La Luna es un mundo con poca actividad. Constantemente es bombardeada por micrometeoritos y de vez en cuando algún objeto de mayor tamaño. Más allá de eso no hay mayores sucesos. A diferencia de su pasado, cuando se cree presentó un gran vulcanismo en toda su superficie. Contando con una gran cobertura de lava que forjó los que ahora conocemos como mares. Recientemente, un equipo empleando datos de dos sondas chinas lograron encontrar evidencia nuevos procesos volcánicos en la Luna.
China cuenta con un programa espacial que ha explorado continuamente la Luna durante la última década. Contando con orbitadores, rovers y misiones de recuperación de muestras. Las dos primeras, Chang’e 1 y 2, buscaban sentar los primeros pasos de la conquista lunar. Estas contaban con instrumentos para estudiar nuestro satélite, así como demostrar y poner a prueba la industria y tecnología del país.
El programa espacial chino se desarrolla en gran parte bajo una gran cortina que evita el mundo conocer los avances, noticias o problemas que encuentran. Sin embargo, una parte considerable de los datos que son recolectados son liberados al público para su análisis independiente. Es así como un equipo de investigadores aprovechó los datos de medición remota en microondas para analizar los cambios en la superficie entre el día y la noche.
Las microondas, cuya longitud de onda es mayor a la del infrarrojo, son empleadas para medir temperaturas debajo de la superficie. Al combinar los datos de todos los barridos que hicieron las sondas Chang’e 1 y 2 se pueden crear mapas de la evolución térmica de la Luna.
En el lado oculto existe un complejo volcánico conocido como Compton-Belkovich, conocido así por estar entre los dos cráteres que llevan esos nombres, que ha generado gran curiosidad en los investigadores desde 1998. Cuando usando un detector de rayos gamma aparecía una anomalía de temperatura. Igualmente, este resaltaba con un fuerte brillo en las longitudes de las microondas. Indicando una intensa fuente de calor que se escondía debajo de la superficie, escondida en las profundidades de la corteza lunar.
Cuando se analiza la capa exterior del volcán, existe fuerte evidencia de que la última erupción ocurrió hace más de tres mil quinientos millones de años, por ende, la fuente de calor debía ser diferente a magma fundido. La única otra posibilidad es una gran concentración de material radiactivo, específicamente torio.
Solo existe una clase de roca capaz de explicar la cantidad de torio presente en el interior del volcán. Los llamados batolitos graníticos, de más de 20 kilómetros de diámetro, son grandes cantidades de lava atrapada que no logra escapar antes de enfriarse. Al alcanzar bajas temperaturas se da paso al granito, una roca comúnmente encontrada debajo de las cordilleras terrestres y que cuenta con altas concentraciones de elementos radiactivos. Sin embargo, es la primera vez que se detecta en un cuerpo diferente a la Tierra.
El interior de la Luna sigue siendo un gran misterio. Su estudio está limitado a análisis de su superficie y mediciones de actividad sísmica, sin embargo, estos dejan grandes vacíos en las posibles estructuras que se esconden a varios kilómetros de profundidad. Los cuales solo serán descubiertos si las agencias espaciales liberan la información recolectada y todo el mundo tiene la capacidad de analizarla y desvelar los secretos del sistema solar.
Esta entrada fue modificada por última vez en 03/04/2024 14:08
Jefe de sección Cosmos. Especialista del programa lunar Apollo, mecánica celeste e impresión 3D. Universidad Nacional de Colombia.