Pese a su notable interés geológico, la exploración de Ío no es una prioridad y nunca lo será, tiene hermanos demasiado interesantes. Y es que pese a las espectaculares imágenes de los orbitadores jovianos, la posibilidad de encontrar vida es más suculenta.
Por otro lado, estudiar lunas como Europa o Encélado con importantes océanos subterráneos es explorar también Ío. El proceso que calienta el interior de los satélites de Júpiter es con casi toda probabilidad el mismo en todos. Pero con el problema añadido para el satélite más pequeño que está situado en medio de los anillos de radiación más mortales de Júpiter. Y estos son letales tanto para seres vivos como para máquinas por su enorme intensidad.
Aun así, se ha propuesto, y han estado cerca de aprobarse algunas propuestas para estudiar específicamente Ío. En los últimos años dos misiones con ciertas similitudes salieron desde la ESA y la NASA respectivamente.
IVO: Esta propuesta de misión de la NASA perdió contra dos misiones muy bien compenetradas a Venus. Era la tercera vez que se rechazaba, aunque en esta ocasión fue la que más cerca estuvo de ser aprobada, y no es descartable que siga buscándose su aprobación. Esta misión completa lleva numeroso instrumental científico y habría realizado diez sobrevuelos en cuatro años de misión primaria.
CLEO-I: Una misión que se quedó incluso más lejos aún de ser seleccionada pero esta vez por la Agencia Espacial Europea. Esta fue una idea que surgió siguiendo los pasos de Huygens con Casinni, una subsonda europea que acompañe a una más potente estadounidense. Este diminuto explorador de 300 kilogramos de peso habría volado con la Europa Clipper que despegará este año. Sin embargo, el poco tiempo disponible y la decisión final de lanzar la misión con un Falcon Heavy en vez del SLS previsto, mató el proyecto. En comparación a IVO era mucho más sencilla y habría realizado dos sobrevuelos en 100 días. Además no era segura su selección pues competía con un impactador y otra sonda de sobrevuelo de Europa.
La violencia de Ío es inducida, no propia. Pese a que los volcanes estén asociados en general a actividad tectónica como la conocemos que en la Tierra en este pequeño mundo no sucede así.
Las fuerzas de marea son un mecanismo gravitacional que se generan entre objetos que se orbitan. Reciben su nombre porque en la Tierra es la Luna quien controla este movimiento de las aguas. En las lunas jovianas, y probablemente en las de Saturno también estas fuerzas estiran y contraen los pequeños mundos, calentándolos.
En Ío este calor se vuelve más extremo que en otros ejemplos debido, primero a su excéntrica órbita y segundo a su proximidad a Júpiter. Cuanto menos circular es una órbita, más susceptible es el mundo de sufrir con mayor intensidad calentamiento por fuerzas de marea. Y lo mismo aplica para el otro punto, cuanto más cerca se está del planeta peor, debido a que la gravedad es más intensa.
El calor generado se concentra en su núcleo, derritiéndolo. Incluso un reciente estudio ha propuesto que bajo la superficie sólida del planeta haya un océano de magma. Pero también la Tierra y otros mundos tienen capas internas de rocas líquidas y ni mucho menos la actividad volcánica de Ío.
Aquí vuelven a actuar las fuerzas de marea y es que la propia superficie de la luna cambia su forma arrastrada por el planeta. Esto fractura la superficie y permite la enorme actividad volcánica. Se han llegado a registrar más de doscientas erupciones volcánicas simultáneas.
Pese a que pueda parecer que conocemos bastante bien este mundo por lo expuesto en el artículo esto no podría estar más lejos de la realidad. El diablo está en los detalles, y la ciencia también. Sin esos detalles se nos escapa mucha historia de un mundo fascinante como pocos. De un tamaño y masa similar a la de la Luna de la Tierra pero arrasado por un gigante sin compasión como es Júpiter.
Esta entrada fue modificada por última vez en 03/04/2024 14:06
Jefe de sección Actividad Aeroespacial. Especialista en el programa espacial indio. Universidad de Oviedo.