Los puntos rojos que ha descubierto el James Webb están dando mucho trabajo a la comunidad científica

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Desde que el Telescopio Espacial James Webb comenzó a observar el universo temprano, los astrónomos se han topado con un misterio fascinante: cientos de objetos extremadamente rojos y compactos, apodados “little red dots” (LRDs), han aparecido en sus imágenes. Estas pequeñas manchas rojas, detectadas a distancias equivalentes a solo 600-800 millones de años tras el Big Bang, han desconcertado a la comunidad científica. Pero una nueva hipótesis propone que podrían ser una especie de “estrellas” formadas por agujeros negros supermasivos envueltos en gas denso, brillando intensamente desde los confines del cosmos.

Vista del universo primitivo captada por el telescopio espacial James Webb, que incluye numerosos puntitos rojos de naturaleza incierta NASA, ESA, CSA, Steve Finkelstein (UT Austin)

¿Qué son exactamente estas manchas rojas?

Las LRDs no se comportan como se esperaba que lo hicieran las primeras galaxias. Durante años, los modelos cosmológicos predijeron cómo serían esas primeras estructuras: más tenues, más difusas, menos masivas. Pero estas manchas rojas contradicen las predicciones. “Pensábamos que sabíamos cómo eran las primeras galaxias”, afirma Jillian Bellovary, del Museo Americano de Historia Natural. “Pero no creíamos que fueran así. Estamos imaginando ideas de lo más extrañas”.

La clave del enigma podría estar en el corazón mismo de estas LRDs. Un equipo liderado por Rohan Naidu, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), ha propuesto que muchas de estas manchas podrían ser agujeros negros supermasivos envueltos en densas masas de gas, similares a las capas externas de la atmósfera de una estrella. Estas estructuras estarían “devorando” ese gas con tal voracidad que la fricción y el calor generado provocarían un brillo visible desde enormes distancias.

Una de estas LRDs, observada tal como era 660 millones de años después del Big Bang, se ajusta perfectamente a este modelo. Según los cálculos del equipo, la envoltura gaseosa tendría un tamaño comparable a la órbita de Plutón, y una masa de millones de veces la del Sol. En el centro, un agujero negro con un disco de acreción extremadamente caliente generaría una intensa emisión energética. Desde la Tierra, esto se vería como una pequeña mancha roja.

Imágenes del telescopio espacial James Webb de pequeñas galaxias de puntos rojos Josephine F.W. Baggen et al. (2024)

Una solución elegante al misterio

La propuesta de Naidu no es la única. Otro grupo de investigación, encabezado por Vadim Rusakov, de la Universidad de Mánchester, ha llegado de forma independiente a una conclusión parecida: las LRDs podrían ser agujeros negros ocultos en atmósferas ultra densas, actuando como protoestrellas cósmicas. “Todos están proponiendo este tipo de agujero negro incrustado en una atmósfera muy densa”, explica Xi Ji, de la Universidad de Cambridge.

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El astrofísico Anthony Taylor, de la Universidad de Texas en Austin, respalda esta teoría por su coherencia con la física conocida. “Me gusta mucho esta solución”, comenta. “Es elegante. No necesita física exótica y no rompe el universo”.

Apunta que las LRDs podrían formarse cuando un agujero negro destruye simultáneamente a un cúmulo de estrellas, generando un destello que podría confundirse con el brillo de un objeto compacto. Otra hipótesis sugiere que podrían ser conjuntos extremadamente densos de estrellas, pero eso implicaría concentrar el equivalente a 10 000 millones de masas solares en un espacio de apenas 100 años luz. 

Campo completo a falso color de la nueva imagen de James Webb con más de 20 000 galaxias visibles. La observación está centrada en el cuásar J0100+2802, el cual muestra una tonalidad rosada y seis picos de difracción. Créditos: NASA, ESA, CSA, S. Lilly (ETH Zurich), D. Kashino (Nagoya University), J. Matthee (ETH Zurich), C. Eilers (MIT), R. Simcoe (MIT), R. Bordoloi (MIT), R. Mackenzie (ETH Zurich), A. Pagan (STScI)

Una pista sobre el origen de los agujeros negros supermasivos

Si las LRDs son, efectivamente, agujeros negros “envueltos”, podrían ser los ancestros directos de los agujeros negros supermasivos que se encuentran en el centro de galaxias como la Vía Láctea. Este hallazgo podría resolver una de las grandes incógnitas de la cosmología: ¿cómo se forman tan pronto estos monstruos cósmicos?

Webb será clave para resolver este misterio. Durante el próximo año, varios programas están programados para estudiar las LRDs con mayor detalle. Uno de ellos, liderado por el propio Taylor, buscará líneas espectrales de absorción de calcio, lo que podría confirmar (o descartar) la hipótesis del capullo de gas. Si estas líneas están presentes, se favorecería la explicación estelar. Si no, la teoría del agujero negro rodeado de gas ganaría fuerza.

Mientras tanto, el universo sigue hablando en susurros rojos. Y con el James Webb como nuestro oído más potente, tal vez estemos a punto de entender cómo nacen las criaturas más oscuras y poderosas del cosmos.

astroaventura

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