Desde los primeros tiempos, los humanos hemos tenido el impulso de explorar. Este instinto innato movilizó a la humanidad y cambió el mundo.
Los primeros humanos modernos salieron de África hace unos 180.000 años y, paso tras agonizante paso, se dispersaron por todo el mundo.
Hoy, alrededor de 1.200 millones de automóviles nos transportan de un lugar a otro por unos 32.000 millones de kilómetros de carretera.
Pero el automóvil es mucho más que un simple medio de transporte: nos guste o no, es una tecnología que se convirtió en una parte intrínseca de muchas sociedades del mundo, cambiándole el rostro al planeta.
Y ahora sabemos que su historia comenzó hace miles de años, en el congelado Ártico, con una batalla por la supervivencia y una alianza improbable entre el hombre y un depredador peligroso.
Escrita en los huesos
En las heladas tierras árticas, la evidencia más temprana de humanos data de hace 45.000 años.
Con temperaturas de alrededor de 34º bajo cero y la tierra permanentemente cubierta de hielo, cada día era una batalla por la supervivencia.
Los renos eran una fuente importante de alimento y proporcionaban pieles para la ropa. Pero estaban permanentemente en movimiento, viajando hasta 32 kilómetros cada día en busca de pastos.
Eso presentaba un problema mortal para aquellos primeros pobladores del Ártico.
Nuestros primeros antepasados solo podían ir tan lejos y tan rápido como sus propias piernas los llevaban. Por más que intentaran seguir a una manada de renos, era imposible mantener el ritmo.
El motor
En la sombría isla Zhójov, 500 kilómetros al norte de la parte continental de Rusia, un equipo de arqueólogos encontró recientemente un asentamiento de 9.000 años de antigüedad, donde descubrieron una pista sobre cómo esos humanos primitivos sobrevivieron en el norte helado.
Entre la evidencia de la actividad humana estaban los restos de lo que podría haber sido confundido con lobos.
Pero no eran los huesos de los depredadores salvajes.
Eran de animales que habían desarrollado adaptaciones sorprendentes: eran más ligeros, pero mucho más fuertes que sus antepasados, los lobos.
Eran, de hecho, los huesos de los perros primitivos.
La primera especie domesticada fue el lobo gris europeo, el antepasado de todos nuestros perros actuales.
La pieza final del rompecabezas provino de unos fragmentos de madera moldeados: eran patines de trineos.
Está claro que esos perros primitivos se habían adaptado para correr y halar mejor al ser criados para ese propósito particular.
Fue un accidente de ubicación, de necesidad, de oportunidad y, por supuesto, de biología y física:
- Los humanos necesitaban viajar más rápido que nunca.
- Tenían una superficie de baja fricción, sobre la cual podían deslizarse.
- Y había un depredador que podía ser domesticado y convertido en un aliado compacto y poderoso.
Miles de años antes de que hubiera caballos de fuerza, usamos ‘perros de fuerza’ y un timón para dirigirlos.
Fue una idea revolucionaria que se extendió por las tierras heladas del norte.
Así los humanos pudieron seguirle el ritmo de los renos y prosperar en uno de los entornos más hostiles de la Tierra, comenzando una relación de cooperación que ha dado forma a nuestro destino y al de nuestros peludos amigos.
No solo la rueda
Los perros, domesticados miles de años antes que el buey y el caballo, fueron el primer motor de la humanidad.
Pero los trineos tenían un gran problema.
A menos que te muevas sobre hielo o nieve, son prácticamente inútiles.
El transporte a velocidad siempre se reducirá a la física al final: no solo necesita una fuente de energía, como un perro, sino que también necesita ese sistema de soporte de baja fricción para transportar el peso, sin desperdiciar energía.
Movilizar a la humanidad requeriría de uno de nuestros más importantes inventos.
Y también de la rueda.
«Es curioso, pensamos en la rueda como un invento bastante antiguo. Yo tengo esa imagen de Pedro Picapiedra en un auto con ruedas de piedra en un paisaje prehistórico», comenta el arquitecto Danny Forster.
«Eso no es realmente cierto. La rueda en realidad llegó relativamente tarde en el gran esquema de innovación humana , alrededor de 3500 o 4000 a.C.».
Antes de la rueda, los objetos se transportaban sobre troncos de árboles o métodos similares.
«Durante muchos años, la gente talaba árboles, alineaba los troncos y rodaba artículos sobre ellos. En cierto sentido, esa es una forma de rueda. Pero no fue eso lo que cambió la historia», dice Forster.
«Para que una rueda fuera productiva, para que cambiara la sociedad, necesitaba accesorios que realmente la hiciera operativa».
La brillante idea
La idea genial que nos dio el transporte con ruedas no fue tanto la invención de la rueda sino el avance que nos permitió conectarlo a una plataforma estacionaria: el eje.
«El eje te permite fijar una rueda a una plataforma, para soportar peso y recorrer una distancia», explica Forster.
«El truco es que, para producir esas dos cosas, se necesitaba precisión, de lo contrario, no funciona».
«Si el eje y el casco en el que se apoya el eje no son redondos, se atrancará», apunta el carretero Robert Hurford.
«Si el eje es demasiado ancho, la rueda se atascará. Y si el espacio entre el eje y el interior de la rueda es demasiado grande, entonces la rueda tambaleará, y puede hacer que toda la carreta se haga pedazos».
«Y no se puede lograr ese nivel de precisión necesario sin metal«, agrega Forster.
La herramienta precisa
Hace unos 7.000 años, los mesopotámicos descubrieron que ciertas rocas contenían metales.
Hace 3.000 años, descubrieron cómo extraer el metal mediante un proceso llamado fundición, y también que al combinar dos metales, cobre y estaño, podían hacer una aleación mucho más fuerte, llamada bronce.
Esto nos dio nuestra primera herramienta de precisión.
Puede que hoy no parezca muy avanzado, pero este cincel de bronce antiguo fue, para su época, una de las piezas de tecnología más avanzadas fabricada por humanos.
Duradero y afilado, fue el cincel de bronce lo que finalmente hizo posible la rueda y el eje circulares. Y juntos, movilizaron a la humanidad.
«La rueda y el eje cambiaron todo, porque desde entonces se pudieron mover más cosas, a distancias más largas, con menos esfuerzo«, destaca Forster.
Puede ser un cliché, pero de todos los inventos humanos, la rueda y el eje sobre el que gira tienen que figurar muy alto en la lista de los más significativos.
Nos permitieron vencer la fricción utilizando la ingeniería para superar el problema, mucho antes de que hubiera científicos en el planeta.
Rodando y transformando
La invención de la rueda y el eje coincidió con la domesticación del caballo y el buey.
Por primera vez, la gente común podía viajar fuera de sus asentamientos, y desencadenó la revolución social en todo el mundo antiguo.
«Se trata de conexiones, de redes. Puedes conocer personas que producen artículos, que cultivan, que piensan, que crean, etc. Y es de esa interacción de la que brotan las innovaciones que tenemos hoy», indica Forster.
Y como sucede una y otra vez a lo largo de la historia, un invento creado para resolver un problema termina teniendo consecuencias totalmente inesperadas.
La rueda no solo nos ayudó a mover las cosas, sino que transformó fundamentalmente a las sociedades de todo el mundo.
Incluso se extendió el lenguaje: casi todos los idiomas europeos y asiáticos derivan del protoindoeuropeo, el idioma hablado en Europa Central por los inventores de la rueda y el eje.
«Y fue así como el eje tomó la rueda y transformó la historia», concluye Forster.
Los vehículos a caballo dominaron el transporte durante los siguientes 5.000 años.
El automóvil de hoy parece incomparable con esas carretas de antaño pero, si lo piensas, las ideas ya estaban presentes: un motor, un timón, un cincel, un eje, una rueda. Lo que vino después fue su mejora y sofisticación.
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