La transición entre la aviación y la exploración espacial estaba claramente marcada por la diferencia entre aviones y cohetes. Sin embargo, existían diferentes proyectos que servían como puente entre ambos mundos. El NF-104A era una muestra de esta mezcla, un vehículo de entrenamiento para los futuros astronautas y una base para el desarrollo de aviones espaciales. Su historia operacional incluye un llamativo accidente con sorprendente final.
El predecesor de los aviones espaciales
El NF-104A, equipado con un motor cohete y un motor de avión supersónico, servía como un vehículo que permitiría a los astronautas en formación entrenar en la atmósfera alta. En su comportamiento como cohete, usaba peróxido de hidrógeno y combustible para jet JP4. Los motores de control, usando el mismo oxidante, permitían maniobrar cuando las superficies aerodinámicas eran inservibles. A diferencia de otros aviones similares, era capaz de despegar y alcanzar gran altura por sus propios medios. Además, era una prueba para el futuro desarrollo del X-16 y X-20 y técnicas de control para las cápsulas Mercury y Gemini.
Rompiendo barreras
El 10 de diciembre de 1963, el piloto experimental Chuck Yeager fue elegido para llevar al NF-104A a nuevos límites. En los días anteriores había realizado tres vuelos de prueba, rozando los 100 000 pies o 30 kilómetros de altura, preparándose para romper un récord.
Después de un tranquilo ascenso, Yeager accionó el postquemador a una altitud de 12 kilómetros. La primera fase del arco terminó cuando la velocidad alcanzó 2.2 veces la del sonido. Con la activación de una palanca, el NF-104A hace su transición de avión a cohete, activando el poderoso motor que lo impulsará más allá de las capas bajas de la atmósfera.
Para aprovechar el impulso del motor cohete, el NF-104A era orientado con un gran ángulo de ataque, buscando maximizar la altura máxima. Alcanzóun apogeo ligeramente mayor a los treinta kilómetros de altura, donde el color del cielo del desierto empieza a desvanecerse en la profunda oscuridad del cosmos.
Durante un breve momento en el apogeo del vuelo, Yeager pudo disfrutar de la ingravidez. Sin embargo, era un vuelo experimental y debía realizar varias pruebas. Era crucial usar los motores de control para ajustar el ángulo de la nave, esencial para una correcta reentrada atmosférica.
Gravedad
Yeager activó el sistema que debía bajar la nariz con los motores de reacción, sin embargo, el avión se mantuvo apuntando hacia arriba. Varios intentos infructuosos generaron gran preocupación. Con la lenta pérdida de altura la densidad atmosférica aumentaba, alcanzando el punto donde los motores no tenían suficiente potencia para mantenerlo estable. Sin una orientación correcta perdería el control en las capas bajas de la atmósfera.
El NF-104A empezó a caer del cielo con una fuerte rotación sobre su centro de gravedad. Con el motor apagado no había presión hidráulica para mover los estabilizadores, la única esperanza era orientarse correctamente para permitir el flujo de aire.
Incapaz de anular su rotación, el avión caía cada vez más rápido. Yeager activó el paracaídas de frenado, originalmente diseñado para asistir en aterrizajes a alta velocidad. Logró orientar la nariz hacia abajo cuando el altímetro indicaba 8 kilómetros.
Debió liberar el paracaídas para ganar velocidad y alimentar el motor. Desafortunadamente, los estabilizadores se encontraban en configuración de ascenso, provocando nuevamente la pérdida de control. Poco más de 2100 metros sobre el suelo, y sin más opciones, tomó la decisión de eyectarse. Salió disparado con gran fuerza sobre su asiento mientras el avión seguía cayendo a 160 kilómetros por hora.
Ignición
Se separó del asiento y activó el paracaídas auxiliar, que a su vez debía liberar el principal. Suspendido en el aire, divisó un brillo rojizo en el motor de escape. Era una fuga del combustible que lo había alejado del avión. La gravedad lo iba acelerando lentamente y las corrientes de aire empujaron el asiento hasta enredarse en las cuerdas del paracaídas.
Cuando las cuerdas se tensaron y la tela estaba totalmente extendida, el asiento en llamas tiró de Yeager bruscamente, lo que provocó que fuera bañado en la sustancia roja ardiendo e impactó su casco contra el robusto asiento de metal. Algún objeto le provocaría un corte en el ojo izquierdo, mientras el fuego era alimentado por el oxígeno puro que presurizaba su traje. El NF-104A fue destruido tras impactar contra el suelo.
En un intento de abrir el visor, Yeager derritió parcialmente su guante, provocando que este casi se fusione con su dedo. Finalmente, al ver con su ojo derecho, logró ubicarse y reconocer el lugar. Completó el aterrizaje siguiendo el protocolo. Enrolló el paracaídas y esperó a los equipos de rescate.
Video real y original del vuelo del NF-104 publicado por la Base Edwards de la Fuerza Aérea.
Animación que retrata en mejor calidad y desde diferentes ángulos el vuelo y accidente del NF-104.
Un golpe de suerte
Minutos después del aterrizaje, llegó el helicóptero de rescate y encontró a Yeager esperando tranquilamente, actuaba normal cargando el paracaídas y casco como indica el protocolo. A lo largo de un mes, los médicos curaron las quemaduras de segundo y tercer grado, evitando desfiguraciones. En un increíble golpe de suerte, durante la caída la sangre formó un cascarón que protegió su ojo y con el tiempo recuperaría la movilidad de su dedo índice.
Actualmente, solo queda un NF-104A en existencia, los otros dos fueron destruidos. Aunque nunca volvieron a superar los límites del avión, sirvió para los futuros vuelos del X-15, llevando a varios astronautas por encima del borde del espacio. Estos fueron los que sentaron las bases para el futuro transbordador espacial.