El destino de la Vía Láctea se juega a cara o cruz

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El destino de la Vía Láctea se juega a cara o cruz

Óscar del Barco Novillo, Universidad de Murcia

Durante décadas, los astrónomos han dado por segura una colisión entre la Vía Láctea y la vecina galaxia de Andrómeda o M31, un coloso de 200 000 años luz de diámetro, el doble que nuestra galaxia. Un choque entre ambos gigantes desencadenaría una oleada de nacimientos estelares, supernovas y, posiblemente, el cambio de órbita de nuestro Sol. Las simulaciones de hace unas décadas sugerían que este desenlace era inevitable.

Sin embargo, un reciente estudio publicado en la revista Nature Astronomy desafía este escenario tan poco gratificante para la Vía Láctea, reduciendo a un 50 % la probabilidad de este destino fatal. Ahora se trata de un juego a cara o cruz.

La Vía Láctea que hoy observamos

Al contemplar el cielo nocturno en un ambiente sin contaminación lumínica, no podemos dejar de sorprendernos ante la belleza de una amplia zona de luz difusa en el firmamento que atraviesa varias constelaciones. Este extenso conglomerado formado por miles de millones de estrellas constituye el disco galáctico, comúnmente denominado Vía Láctea, aunque se suele identificar con este nombre al conjunto de toda nuestra galaxia.

Su nombre, camino de leche, proviene de la mitología griega y hace referencia a la leche derramada del pecho de la diosa Hera, esposa de Zeus.

Fue el filósofo griego Demócrito el primero en sugerir que este haz lechoso era fruto del brillo de innumerables estrellas, demasiado tenues para diferenciarlas a simple vista. La propuesta de Demócrito fue confirmada experimentalmente por Galileo tras la invención del telescopio.

Curiosamente, en un futuro lejano, la bella imagen que hoy observamos de la Vía Láctea será muy distinta.

Una colisión inevitable entre dos galaxias

En 1912, los astrónomos se dieron cuenta de que Andrómeda, entonces considerada como una nebulosa, se dirigía directamente hacia nosotros.

Precisamente un siglo después y utilizando los datos del telescopio espacial Hubble, los investigadores encontraron que la velocidad lateral de Andrómeda (es decir, aquella componente de la velocidad que podría desviar a M31 de su curso hacia nosotros) era tan insignificante que una eventual colisión frontal con la Vía Láctea parecía casi segura en unos 4 500 millones de años.

Esta animación representa la colisión entre la Vía Láctea y la galaxia de Andrómeda, según las observaciones pasadas del telescopio espacial Hubble. De acuerdo con estas simulaciones, ambas galaxias colisionarán dentro de unos 4 500 millones de años, fusionándose para formar una única galaxia en unos 6 000 millones de años. Créditos: NASA; ESA; and F. Summers, STScI | Simulation Credit: NASA; ESA; G. Besla, Columbia University; and R. van der Marel, STScI

Pero todavía hay un atisbo de esperanza. Según el estudio en cuestión, existen altas posibilidades de que este destino tan catastrófico no sea el que defina el futuro de la Vía Láctea, contraviniendo el consenso actualmente aceptado de una colisión certera entre ambas galaxias pertenecientes al denominado Grupo Local.

Las otras dos galaxias que pueden evitar este desenlace

En efecto, tanto Andrómeda como la Vía Láctea pertenecen a una agrupación de galaxias denominada Grupo Local y que consta de unos 50 miembros. Con una masa total estimada de unos 700 000 millones de masas solares, casi la mitad de esta materia se reparte entre estas dos galaxias.

Además de las dos anteriores, destacamos la galaxia del Triángulo o M33, la tercera en tamaño del Grupo Local de unos 60 000 años luz de diámetro, y la Gran Nube de Magallanes (LMC por sus siglas en inglés), una galaxia enana satélite de la Vía Láctea visible desde el hemisferio austral.

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Tanto M33 como LMC juegan un papel fundamental en la evolución futura de nuestra galaxia, según el reciente estudio.

Casi un 50% de probabilidad de que no haya colisión

Combinando los últimos datos de los telescopios espaciales Hubble y Gaia, un equipo internacional de astrónomos de la Universidad de Durham (Reino Unido), Tolousse (Francia) y Australia Occidental han realizado cerca de 100 000 simulaciones por computadora, proyectando sus cálculos hasta 10 000 millones de años en el futuro.

No es fácil predecir a tan largo plazo todas las interacciones entre las galaxias que forman parte del Grupo Local, pero los nuevos hallazgos ponen de manifiesto que el destino de la Vía Láctea es todavía una incógnita.

En este sentido, los investigadores tuvieron en cuenta la contribución de las galaxias menores M33 y LMC en sus cálculos. Mientras que la masa adicional de M33 atrae ligeramente a la Vía Láctea, la Gran Nube de Magallanes la aleja del plano orbital de Andrómeda. Ello no implica que nuestra galaxia satélite LMC nos prevenga de una fusión con Andrómeda, pero sí hace menos probable este desenlace final.

En aproximadamente la mitad de las simulaciones, las dos galaxias principales del Grupo Local se cruzan a una distancia de medio millón de años luz, alejándose una de la otra. Sin embargo, a medida que avanza el tiempo, ambas empiezan a acercarse de nuevo hasta fusionarse en un futuro muy lejano, debido a un proceso denominado fricción dinámica entre los halos de materia oscura que rodean cada galaxia. Según los investigadores, esta fusión galáctica ocurrirá en unos 10 000 millones de años.

En la mayoría de las demás simulaciones, la Vía Láctea y Andrómeda ni siquiera se acercan lo suficiente como para que la fricción dinámica actúe de forma eficaz, continuando cada una de ellas con su particular movimiento en el cosmos.

Tan sólo un 2 % de colisión directa

¿Y qué nos dicen los nuevos resultados sobre la probabilidad de una colisión directa entre ambas galaxias, tal como se ha sostenido durante décadas?

Alrededor del 2 % de las 100 000 simulaciones predecían una colisión frontal entre las galaxias en tan sólo 4 o 5 mil millones de años. Habida cuenta de que el ciclo vital de nuestro Sol hará que la Tierra sea inhabitable en unos 1 000 millones de años, y de que el propio Sol se extinguirá en unos 5 000 millones de años (tras convertirse en una gigante roja, luego en una nebulosa planetaria y posteriormente, en una enana blanca), una colisión con Andrómeda no será la mayor preocupación para la humanidad, si aún existiera en ese futuro tan lejano.

Así, como conclusión principal de este novedoso estudio, existe una probabilidad de cara o cruz de que nuestra bella Vía Láctea sobreviva a una colisión con su vecina Andrómeda. Sólo tras una investigación más exhaustiva, que incluya un número mayor de datos actualizados, podremos despejar la incógnita sobre el destino final de nuestra preciada galaxia.The Conversation

Óscar del Barco Novillo, Profesor asociado. Departamento de Física (área de Óptica)., Universidad de Murcia

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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