad y de la ciencia, la cual aún tiene mucho que aportar.
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