Un siglo después, en 2017, un grupo de científicos de la Universidad de Alaska Fairbanks y del Colorado College consiguió analizar en profundidad este acontecimiento de la naturaleza para determinar que, en realidad, lo que estaba ocurriendo era algo mucho más extraño: bajo el propio glaciar hay una fuente de agua natural que, con el paso de los años, ha ido acumulando partículas de hierro.
Este elemento se ha mezclado con el agua y, al salir al exterior, su mezcla con la atmósfera provoca su oxidación, lo que hace que el agua simule el color de la sangre. Así lo ha determinado un estudio publicado en el ‘Journal of Glaciology’, que ha desvelado el extraño misterio que rodea a esta cascada, en lo que es un caso único en todo el planeta.
Pero, ¿por qué hay una fuente de agua líquida bajo un glaciar? Muy sencillo: se trata de un lago salado de más de cinco millones de años de antigüedad cuya acumulación salina es tan importante que el agua es líquida.