A medida que los vuelos espaciales nos catapultan hacia un futuro de alta tecnología, varias misiones se han asegurado de honrar el pasado. Los astronautas hacen este tipo de cosas a menudo y así agregan valor a objetos cotidianos tras llevarlos al cosmos.
Estas son algunas de las cosas más curiosas y extrañas que el ser humano decidió sacar de su planeta rumbo al espacio exterior.
Los dinosaurios y el espacio tienen una historia tensa; al fin y al cabo, fue una enorme roca espacial la causante de la extinción de los reptiles prehistóricos. Pero en 1985, una pieza fosilizada de una especie inauguró una nueva etapa espacial para los dinosaurios.
En una misión de ocho días de la NASA llamada SpaceLab 2, el astronauta Loren Acton llevó un hueso y un trozo de cáscara de huevo encontrados en un nido de una Maiasaura peeblesorum. Esta especie vivió hace unos 76 millones de años y cuidaba de sus crías en grandes colonias de anidación. Los fósiles fueron desenterrados en Montana, el estado natal de Acton, y tras la escapadita del Maiasaura, el estado nombró a la criatura su dinosaurio oficial.
La empresa espacial de Jeff Bezos, Blue Origin, lanzó otro lote de fósiles en 2021: los restos de un dromeosáurido, un dinosaurio emplumado parecido a un pájaro, se montó en un vuelo de prueba del vehículo New Shepard de la empresa. Casi 200 piezas de huesos de dinosaurios fueron lanzadas a 105 km de altura, 5 km más allá del límite entre la Tierra y el espacio.
Ochenta y dos años después de su histórico primer viaje a través del Océano Atlántico, el reloj de la famosa aviadora Amelia Earhart viajó al espacio. La astronauta de la NASA Shannon Walker lo llevó al espacio en la nave espacial rusa Soyuz TMA-19 en 2010. En el aniversario del vuelo transoceánico de Earhart, el gesto reconoció su papel como pionera de la aviación.
Cuando la Soyuz que transportaba el reloj de aviador atracó en la Estación Espacial Internacional, el laboratorio en orbital sobrevolaba el Atlántico cumpliéndo así un precioso homenaje.
En la actualidad, un rastro de radiación remanente del Big Bang llena el universo. Esta energía, conocida como radiación de fondo cósmico de microondas, se descubrió por accidente en la década de 1960. En 1989, los cosmólogos John Mather y George Smoot midieron este fenómeno con un satélite, y obtuvieron el Premio Nobel de Física 2006 por este trabajo.
A los ganadores del Nobel se les conceden unas cuantas copias de su galardón, y Mather, que hoy es científico principal del proyecto del programa del telescopio espacial James Webb de la NASA, recibió tres. Dos fueron para la agencia espacial y uno para el Museo Nacional del Aire y el Espacio.
Para honrar a Mather, su colega Piers Sellers, astronauta, organizó el vuelo de la réplica perteneciente al museo en una de las últimas misiones del transbordador espacial. A su regreso a la Tierra, Sellers llevó el premio en el bolsillo hasta Washington D.C. y se lo devolvió a Mather y al Museo.
«El objeto puede contar la historia de lo admirado y querido que es Mather como colega y mentor», afirma Weitekamp. «Porque de eso se trataba realmente ese gesto, de poder hacer algo especial por él».
Una parte de las cenizas de Clyde Tombaugh, el hombre que descubrió Plutón, despegó en la misión New Horizons de la NASA al planeta enano en 2006. Habiendo viajado miles de millones de millas, Tombaugh tiene la distinción del vuelo espacial post mortem más largo .
La nave pasó por Plutón en 2015 y ahora está volando hacia el Cinturón de Kuiper . Este año, los restos cremados de Bernard Kutter, un ex ingeniero de cohetes que ayudó a desarrollar el escudo térmico inflable de la NASA (un componente económico y crucial para mantener vivos a los astronautas durante el reingreso), volaron en la prueba del dispositivo de la agencia en noviembre.
Celestis, empresa especializada en entierros espaciales, ha llevado al espacio las cenizas de más de 1.500 personas. Celestis a menudo utiliza proveedores de lanzamiento privados y, para evitar la creación de desechos orbitales , no «libera» las cenizas para que vuelen libremente en el espacio.
En la segunda misión del primer programa de vuelos espaciales tripulados de la NASA, llamado Programa Mercury, el astronauta Gus Grissom llevaba un paquete de monedas de diez centavos de mercurio en su bolsillo. Las monedas representaban a la Libertad con un sombrero alado, pero el público las confundió con la imagen del dios romano Mercurio, lo que dio a la moneda su sobrenombre.
Cuando Grissom viajó al espacio en 1961, convirtiéndose en el segundo estadounidense en hacerlo, las monedas de diez centavos de Mercurio ya llevaban 16 años fuera de circulación.
Las primeras de estas piezas de diez céntimos, hoy tan raras, datan de 1916 y se siguieron acuñando hasta 1945. Ese año se dejaron de acuñar en favor de las modernas monedas de diez centavos adornadas con el rostro del presidente Franklin D. Roosevelt.
Como es tradición, las antorchas olímpicas recorren la Tierra en un largo relevo desde Olimpia, Grecia, hasta el lugar de los juegos. Pero ciertas antorchas han hecho viajes mucho más lejos.
Antes de los juegos de verano en Atlanta en 1996, una antorcha olímpica voló a bordo del transbordador espacial Columbia. Cuatro años más tarde, otra antorcha llegó al espacio a través del transbordador Atlantis antes de los juegos de verano de Sydney.
Pero ninguna antorcha salió de una nave espacial hasta 2013. En honor a los juegos de invierno de Sochi, los cosmonautas rusos Oleg Kotov y Sergey Ryazansky la llevaron en una caminata espacial fuera de la EEI.
El astronauta Garrett Reisman se llevó un trozo de tierra del montículo del pitcher de los New York Yankees a bordo de una misión del transbordador espacial Endeavour en 2008. También llevó una gorra firmada por el propietario del equipo y realizó un primer lanzamiento ceremonial desde la EEI, a través de videoconferencia.
Para no ser menos, los Mets de Nueva York enviaron a su antiguo home plate en el último viaje al telescopio espacial Hubble, completado por el transbordador Atlantis en 2009.
En homenaje a las personas que murieron en los ataques del 11 de septiembre de 2001, la NASA ha lanzado algunos elementos significativos recuperados de los restos del desastre. En diciembre de 2001, el transbordador espacial Endeavour llevó al espacio una bandera estadounidense hecha jirones que se recuperó de la zona cero del World Trade Center.
Otros artefactos de la zona cero permanecen en el espacio hoy: los rovers de Marte Spirit y Opportunity, que se lanzaron en 2003 y comenzaron a explorar el Planeta Rojo en 2004, ambos tenían componentes hechos de metal recuperado de las ruinas.
En 1903, Orville y Wilbur Wright hicieron historia al completar el primer vuelo controlado, propulsado y sostenido en Kitty Hawk, Carolina del Norte.
Cuando la NASA se preparaba para lograr otro logro para la historia, enviar seres humanos a la Luna, los astronautas quisieron rendir homenaje a sus predecesores. Neil Armstrong, que al igual que los Wright creció en Ohio, llevó un trozo de madera y un retazo de tela del Wright Flyer de 1903 en su histórica misión Apolo 11, el viaje en el que dio los primeros pasos en la Luna.
Pero ese no fue el final de los vuelos espaciales para el invento de los hermanos Wright. John Glenn (otro oriundo de Ohio) llevó una muestra diferente de la tela del Flyer en un vuelo del transbordador espacial Discovery en 1998. Y el Ingenuity, el helicóptero de la NASA que se encuentra actualmente en Marte, tiene una sección del tamaño de un sello de correos de la tela del Wright Flyer pegada a un cable bajo sus paneles solares.
Esta entrada fue modificada por última vez en 20/12/2022 22:22
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