James Webb vuelve a sorprender captando con una claridad nunca antes alcanzada un impresionante fenómeno cósmico

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El telescopio espacial James Webb ha vuelto a sorprendernos. Esta vez, su objetivo ha sido la nebulosa planetaria NGC 1514, ubicada a unos 1500 años luz de la Tierra, en la constelación de Tauro. Gracias a su tecnología de observación en el infrarrojo medio, el telescopio ha capturado la imagen más detallada jamás tomada de este fenómeno cósmico, revelando estructuras y patrones impresionantes.
En el núcleo de esta nebulosa planetaria se encuentran dos estrellas que, en las observaciones de Webb, aparecen como una sola debido a su cercanía. Sin embargo, se trata de un sistema binario con una órbita alargada que se completa cada nueve años. La interacción entre ambas estrellas es responsable de la intrincada forma de NGC 1514.
Una de estas estrellas, antaño varias veces más masiva que nuestro Sol, llegó al final de su vida expulsando sus capas exteriores. Lo que quedó fue su núcleo caliente y compacto, una enana blanca, cuyos intensos vientos estelares han modelado la materia circundante. Estos vientos aceleraron el gas formando capas delgadas de material expulsado que hoy vemos como estructuras anulares.
Gracias a la sensibilidad de Webb en el rango del infrarrojo, podemos apreciar cómo estos anillos, que antes solo podían detectarse parcialmente, ahora se muestran como masas difusas dispuestas en patrones enredados. Además, en la zona central de color rosado, destacan pequeños huecos: regiones donde el material fue expulsado con más velocidad, perforando la densa nube de gas.
A simple vista, la nebulosa parece tener una forma cilíndrica inclinada a unos 60 grados, como si se estuviera vertiendo un líquido desde una lata. Sin embargo, los astrónomos creen que su verdadera estructura se asemeja más a un reloj de arena con los extremos cortados. Las pistas de esta forma se observan en los bordes superior izquierdo e inferior derecho de la imagen, donde el polvo anaranjado dibuja una especie de “V” poco profunda, lo que sugiere un “cinturón”.
Este peculiar diseño podría haberse generado durante una fase particularmente intensa de pérdida de masa por parte de la estrella principal, durante la cual su compañera se acercó lo suficiente como para influir significativamente en la forma del material eyectado. En lugar de una esfera simétrica, el resultado fue una estructura con anillos y lóbulos, influida por complejas dinámicas gravitacionales.
No solo el contorno es impresionante: la imagen también revela “paredes laterales” de polvo semitransparente en tonos naranjas, que ofrecen una idea más clara de la tridimensionalidad del objeto. Esta profundidad y detalle hacen de NGC 1514 un caso fascinante para el estudio de la evolución estelar.
Uno de los aspectos más llamativos de la imagen es la textura de los anillos. Lejos de ser estructuras uniformes, presentan zonas más difusas y otras más densas, como si estuvieran formadas por grumos diminutos de polvo. Los científicos creen que estos granos microscópicos se calientan cuando reciben radiación ultravioleta de la enana blanca, lo que permite que emitan suficiente energía para ser detectados por el Webb.
En el centro, el telescopio también detectó oxígeno, especialmente en los bordes de las cavidades internas. Pero lo que más sorprende es lo que no se encontró: no hay rastros de carbono ni de hidrocarburos aromáticos policíclicos, compuestos complejos similares al hollín, que suelen ser comunes en este tipo de nebulosas. Esta carencia podría deberse a que el material expulsado fue mezclado violentamente por la influencia gravitacional de las dos estrellas, impidiendo la formación de compuestos más elaborados.
Curiosamente, un punto brillante de color azul visible en la parte inferior izquierda de la imagen no forma parte de la nebulosa. Se trata de una estrella más cercana a la Tierra, cuya apariencia es un efecto visual dentro del amplio campo de observación del Webb.
NGC 1514 fue observada por primera vez en 1790 por William Herschel, quien quedó intrigado por su aspecto. A diferencia de otros objetos que pudo resolver como cúmulos de estrellas, este le pareció una nube difusa e impenetrable. Más de dos siglos después, el James Webb nos ofrece una ventana a los secretos que Herschel solo pudo imaginar.
Esta nebulosa ha estado evolucionando durante al menos 4000 años y lo seguirá haciendo por miles más. Gracias al poder del telescopio espacial más avanzado hasta la fecha, podemos ser testigos de esta transformación estelar con una claridad nunca antes alcanzada.
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