Durante siglos la humanidad se ha dedicado a crear extensos mapas del cielo nocturno en búsqueda de conocer sus misterios. En una inspección rutinaria, en el Observatorio Palomar, un equipo de astrónomos registró la casi repentina desaparición de una tripleta de estrellas. Más de setenta años después la comunidad científica se sigue preguntando la causa del extraño fenómeno.
Registrando el cielo
En el Observatorio Palomar se usaba un telescopio de 48 pulgadas, Oschin Schmidt, y dos placas fotográficas para registrar las observaciones. La primera registraba el azul y luego el rojo, las cuales eran unidas para obtener información sobre el color. Para estudiar los objetos más tenues se requerían de exposiciones de más de 50 minutos.
El 19 de julio de 1952, en una sesión rutinaria de fotografía, se realizaron dos observaciones continuas de una pequeña región del cielo. Con la peculiaridad de la casi repentina desaparición de tres objetos cuya apariencia asemeja a estrellas. Mientras la primera placa mostraba claramente tres puntos luminosos, la segunda, tomada 50 minutos después, no registraba nada. Además, por su forma se descarta la posibilidad de un asteroide, cometa o aviones.
Varios investigadores han solicitado tiempo de observación en distintos telescopios para estudiar en diferentes longitudes de onda con mayor o menor sensibilidad para encontrar alguna pista de la súbita desaparición de los objetos.
Criminalística astronómica
Numerosas propuestas han surgido a lo largo de los años. Sin embargo, la escasa información disponible descarta varias de ellas. Dada la escala de tiempo, para una disminución del brillo en un factor mayor a 10 000 no pudo ser un evento cataclísmico, como una supernova o una colisión. Por otro lado, improbable aunque no imposible, una perfecta alineación entre una gran masa y un objeto distante podría haber causado una lente gravitacional.
Suponiendo que un mismo fenómeno haya causado la desaparición de los tres objetos, la separación entre ellos debe ser menor a 6 unidades astronómicas. Dado que la información no puede superar la velocidad de la luz, es la distancia máxima que podría alcanzar en 50 minutos. Como referencia, la órbita de Júpiter equivale a 5.2 unidades astronómicas.
Conociendo la separación y el tamaño visto desde la Tierra, se estima una distancia respecto a la Tierra de dos años luz. Cerca de la mitad entre el Sol y Próxima Centuari, la estrella más cercana. La naturaleza de los objetos o de la repentina caída de brillo de varios órdenes de magnitud sigue siendo desconocida.
Dadas las limitaciones actuales de observación, se mantiene la esperanza de en un futuro encontrar algún objeto posiblemente relacionado. También está la posibilidad de registrar algún fenómeno similar, el cual podría ser comparado con previos registros de archivo. O bien podría ser contaminación de las placas por polvo radiactivo, fruto de las pruebas nucleares cercanas al Observatorio Palomar.