A punto de finalizar el 2021 el Diccionario Collins ya ha determinado cuál es la palabra del año: “NFT”. Detrás quedaron otros términos de moda como “Metaverso”, “ansiedad climática” y “cripto”.
Este galardón obedece, según la publicación, al enorme número de búsquedas y contenidos creados en torno a su significado, creación y aplicabilidad.
Este diccionario define como NFT a un “certificado digital único, registrado en una cadena de bloques, que se utiliza para registrar la propiedad de un activo como una obra de arte o un objeto de colección”.
Con “cadena de bloques” se refiere a una blockchain, es decir, a una tecnología que permite la transferencia de datos digitales de forma codificada y descentralizada, lo que le asigna absoluta seguridad.
Por esta razón el término blockchain siempre ha estado relacionado con el ámbito de las criptomonedas y ahora con este tipo de bienes digitales.
Las siglas “NFT” aluden en inglés a token no fungible, que se refiere a un activo digital que no podrá consumirse ni sustituirse.
Se registran mediante un contrato inteligente que les asigna un número único, lo que proporciona tranquilidad a su propietario frente a posibles réplicas.
Este registro contiene los datos del propietario y del creador, lo que permite preservar por igual los derechos de autor.
En resumen, un NFT puede ser una imagen, un gráfico, un vídeo, música o cualquier otro contenido de carácter digital sobre el que alguien quiera tener posesión.
El fundador de Twitter, Jack Dorsey, vendió a comienzos de 2021 como NFT el primer tuit de la plataforma (de su autoría) por casi 3 millones de dólares.
El famoso Nyan Cat en versión GIF fue transado en 600 000 dólares e incluso vídeos de la NBA sobre las mejores jugadas han alcanzado precios sobre los 100 000 dólares.
De hecho, esta franquicia deportiva cuenta ya con una plataforma para transar sus propios NFT: NBA Top Shot, como también ocurre con la Liga Europea de Fútbol Americano.
Quizás donde se ha hecho mayor énfasis en cuanto al desarrollo de los NFT es en torno a la compra y venta de obras digitales.
El primer referente se le atribuye al artista Kevin McCoy con su obra Quantum, aunque quizás el ejemplo más destacado le corresponda, de momento, al artista Beeple, cuyo collage digital se subastó el 11 de marzo de 2021 por 69 millones de dólares.
Aunque en internet existan copias y versiones, el NFT corresponderá al contenido original. El creador tendrá asegurado el 10 % de las transacciones futuras. Así, mientras al comprador le corresponden los derechos de propiedad, también se preservan los derechos de autoría.
Internet y la evolución de las tecnologías móviles ha ocasionado que los individuos establezcan diálogos cotidianos a través de recursos digitales como emojis, stickers, memes, GIFs, vídeos, etc.
Aparte de los casos ya aludidos, trascendió recientemente la conversión a NFT de uno de los memes en vídeo más famosos de internet: “Charlie bit my finger”.
Este vídeo, uno de los más virales en YouTube, fue vendido como NFT por 650 000 dólares en mayo de 2021. En él se ve cómo un niño de un año muerde el dedo de su hermano de tres, el cual se queja enérgicamente.
Una escena que resultó graciosa para su padre, quien lo publicó en el repositorio de vídeos en línea con la intención de que la familia lo pudiese ver en 2007, es uno de los primeros memes en la plataforma.
Está el caso también de la foto de la icónica niña que sonríe en primer plano mientras de fondo arde una vivienda.
Mejor conocido como Disaster girl este meme ha sido recientemente vendido por casi medio millón de dólares.
Los memes constituyen un elemento primordial en la cultura pop digital actual y un medio de comunicación que incluso marcas y empresas explotan con mayor frecuencia en estrategias de marketing.
Existe la inquietud en el seno de la comunidad de usuarios de internet de que algo que pareciese la máxima expresión de la comunicación libre (por su capacidad de réplica y acople a cualquier mensaje) se vea afectado por esta reciente “cultura” de atesoramiento de publicaciones y contenidos digitales.
Como ya se ha precisado, van a seguir existiendo réplicas y versiones porque internet es así. Sin embargo, los contenidos originales, aparte de pasar a tener “dueños”, también proporcionarán recompensa en función de la autoría.
Dicho de otra manera, en cualquier vivienda u oficina puede haber una réplica de la Mona Lisa enmarcada y exhibida, pero la original se encuentra en París en el Museo del Louvre y su reproducción tiene unos derechos de autor.
El fenómeno de los NFT es incipiente y aún queda mucho desarrollo, como por ejemplo que su tecnología consiga ser de carácter masivo y los usuarios tengan pleno conocimiento de sus capacidades.
Por ser parte de una arquitectura digital, recientemente se está relacionando el fenómeno de los NFT con el desarrollo del Metaverso en sus distintos niveles.
Pavel Sidorenko Bautista, Profesor e investigador de la Facultad de Empresa y Comunicación, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Esta entrada fue modificada por última vez en 14/04/2022 14:12
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