Los satélites espía son un gran misterio para el mundo en general. Sin embargo, entre filtraciones del caso Snowden, desclasificaciones de hace sesenta años y los actuales medios en manos civiles, los militares ya no están a salvo. El escrutinio público que reciben, una vez en órbita, los activos de los ejércitos de las principales potencias del mundo era inimaginable hace no tanto.
Hoy, nuevas imágenes provistas por una empresa privada nos dejan ver cómo es uno de los satélites militares rusos más avanzados, el Cosmos 2558.
Lo último: los satélites inspectores
Dado que la guerra se ha trasladado a la órbita, ahora los ejércitos se dotan de nuevas formas de espiarse mutuamente en la órbita terrestre. Este tipo de satélites espía llevan ya algún tiempo entre nosotros, pero no mucho, una década apenas. Si lo comparamos al resto de tipos, esta aproximación está en pañales completamente. Tambíen es una de las más complicadas, porque requiere de maniobrar una vez en el espacio, algo que lejos de lo que representan las películas y las series es muy complicado. Cuando se trata de alcanzar a otro orbitador, su operador sabe que intentan acecharle y maniobrará. En consecuencia, en el juego del gato y el ratón, siempre acabará por ganar el ratón, suponiendo que tenga suficiente combustible, que no siempre pasa.
Pero en la órbita geoestacionaria (a 36 000 kilómetros de altura) los satélites no pueden moverse libremente o perderán su posición respecto a la Tierra. Incluso podrían colisionar con otros si se encuentran en zonas de más densidad de aparatos. Es aquí donde han proliferado los inspectores.
Vigilando de «cerca»
Las distancias en el espacio son muy relativas, lo que en el suelo parece un mundo, allí arriba no lo es. Una aproximación cercana a la Estación Espacial Internacional es cuando algo pasará a menos de 15 kilómetros de ella. Y si se aproxima a menos de uno, se decreta un aislamiento y la tripulación abandona sus tareas habituales para monitorear la situación.
Por eso decir que un satélite inspector se acerca a 60 kilómetros de distancia de un nuevo tipo de espía de la opaca Oficina Nacional de Reconocimiento puede parecer lejos. Sin embargo, generó un importante desasosiego en Washington D.C. con movimientos frecuentes intentando zafarse de su perseguidor, pero sin éxito.