Si todo va bien, los astronautas de la NASA Butch Wilmore y Suni Williams despegarán hoy hacia el espacio a bordo de la nave Starliner de Boeing. Lanzada desde el Centro Espacial Kennedy. Esta última prueba probará la nueva nave y llevará a la pareja a la Estación Espacial Internacional durante aproximadamente una semana.
La misión, que forma parte del programa de tripulación comercial de la NASA, supondrá el primer lanzamiento tripulado del vehículo. Si tiene éxito, dará a la NASA –y en el futuro, a los turistas espaciales– más opciones para viajar a la órbita terrestre baja.
Desde mi perspectiva de experto en política espacial, el lanzamiento de Starliner representa otro hito importante en el desarrollo de la industria espacial comercial. Pero la turbulenta historia de la misión también muestra lo difícil que puede ser el camino hacia el espacio, incluso para una empresa experimentada como Boeing.
Tras la retirada del transbordador espacial de la NASA en 2011, la agencia invitó a empresas espaciales comerciales a ayudarle a transportar carga y tripulación a la Estación Espacial Internacional.
En 2014, la NASA seleccionó a Boeing y SpaceX para construir sus respectivos vehículos de tripulación: Starliner y Dragon.
El vehículo de Boeing, Starliner, se construyó para transportar hasta siete tripulantes a la órbita terrestre baja. Para las misiones de la NASA a la Estación Espacial Internacional, transportará hasta cuatro a la vez, y está diseñado para permanecer acoplado a la estación hasta siete meses. Con sus 4,5 metros, la cápsula en la que viajará la tripulación es ligeramente más grande que un módulo de mando Apollo o un Dragon de SpaceX.
Boeing diseñó el Starliner para que fuera parcialmente reutilizable, con el fin de reducir el coste de llegar al espacio. Aunque el cohete Atlas V y el módulo de servicio que soporta la nave son prescindibles, la cápsula de la tripulación de Starliner puede reutilizarse hasta 10 veces, con un plazo de entrega de seis meses. Hasta la fecha, Boeing ha construido dos Starliner en condiciones de volar.
El desarrollo de Starliner ha sufrido contratiempos. Aunque Boeing recibió 4 200 millones de dólares de la NASA, frente a los 2 600 millones de SpaceX, Boeing gastó más de 1 500 millones de dólares extra en el desarrollo de la nave.
En el primer vuelo de prueba sin tripulación de Starliner en 2019, una serie de fallos de software y hardware le impidieron llegar a la órbita prevista, así como acoplarse a la Estación Espacial Internacional. Tras probar algunos de sus sistemas, aterrizó con éxito en Polígono de Misiles de White Sands, en Nuevo México.
En 2022, tras identificar y realizar más de 80 correcciones, Starliner llevó a cabo un segundo vuelo de prueba sin tripulación. Esta vez, el vehículo sí se acopló con éxito a la Estación Espacial Internacional y aterrizó seis días después en Nuevo México.
Aun así, Boeing retrasó el primer lanzamiento tripulado de Starliner de 2023 a 2024 debido a problemas adicionales. Uno de ellos afectaba a los paracaídas de Starliner, que ayudan a frenar el vehículo cuando regresa a la Tierra. Las pruebas revelaron que algunos eslabones de las líneas de los paracaídas eran más débiles de lo esperado, lo que podría haber provocado su rotura. También les dio problemas el uso de cinta inflamable, que podía suponer un riesgo de incendio.
Una cuestión importante derivada de estos retrasos es por qué ha sido tan difícil desarrollar el Starliner. Por un lado, los responsables de la NASA admitieron que no supervisaron tanto el Starliner como el Dragon de SpaceX debido a la familiaridad de la agencia con Boeing.
Y aunque Boeing ha sufrido varios contratiempos recientemente con la seguridad de sus aviones, el astronauta Butch Wilmore ha negado que los problemas del Starliner guarden relación.
Pero lo cierto es que hay otras actividades espaciales de Boeing, además del Starliner, que también han experimentado fallos mecánicos y presiones presupuestarias, incluido el Sistema de Lanzamiento Espacial. Está previsto que este sistema sea el cohete principal del programa Artemis de la NASA, que planea llevar seres humanos a la Luna por primera vez desde la era Apolo.
Ante estas dificultades, el éxito o fracaso de Starliner será determinante para los futuros esfuerzos espaciales de Boeing. Incluso si Dragon de SpaceX puede transportar con éxito astronautas de la NASA a la Estación Espacial Internacional, la agencia necesita un respaldo. Y ahí es donde entra Starliner.
Tras la explosión del Challenger en 1986 y el accidente del transbordador Columbia en 2003, la NASA retiró el transbordador espacial en 2011. La agencia se quedó con pocas opciones para llevar y traer astronautas al espacio. Contar con un segundo proveedor de vehículos tripulados comerciales significa que la NASA no tendrá que depender de una sola empresa o vehículo para los lanzamientos espaciales, como ocurría anteriormente.
Lo que es más importante, si Starliner tiene éxito podría competir con SpaceX. Aunque ahora mismo no hay una demanda masiva de turismo espacial y Boeing no tiene planes de comercializar Starliner para el turismo en un futuro próximo, la competencia es importante en cualquier mercado para reducir costes y fomentar la innovación.
Y es probable que haya más competencia. El Dream Chaser de Sierra Space tiene previsto despegar a finales de este año para transportar carga de la NASA a la Estación Espacial Internacional. También se está desarrollando una versión tripulada del avión espacial para la próxima ronda del programa de tripulación comercial de la NASA.
Blue Origin está trabajando con la NASA en esta última ronda de contratos de tripulación comercial y desarrollando un módulo de aterrizaje lunar para el programa Artemis.
Aunque SpaceX ha conseguido que los vuelos espaciales comerciales parezcan relativamente fáciles, la rocambolesca experiencia de Boeing con Starliner demuestra lo difíciles que siguen siendo los vuelos espaciales, incluso para una empresa con experiencia.
Starliner es importante no sólo para la NASA y Boeing, sino para demostrar que más de una empresa puede tener éxito en la industria espacial comercial. Un lanzamiento con éxito también daría a la NASA más confianza en la capacidad de la industria para apoyar las operaciones en la órbita terrestre mientras la agencia se centra en futuras misiones a la Luna y más allá.
Wendy Whitman Cobb, Professor of Strategy and Security Studies, Air University
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Esta entrada fue modificada por última vez en 07/05/2024 00:32
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