Por qué los soviéticos nunca llegaron a la Luna

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En 1961 el presidente John F. Kennedy daba un discurso en la universidad de Rice, Texas, donde anunciaba al mundo el inicio de una de las mayores aventuras y desafíos de la humanidad, el de llevar hombres a la Luna y regresarlos a salvo.

Siendo esto en respuesta a las numerosas victorias soviéticas en la exploración espacial se iniciaba una carrera que definiría el futuro industrial, político y económico del mundo. En la historia y en la cultura de todos quedó marcado la victoria de EE. UU., sin embargo, para muchos pasó desapercibido o ignoran completamente el esfuerzo de la URSS de ganar.

Esta es la historia que no muchos conocen.

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El auge del programa espacial

Al igual que los Estados Unidos había desarrollado un armamento nuclear, el cual le daría la victoria en la segunda guerra mundial, los soviéticos deseaban empatar aquel poder y para ello desarrollaron su propio arsenal. Sin embargo, no lograron igualar la capacidad de su contraparte, sus ojivas eran muy pesadas y para ello requerían lanzadores mucho más potentes con el fin de hacerlas efectivas. Esta tarea fue encargada al equipo de diseños experimentales, liderado por Sergei Koroliov.

En poco más de un año el resultado fue el ICBM (misil balístico intercontinental, por sus siglas en inglés) R-7. Consistía en un propulsor central y cuatro laterales, los cuales eran descartados una vez agotado el combustible, y tenía la capacidad de lanzar una carga de 5.5 toneladas a una distancia de casi 9 000 kilómetros

Posteriormente, este sería modificado y usado para lanzar en 1957 el primer satélite, Sputnik I, y bajo aún más modificaciones, un cambio de nombre y un propósito diferente, en 1959 llevaría a Yuri Gagarin a convertirse el primer humano en orbitar la Tierra.

La carrera por la Luna

Sergei Koroliov, conocido como el chief designer (diseñador jefe) hasta su muerte, cuando finalmente se desclasificó su nombre, es considerado uno de los padres de la cosmonáutica y del programa espacial soviético. Fue también una de las mentes detrás de hazañas como Sputnik I y II; el vuelo de Yuri Gagarin y posteriormente Valentina Tereshkova, la caminata espacial de Alexei Leonovich, entre otros muchos logros. Era de esperarse que el siguiente reto igualmente fuese bajo su mando, el de diseñar y ejecutar una misión a la Luna.

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A la derecha Yuri Gagarín y a la izquierda Sergei Koroloiv.

La primera tarea era la de planear un perfil de misión, a partir del cual se conocerían los requisitos del cohete. Similar a EE. UU. se inició la planeación con la idea en mente de un lanzamiento directo, donde la misma nave usada para ir y volver de la Luna llegaría a la superficie.

El problema de esta aproximación es la necesidad de un cohete de enormes dimensiones, más grande de lo que se pudo haber construido en esa época, o inclusive hoy en día. La idea fue descartada y cambiada por no lanzar la nave completa, sino por separado y luego en órbita terrestre unir ambas partes para ir directo a la Luna. Poco tiempo después esa misma idea sería desechada y finalmente se planea una misión donde dos naves son lanzadas al mismo tiempo, una de ellas quedaría únicamente en órbita lunar, mientras la otra descendería a la superficie.

Existían tres propuestas de cohetes, el N1 y N2; este último siendo cancelado, el UR500; cuyo diseño sería modificado para dar paso al que hoy conocemos como Proton, y el R56; que seguiría el mismo destino que el N2. Aquellos programas que lograron sobrevivir a recortes de presupuesto fueron el N1; donde la N viene de Nositel o “Lanzador” en ruso, y el UR500, siendo el primero un lanzador super pesado con capacidad de llevar más de 70 toneladas a órbita baja y el segundo uno de carga media con capacidad de hasta 20 toneladas.

N1: La caída del sueño lunar

En 1991, junto con la caída de la URSS se desclasificó gran cantidad de información referente al cohete N1 y todo el programa espacial soviético. A partir de estos informes el mundo pudo conocer un poco más de la historia de lo que durante casi una década se mantendría como el cohete más poderoso (en lo que a empuje al momento del despegue respecta) de la historia, siendo superado únicamente por el futuro cohete Starship de SpaceX.

El N1 estaba dividido en dos partes, un cohete y una nave lunar, el primero consistía en tres partes o etapas, la etapa inferior contaba con 30 motores con 154 toneladas de empuje cada uno alojados en dos anillos concéntricos, la siguiente contaba con ocho motores optimizados para gran altitud, luego había únicamente cuatro motores optimizados para vacío. Todas las etapas utilizaban RP-1 y LOX para sus motores.

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Fotografía de uno de los cohetes N1 donde se aprecian los 30 motores de la primera etapa.

A diferencia del Saturno V, el desarrollo y construcción del N1 tenía menos presupuesto del necesario para poder realizar todas las pruebas pertinentes con el fin evitar la destrucción del vehículo en sus vuelos. También fue apresurado para poder mantenerse en las fechas estipuladas por el Kremlin. Fuera de contar con menos de lo necesario el programa sufriría un duro golpe cuando en 1966 fallecía Sergei Koroliov producto de una cirugía.

Sin la dirección del diseñador jefe, iniciaron una serie de conflictos internos y choque de ideas sobre el futuro del programa. Esto añadiría inclusive más retrasos, los soviéticos cada vez estaban más lejos de la Luna.

Finalmente, en 1969, se realizaría el primero de trece vuelos no tripulados de prueba del sistema completo. Desde el cosmódromo de Baikonour despegaría el cohete N1 con designación L3, tras 12 segundos de haber sido presionado el botón de lanzamiento, siendo este el tiempo necesario para que los motores alcancen el empuje necesario. A unos 14 kilómetros de altura y 183 segundos después de haber abandonado la plataforma de lanzamiento, dejaría de subir y, para el temor de muchos, empezaría a descender hasta estrellarse a unos 52 kilómetros de distancia.

Portada
Lanzamiento del N1

A pesar del fallido lanzamiento los directores se encontraban optimistas, pues habían logrado verlo volar y mantenerse en curso, además de la telemetría recogida sobre su desempeño en vuelo, lo que les permitiría mejorar las futuras iteraciones del vehículo. Y efectivamente así fue, 6 meses después se realizó el siguiente lanzamiento. Aparentemente todo iba bien, a los 10 segundos de abandonada la plataforma las mediciones de presión en 12 motores cayó a cero. Habiendo alcanzado apenas 100 metros de altura el cohete empezó a caer hasta colapsar sobre la plataforma de lanzamiento, causando una explosión que quedaría en la historia como la explosión no nuclear más poderosa de la historia y destruyendo por completo el complejo, cosa que atrasaría aun más el programa. Días después la misión Apollo 11 despegaba hacia su primer intento de alunizaje.

Tras una pausa de dos años, se realizarían otros dos lanzamientos, estos igualmente fallarían antes de poder siquiera separar la primera etapa. Finalmente, el sueño de ver a un soviético en la Luna quedaría sepultado, el Kremlin cortaría todo presupuesto destinado al programa. Junto con la cancelación se ordenó desmantelar y destruir los otros cohetes ya construidos, así como otros componentes y motores.

Lastimosamente la URSS no logró hacer funcionar correctamente su cohete, fracasando terriblemente en el intento y con el fin de evitar propaganda contra el partido comunista tratando de eliminar evidencias de lo ocurrido, borrando parte de la historia de la cosmonáutica. El mundo de hoy en día y la exploración espacial sería muy diferente de haber podido llevar por lo menos una misión exitosa de ida y vuelta, es posible que en futuras décadas se retomen estos esfuerzos en colaboración con otras naciones, por ejemplo, China. El futuro aún no está escrito y puede traernos grandes sorpresas.

Francisco Andrés Forero Daza
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