Segundo efecto Sputnik: La última oportunidad de Estados Unidos de vencer a China en la carrera por la Luna

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Lo que se creía imposible hace bien poco es ahora una realidad más que palpable, Estados Unidos va camino de perder la segunda carrera por la Luna. Mientras China avanza con pie firme sobre todos los peldaños, la NASA no es capaz de sacar adelante la segunda misión Artemisa. Con muchas dudas sobre los problemas de la primera misión, en la cual hubo problemas graves, la segunda misión, ahora tripulada, está a varios meses vista más de dos años después de la primera.
Existen dudas de que el inexorable ritmo que ambos programas mantienen haga imposible adelantarse a la primera misión tripulada china a la Luna. Si esto sucediera, ya se habla de un segundo efecto Sputnik.
Las implicaciones de una repetición de los eventos de 1957 son impredecibles, incluso en este siglo se discuten aún sus efectos sobre el sistema educativo estadounidense. Por lo que aventurarse a predecir un sobre un futuro ya de por sí hipotético de momento, es realmente inadecuado. Pero por resumir, hay dos vertientes de pensamiento entre quienes asumen como una realidad que el Lanyue se adelantará al módulo que intente poner la NASA sobre la Luna.
Unos afirman que los políticos estadounidenses, heridos en el orgullo, reforzarán la posición de la agencia espacial otorgándole la financiación suficiente para afrontar un vuelo a Marte antes que nadie más. Por otro lado, existe una corriente de pensamiento exactamente opuesta, toda vez que la NASA no pueda ser la imagen de la exploración espacial, se recortarán enormemente sus funciones y sus fondos pasarían en gran medida a la fuerza espacial. Este camino de militarización del espacio y de transferencia de fondos ya se está viendo este año con la presidencia de Donald J. Trump.
Y contrario a lo habitual en los últimos diez años en la política espacial estadounidense no viene de la mano de Elon Musk.
Aunque viene igualmente de un mil millonario, Jeff Bezos. Blue Origin es un pozo sin fondo del fundador de Amazon, cuyos bolsillos, aún así, son tan profundos que igualmente mantiene la empresa sin problemas. Pero si hay algo jugoso en el sector espacial estadounidense y que podría corregir el rumbo financiero de la empresa es un contrato cost plus. Este tipo de contratos otorgan a la empresa seleccionada con un presupuesto que cubre todos los costes de desarrollo encargado, incluyendo sobrecostes y retrasos, cost. Además de una generosa ganancia que se suma a lo gastado en el desarrollo, plus. Según recoge Eric Berger tras reunirse con varias voces de la industria, este podría ser el camino para salvar la carrera lunar.
Blue Origin tendría que, en un tiempo récord, integrar un sistema tripulado encima de su aterrizador lunar autónomo, el Blue Moon MK1. Además, deberían diseñar una etapa de lanzamiento, los astronautas no pueden quedar permanentemente en la Luna. En principio esta segunda parte no es tan compleja, aunque los márgenes de pesos son mucho más que limitados.
Si bien es cierto que esta solo sería una solución temporal, probablemente para una o dos misiones, mientras se ultima la Starship de SpaceX. Esta fue la ganadora del contrato para desarrollar el nuevo aterrizador lunar, mientras que en una ampliación de este se contrató el Blue Moon MK2 de Blue Origin. Pero el parecido entre ambos sistemas de aterrizaje apenas pasa del nombre.
El mayor problema es que no hay tiempo, y esta es solo una de las partes que tienen que funcionar y que aún no existen a ojos de la NASA. Los trajes espaciales de Axiom y Collins están empezando sus pruebas, la Orion debe someterse a un segundo vuelo después de que en Artemisa 1 hubiera numerosos problemas de seguridad. Además, los astronautas tendrían que cambiar su entrenamiento en simuladores a una nave completamente diferentes, de la Starship a este prototipo inexistente.
Según fuentes de la industria Blue Origin habría empezado a estudiar el asunto, pero sin que la NASA lo pida. Además, la principal pregunta es de donde saldría el dinero, porque hablamos de una partida extraordinaria enorme y que habría que asignar ya. O en su defecto, en cuanto el gobierno estadounidense salga de su bloqueo presupuestario. Y en medio de los recortes a la NASA de la administración actual no es algo que parezca creíble.
Asumir que Estados Unidos va a perder la carrera por la Luna tras empezarla en 2003 es complicado de entender. En estos momentos solo un tropiezo enorme de China, que aún no ha sucedido en todo su programa espacial, podría impedirlo. Incluso un desembolso gigante por parte estadounidense en soluciones alternativas y más rápidas que las actualmente contempladas parece complicado que impida el esperado desenlace. Pero especular con las posible soluciones es siempre interesante, y ante la perspectiva de perder la Luna, quizá incluso tienen visos de realidad.
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