Lo que muchos conspiralocos olvidan al hablar de platillos volantes es que los humanos ya hemos tenido alguno que vuela. Especialmente conocido es el Avrocar canado-estadounidense. Este prototipo de inicios de la Guerra Fría es la demostración de que el ingenio humano no tiene límites, por eso la física debe imponérnoslos con sus leyes.
En el periodo inmediatamente posterior a la II Guerra Mundial todos los países del mundo se lanzaron sobre la tecnología desarrollada en la Alemania nazi. Especial atención se llevó la investigación aeroespacial en la cual la diferencia del Eje respecto de los Aliados era asombrosa. La aparición de los motores a reacción en el nuevo escenario de competición entre Estados Unidos y la Unión Soviética cambió completamente el combate aéreo. Los nuevos sistemas de propulsión eran capaces de mejorar en todos los aspectos a sus predecesores, los turbocompresores. Aunque es verdad, que sobre todo al principio, como con la adopción de cualquier nuevo dispositivo tecnológico sufría de problemas de fiabilidad.
Sin ir más lejos, el F-104, uno de los primeros cazas a reacción desarrollados por la Fuerza Aérea de Estados Unidos se le apodó el hacedor de viudas. La altísima tasa de accidentes de este nuevo aparato fue lo que le valió tal sobrenombre.
En este periodo se empezó a trabajar cada vez más en los helicópteros, aparatos muy versátiles, pues permiten aterrizar y despegar en vertical. Aquí aparece el nombre de John Frost, diseñador jefe del proyecto. Su nombre aparece vinculado de forma muy notable a los primeros pasos del vuelo supersónico en Gran Bretaña. También fue el diseñador jefe del Avro Canada CF-100, el primer avión supersónico canadiense, una vez que se trasladó a este segundo país en 1947.
Fue después de ser apartado de este avión tras una serie de retrasos y problemas en las primeras unidades entregadas fue transferido a la división de proyectos especiales. Aún dentro de la empresa y empleando los fondos de esta empezó a trabajar en un aparato de despegue y aterrizaje vertical (VTOL por sus siglas en inglés). Este estaría impulsado por un motor a reacción y emplearía el efecto Coanda para permanecer en el aire.
Este fenómeno físico se describe como la tendencia de los fluidos a ser atraídos a una superficie siempre que esta se encuentre en su trayectoria. Por ejemplo, al poner una pelota en un chorro de agua veremos que esta se ciñe al obstáculo. No rebota, si no que sigue su forma y recupera luego su trayectoria aproximadamente.
El proyecto atravesó numerosas fases, las primeras dentro de la empresa, pero el ejército estadounidense no tardó en interesarse por él. Tanto la Fuerza Aérea como el Ejército de Tierra necesitaban de este tipo de aeronaves. Pero realmente el proyecto nunca estuvo cerca de dar un modelo real. Sin embargo, sí que se construyó un demostrador tecnológico. Este ya con el apoyo del Ejército de Tierra que le otorgó la designación final y por la que se le conoce en la actualidad, Avro Canada VZ-9AV Avrocar. Actualmente se conserva en el museo de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, anexo a la base aérea de Wright-Patterson.
Sabiendo que esta es una pieza de museo en la actualidad, y que no se persiguió más este diseño, es fácil asumir las conclusiones. El demostrador resultó ser muy poco práctico. Además los diseños de helicópteros eran notablemente más flexibles, además de más baratos. Otro grave problema que se encontró fue la inestabilidad que sufría el aparato haciéndolo prácticamente inconducible. Ni siquiera era capaz de superar el metro de altura volando pues su cojín de aire se volvía demasiado turbulento. Tras esto todos los planes de hacer versiones de combate e incluso para vuelo supersónico quedaron abandonados. Aunque se gastaron 4,5 millones de dólares, que sería más de cuarenta en la actualidad en el proceso de demostración.