Los problemas actuales de las mujeres en la ciencia
Ester Lázaro Lázaro, Centro de Astrobiología (INTA-CSIC)Seguramente, al leer este artículo habrá quien piense si de verdad es todavía necesario dedicar un día a la mujer y la niña en la ciencia. ¿Es que nuestras jóvenes no tienen la oportunidad de escoger la opción profesional que prefieran? De hecho, yo misma, cuando estudiaba la carrera de biología, pensaba que la batalla por la igualdad era algo totalmente superado y que mis oportunidades profesionales dependerían de mis capacidades, quizás también un poco de la suerte, pero en ningún caso de mi género.
Sin embargo, cuando me tocó enfrentarme al mundo laboral, me encontré con que la realidad no era tan simple. Me di cuenta de que las expectativas de la sociedad respecto a los hombres y las mujeres eran bastante diferentes. En ellos, la competitividad o el situar el trabajo en la zona más alta de su escala de valores eran cualidades a apreciar. En nosotras, esos mismos atributos se consideraban “defectos” o, en el mejor de los casos, cualidades poco femeninas.
No se nos decía explícitamente que no nos dedicáramos a profesiones que requirieran mucho tiempo y esfuerzo. Pero se esperaba de nosotras que nuestra dedicación a la familia siempre estuviera por encima de nuestras aspiraciones profesionales. Y si no lo hacías, es que algo fallaba en ti.
Han pasado ya varias décadas desde que yo era una estudiante universitaria. Sin embargo, mucho me temo que la situación que he expresado arriba no ha experimentado muchos cambios. Un estudio de la Universidad Camilo José Cela indica que, en España, solo un 16.3 por ciento de los adolescentes de 15 años prevé dedicarse profesionalmente a las áreas STEM (siglas en inglés de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). De ellos, solo el 4.2 por ciento son alumnas.
¿A qué se debe la baja preferencia de las chicas por las carreras STEM?
La respuesta fácil es que el género determina en parte los gustos y por eso las chicas no optan por las carreras científicas. Otra respuesta, un poco más incómoda, es que hay condicionamientos sociales que hacen que las mujeres pensemos que nuestra orientación profesional debe ir por otro lado. Esos condicionamientos pueden estar tan profundamente arraigados que lleguemos a pensar que estamos decidiendo libremente.
Una de las razones por las que las niñas y adolescentes pueden verse poco inclinadas hacia las carreras STEM es la falta de referentes femeninos. Como algunos estudios avalan, cuando se les pide a niños de corta edad que dibujen un científico, lo más normal es que dibujen a un hombre. Y no es de extrañar, ya que, cuando uno busca en internet imágenes de científicos famosos, mayoritariamente aparecen hombres.
No solo es que haya grandes científicas del pasado cuyos logros han permanecido en el olvido durante años y años. Además, la élite de la ciencia actual sigue estando dominada por hombres. Y eso significa que las mujeres seguimos teniendo poco que decir en las decisiones científicas de alto nivel, como las áreas de investigación que deben ser priorizadas o el reparto de fondos destinados a cada una de ellas.
Esta falta de referentes es una de las razones por las que iniciativas como las del 11F son tan necesarias para visibilizar la labor de las mujeres científicas. No se trata de convencer a nadie de nada, pero sí de hacer ver que puede haber mujeres que se dedican a la ciencia y que triunfan en su profesión. Y que lo hacen siendo personas normales, con los mismos gustos, preocupaciones e inquietudes que el resto de los mortales.
¡Las científicas no somos bichos raros, ni éramos las chaladas de la clase en nuestros tiempos de estudiantes!
Algo que sí puedo asegurar es que disfrutamos mucho de nuestro trabajo. Aunque la ciencia es una actividad bastante exigente, también es muy generosa y devuelve cosas muy importantes. Entre ellas, la satisfacción de realizar un trabajo creativo en el que estás continuamente aprendiendo y, a veces, también rectificando. La ciencia bien entendida te obliga a ser humilde, porque lo que hoy das como una certeza quizás mañana tenga que ser corregido en base a nuevas evidencias. Y esa es una lección de vida muy importante.
El poder de los sesgos inconscientes
Si miramos las estadísticas de los premios más prestigiosos del mundo, los premios Nobel, desde principios del siglo pasado hasta la actualidad, se observa que el número de mujeres que los ha conseguido en las categorías científicas (Física, Química y Medicina) es una absoluta minoría que apenas llega al 3%. De hecho, en el año 2021, ninguno de estos premios recayó en una mujer.
Una distribución como esa no puede ser producto del azar. Más bien indica que algo está fallando en la sociedad.
No es probable que la academia sueca tenga manía a las mujeres, pero es cierto que los méritos de hombres y mujeres no son juzgados de la misma forma. Hay un estudio muy conocido, realizado con un currículum inventado, que fue reproducido algo más de un centenar de veces y enviado a investigadoras e investigadores, con la intención de que fuera valorado para la obtención de un puesto de trabajo.
El resultado fue que, cuando en el currículum aparecía el nombre de un hombre, era sistemáticamente mejor valorado que cuando estaba firmado por una mujer. Y el sesgo fue el mismo cuando los evaluadores eran hombres o mujeres. O sea que nosotras caemos en los mismos errores que los hombres a la hora de juzgar nuestro trabajo. Lo cual no es extraño, puesto que hemos sido educados en la misma sociedad.
¿Cuándo comenzamos a menospreciar así nuestro trabajo? Pues parece que a edades muy tempranas. Nuevamente toca citar otro estudio, realizado con un número significativo de niñas y niños, en el que se muestra que, ya a la edad de seis años, las niñas creen que los miembros de su propio género son menos listas que los chicos y, cuando se les propone participar en una actividad para la que supuestamente se requiere ser inteligente, rehúsan participar en mucha mayor medida que ellos.
Sin embargo, cuando la propuesta es participar en algo para lo que se requiere mucha capacidad de trabajo, las niñas sí se ofrecen voluntarias. Esto es muy importante, porque aquello de lo que nos creemos capaces influye notablemente en nuestras aspiraciones. Si a los seis años nos creemos inferiores, nos va a costar mucho mostrar nuestros logros al crecer. Y acabaremos volviéndonos invisibles.
¿Es que a las mujeres no nos gusta ser líderes?
Si analizamos la distribución por género en los diferentes niveles de las escalas científicas, encontraremos una distribución que se repite en prácticamente todas las Universidades y Organismos Públicos de Investigación. Concretamente, mientras en las escalas inferiores los porcentajes de hombres y mujeres son similares, en los puestos de mayor nivel la proporción de hombres es claramente superior. Parece que las mujeres abandonamos más y también que nos conformamos con los puestos que requieren menos responsabilidad.
Nuevamente tenemos que volver a los estereotipos y a las diferentes expectativas de la sociedad. En este caso respecto a un tema como es el del cuidado de los hijos y las personas dependientes. Se trata de tareas sumamente importantes que deberían ser puestas en valor para que todos, hombres y mujeres, estemos orgullosos de realizarlas.
Aún así, hay que reconocer que son tareas duras, que requieren tiempo y que pueden pasar factura profesional. Por eso es necesario que haya medidas de conciliación eficientes y que a estas medidas no solo accedan las mujeres. De ser así, cualquier persona con capacidad de contratar preferirá incorporar a hombres en sus plantillas.
Unos consejos que a mí misma me cuesta cumplir
Me gustaría finalizar todas estas reflexiones con unos cuantos consejos, sobre todo para las niñas. Unos consejos que todavía a mí misma me cuesta cumplir a veces:
No esperéis a ser perfectas para mostrar de lo que sois capaces.
No os sintáis culpables si tenéis que delegar algunas tareas “de mujeres” en otras personas.
Y, sobre todo, ¡no abandonéis antes de intentarlo!
Ester Lázaro Lázaro, Investigadora Científica de los Organismos Públicos de Investigación. Especializada en evolución de virus, Centro de Astrobiología (INTA-CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.