Tras las primeras horas de caos siguiendo rumores y filtraciones ayer tarde la Casa Blanca confirmó implícitamente la información. Si finalmente, después de la revelación, Rusia siguiera adelante con el despliegue de armamento nuclear en órbita las consecuencias son un peligroso misterio. Cabe destacar que el Tratado del Espacio Ultraterrestre prohíbe los artefactos nucleares explosivos, no así los destinados a la generación eléctrica como los reactores.
El tratado del espacio ultraterrestre
Este conocido Tratado redactado al amparo de la Organización de las Naciones Unidas es el punto de partida para realizar la exploración y explotación del espacio exterior. Está firmado por un total de 110 países entre los que se incluyen a todas las potencias espaciales. En los últimos tiempos los acuerdos Artemisa impulsados por la NASA chocaban en algunos puntos con el Tratado. Aunque siempre han defendido desde Estados Unidos que se mantendrían dentro del extenso acuerdo que supuso en 1967 y que respetarían su espíritu.
Cabe destacar que uno de los mayores alicientes para la firma de este acuerdo fue precisamente el riesgo que suponía trasladar la escalada nuclear a órbita baja.
Simplemente no existe la posibilidad de defenderse de un ataque lanzado desde aquí. Si ya en aquel entonces se vivía con el dedo sobre el botón rojo, el envío de armamento nuclear al espacio adyacente a la Tierra habría puesto más presión en la Guerra Fria.
Los usos de un arma anti satélite nuclear
El principal y único uso de un arma anti satélite es su propio nombre. Pero la capacidad de un artefacto de este tipo nuclear es muy diferente a la de por ejemplo un SM-3 estadounidense. En la actualidad, los sistemas ASAT son en general de un uso, idealmente (la probabilidad de éxito es desconocida, pero nunca superior al 80% de los sistemas antiaéreos), una muerte. Son misiles, basados en tierra que transportan una única cabeza que se inmola contra su objetivo. Las enormes diferencias de velocidad entre uno y otro son los que destruyen al orbitador.
Llevar una carga explosiva es redundante salvo por aumentar el rango de error posible del sistema ofensivo. Pero cuando hablamos de una bomba nuclear, el asunto cambia.
La capacidad explosiva, es diferente, pero sobre todo el mayor problema es la radiación electromagnética y gamma. El radio de la explosión ya no es relevante porque la explosión no es lo que destruye los satélites (y provoca una lluvia radioactiva en la Tierra). Y uno puede pensar que los orbitadores ya están preparados para resistirla, pero deben recordar que en órbita baja están protegidos por la magnetosfera. Por eso poseen equipos mucho menos blindados frente a la misma.
Aun así, la radiación es la primera causa de muerte en satélites. Esta funde la electrónica de a bordo impidiendo las comunicaciones y el control. Y no es que una bomba nuclear emita más que el Sol, pero está mucho más cerca, mucho más concentrada.
La diferencia que separa a Estados Unidos del resto de países en el uso militar de las órbitas es extrema. De ahí surge la necesidad rusa de un igualador de fuerzas. Pero cabe destacar que pese a su extensión, los estadounidenses siempre se han comportado de forma muy poco agresiva en el espacio. Y en ningún caso esto justificaría que Rusia provocase un cataclismo en órbita que tendría sus secuelas durante siglos por el efecto Kessler.